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Mitologías electorales

Me recuerda a Curro Romero en su quintaesencia, o sea, le bastaba pactar con los duendes e invocar a la leyenda para  perdonarle el tendido los bajonazos  y ‘espantas’.

 

Al famoso refrán ‘Somos genios y figuras hasta la sepultura’, espaldarazo a los dictados genéticos, tantas veces escuchado en mi juventud, lo pasamos de rosca. Los deseos, las múltiples relaciones con los demás, la llegada de imprevisibles sensaciones, más las filosóficas circunstancias de don José Ortega cambiaron nuestras personalidades.

Sin embargo, en nuestro temperamento laten minucias identitarias de la ‘primitiva’ persona, amordazadas por las influencias apuntadas. Tanto una gran mayoría de devotos como de votantes creemos pertenecer a la ‘única iglesia verdadera’, postura irracional acrítica aunque seamos conscientes de las pésimas actuaciones de los nuestros. Además, un sentimiento imposible de evitar lo constituye el temor a los cambios por no vislumbrar con seguridad lo desconocido. Lo dijo Octavio Paz: «Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo al cambio».

 

Tanto una gran mayoría de devotos como de votantes creemos pertenecer a la ‘única iglesia verdadera’.

 

Estamos gobernados en una gran parte por antiguos revolucionarios pero en la actualidad acomodaticios al ganar una considerable pasta y sentirse amparados en la ‘familia’. Parte de la nobleza consiste en deambular por el mundo en el descubrimiento de tu verdad desapasionada, consecuencia de un proceso reflexivo, imposible de mantenerla desde las entrañas de los partidos, maquinarias para abortar  las iniciativas de los críticos, y aunque sea común a cualquier institución, claro. Pocos rebeldes o intransigentes ─repito─ pueden soportar tamaños martirios ideológicos y entregar constantemente su fidelidad.

De tal modo, nos surgen pestañeos inquietantes por no encontrar diferencias con las típicas sectas. En su día ─con perdón por la singularidad─ , el abajo firmante, salió de un sindicato con baja en mano y escaleras abajo en el intermedio de una reunión al ver claramente el divorcio entre la exaltación a cualquier iniciativa y la crispación de inmediato por herir, supuestamente, principios fundamentales.

Muchas empresas particulares irían a la quiebra si las gestionasen los afincados en la política al carecer de una sola experiencia profesional en la vida civil. ¿Posee algún atractivo para hombres capacitados e integrados en su profesión dar su inteligencia a la partitocracia existente?

 

Pocos rebeldes o intransigentes ─repito─ pueden soportar tamaños martirios ideológicos y entregar constantemente su fidelidad.

 

He encontrado unas palabras del intelectual Azaña clarificadoras al máximo: «Para mí la República era un régimen válido porque exigía sólo una entrega parcial del hombre a la realidad política. Permitía un sano fondo de escepticismo en las propias ciencias, una duda perenne y metódica, donde poner a prueba los idearios». Sería un placer recabar de nuevo su parecer en estos tiempos inciertos.

Lamentablemente, nunca seremos del todo racionalistas porque nuestro cerebro es perezoso:   prefiere sacar conclusiones rápidas a las lentas pero rigurosas. Lo escrito tenía el ingenuo propósito de convencerme, pero releído sigo en las mismas: pesimista pleno dado el devenir, porque después de cuarenta años de triunfos socialistas, más el próximo del día 2 de diciembre, claro, me recuerda a Curro Romero en su quintaesencia, o sea, le bastaba pactar con los duendes e invocar a la leyenda para  perdonarle el tendido los bajonazos  y ‘espantas’ en sus muchas tardes aciagas. La mitología fue muy generosa con él, concediéndole atributos excepcionales. ¡Gran mérito!, sí señor.

 

Lamentablemente, nunca seremos del todo racionalistas porque nuestro cerebro es perezoso:   prefiere sacar conclusiones rápidas a las lentas pero rigurosas.

 

Igual, la perplejidad de cualquier observador debe ser notoria, sorprendido por la fidelidad de los andaluces a pesar de los muchos ‘bajonazos’ concretados en las frías estadísticas y los numerosos escándalos en el coso del pueblo. Pues a este paso, doña Susana dejará en pañales a los señores  Chaves y Griñán porque si la pareja de expresidentes carecía de gracia, el tirón de la trianera condensado en su bella sonrisa la llevará al liderazgo eterno, ¿cómo no va a perdurar en el tiempo astral doña Susana con su empatía y plante?

Una parte de la oposición luchando contra las tempestades y la otra palpándose para averiguar el mal albero pisado, deberían buscar un burladero alejado de plazas ingratas o una retirada honrosa con el deseo de no ser muy maltratados por la historia del toreo, aunque tal vez la sabiduría consista en perder la ilusión de modificar los reglamentos y abandonar la afición.