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Me quedo en casa, Susana

El votante socialista está ahí, en su casa, con sus convicciones.

 

Ahí, los datos de ayer, no es preciso presentarlos más. Lo que hace falta es volver al oráculo supremo de las urnas, y sacar de ahí las lecciones. Conocemos el número de papeletas y las siglas, no más. Poco o nada sabemos qué voto este o aquel en 2015, y en qué pensaba el domingo, al hacerlo. Y por qué votaron menos, muchos menos, ayer que en aquel entonces. Solo nos queda aventurar hipótesis.

El 2012 es fecha grata para el PP de Andalucía. Nunca, como entonces, se acercó al poder el PP en Andalucía. 50 escaños, ahí es nada. Millón y medio de papeletas. En aquel entonces, el PSOE de Griñán — ahora, en el banquillo — consiguió 47 escaños, con un número de papeletas muy similar. La IULV de Valderas — ¿a qué se dedica ahora este hombre? — consiguió algo más de cuatrocientas mil, y se le consideró poco menos que un marginal. Ahora Vox consigue menos votos, los mismos escaños, y es una estrella emergente. Está claro que el concepto que de ti se tenga depende de las expectativas. De cualquier modo, a Valderas lo salvó el pacto de izquierdas, y lo hundió ese mismo pacto — una especie de abrazo del oso — y su actitud en la Comisión Parlamentaria de los ERE. Tiempos pasados, en todo caso.

 

Y por qué votaron menos, muchos menos, ayer que en aquel entonces. Solo nos queda aventurar hipótesis.

 

Lo cito como simple referencia. Porque, juntando los votos emitidos ayer para el PP, Ciudadanos y Vox, suman casi la misma cantidad que los emitidos en 2012 para el PP, el PA — ya extinto — y UPYD — ahora irrelevante —: aproximadamente millón ochocientos mil. Adelante Andalucía consigue ahora más votos que IULV en 2012: 584040, y tiene más escaños — 17 —. La gran diferencia está en el partido alfa de Andalucía. El vertebrador y fundador de la Comunidad, según ellos mismos, claro está, que tuvieron un millón y medio de sufragios en 2012, y consiguen un millón ahora.

Podemos plantear, por tanto, que la gran bajada de participación de 2018 es a costa — si no exclusivamente — del votante socialista. 400.000 menos, se nos ha dicho. Es posible que más, a tenor de estos datos. Incluso medio millón.

Podemos proponer también que la convocatoria de ayer no supone un cambio ideológico telúrico en la Comunidad. Al menos, no de modo significativo. El votante socialista está ahí, en su casa, con sus convicciones. No ha cambiado en sus planteamientos ni en sus puntos de vista.

 

Podemos proponer también que la convocatoria de ayer no supone un cambio ideológico telúrico en la Comunidad.

 

Respecto a este segmento del electorado, de lo sucedido ayer cabe inferir varios elementos a saludar. En primer lugar, que no se trata de un colectivo sujeto al voto cautivo, ni tampoco emocional. Al menos, no de modo generalizado. Una buena parte de esta gente reacciona adecuadamente ante los indicios de corrupción, y se indigna ante la actitud que encontraban, una vez y otra, en sus jefas y jefes de filas. Observamos que, como grupo social, el votante socialista vienen impacientándose progresivamente ante el deterioro de los servicios públicos, y cuestionan la parafernalia oficial. Manifiestan crédito y una preocupación creciente ante los indicadores sociales, económicos y sanitarios de toda índole que sitúan a Andalucía muy a la cola del país, pese a todos los millones recibidos y pese a todo el empeño de la propaganda en negarlo. Y que, por fin, manifestado el desconcierto a modo de corriente interna, se les niega el pan y la sal a favor de un oficialismo donde solo cabe la obediencia y el asentimiento. La dignidad de la respuesta es abrumadora: «me quedo en casa, Susana».

 

Una buena parte de esta gente reacciona adecuadamente ante los indicios de corrupción, y se indigna ante la actitud que encontraban, una vez y otra, en sus jefas y jefes de filas.

 

Podrá Susana montar trincheras antifascistas intentando negar legitimidad — y la existencia misma — a los deseos, inquietudes y puntos de vista de 400.000 ciudadanos que se expresan a través de métodos democráticos. Pero no podrá negar, de ninguna manera, que medio millón de los suyos optaron por no participar ante la evidencia de que susmedidas, susmodos, susprocedimientos y tantas otras de sus cosas se alejaban ya del mínimo aceptable para un militante o simpatizante con un sentido de la decencia. Como son la inmensa mayoría, por otra parte.

Visto lo cual, deberá Susana aceptar lo irremediable: aceptar que su presencia en política no tiene ya utilidad para buena parte de los que una vez fueron a las urnas con la papeleta del PSOE de Andalucía. Se le aprecia solo puro enroque personalista. Macbeth en Dunsinane, el bosque de Birnam avanzando. O, cual Ricardo III en Bosworth, rodeada y desmontada, grita despavorida: “¡un pacto, un pacto, mi reino por un pacto!”.