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Maradona

La última persona que lo vió, vivo fue un sobrino suyo. El corazón se paró estando solo.

 

La última persona que lo vió, vivo fue un sobrino suyo. El corazón se paró estando solo. Vou morrer e non tenho ninguen, canta la poesia del gallego pobre que va a morir – sozinho – en un hospital en Buenos Aires.

Emily Bronte, en los páramos donde habitó, anticipó:

 

Sólo uno lo vió morir

(irse con el día que se iba).

Los vientos del atardecer,

suspirando tristemente

se llevaron su alma

lejos de la tierra.

 

Y la explosión de miles de lágimas, de gritos, de visages de dolor en los rostros de muchacos, de niños de hombres y mujeres mayores, de abuelos en las calles de Buenos Aíres, de Nápoles. Yuval Noah Harari recordaba recientemente que “se está volviendo más fácil que nunca manipular las decisiones de los humanos”. De éstos no, de los seguidores dolidos de un futbolista pequeño y gritón, no. Estos están con él porque son cómo él y se sienten robados por el viento del atardecer que se lo ha llevado lejos de la tierra.

 

Estas personas que se arrodillan y encienden velas, que se ocultan los rostros entre las palmas de su manos, mascarillas de carne y hueso para no contagiarse la muerte de Dieguito y hacerle frente y defenderse de ella con lagrimas y silencio, que gritan por las avenidas que abocan a la Casa Rosada donde un pibe futbolero engalanado con la bandera de San Martín que es la de la patria argentina no siente nada ya. Ha muerto suspirando tristemente como todos los vivos a quienes llama la muerte. Cada vivo, cada muerte.

 

La capital de la nación ha sido inundada de personas prescindibles, de parados, de villeros, de gentes que viven de milagro y no mueren porque no quieren desaparecer de una vida que les ha regalado a Diego Armando Maradona que  era uno de ellos, pensaba como ellos, disfrutaba como ellos, era feliz jugando al futbol, dandole a la pelota. ¿Hay algo mas facil que hacer una pelota y darle una patada y echarla adelante y correr tras ella?. ¿Sirve para algo?. Para ser feliz, para gritar, para sentirse de esos colores, para olvidar las penas con los goles, para beber brindando por los goles, para beber para dejar los goles del contrario en un mañana que como el empleo, el dinero, la bella muchacha que nos llevara al paraiso en este mundo, a lo mejor no llega nunca, seguro que no llega nunca. Pero puede llegar. Seguro que va a llegar. Maradona lo hizo llegar para él, para muchos, para todos los que hoy, esta noche de velatorio están junto a él, en las colas, en la capilla ardiente, en las Plaza Rosada, en las calles que llevan a ella.

 

Eso es lo que pasa. Pasa Maradona. Pasa el futbol. Pasa lo que se espera. Pasa el futuro.