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Ni cierre del Procés ni estabilización de la gobernanza

No se ha llegado a amnistiar a título póstumo a los sindicalistas de la Semana Trágica de Barcelona (1909) porque a Puigdemont no le ha apetecido.

El pasado jueves, el pleno del congreso de los diputados aprobó el proyecto de ley de la amnistía, un bodrio que pretende borrar los casos judiciales, anteriores y posteriores,  de Puigdemont y sus secuaces, desde el 1 de noviembre de 2011 al 13 de noviembre de 2023. No se ha llegado a amnistiar a título póstumo a los sindicalistas de la Semana Trágica de Barcelona (1909) porque a Puigdemont no le ha apetecido. El bodrio prosigue su tramitación parlamentaria en el Senado que, previsiblemente, lo repudiará volviendo pues al Congreso para su aprobación definitiva. El rechazo a la amnistía en la sociedad civil es más que palpable. Incluido, seguramente, el de parlamentarios del partido sanchista que votaron a favor del proyecto de ley. Ya se sabe que el pesebre es el pesebre, pero, como eso está muy feo reconocerlo,  intentan tapar su ignominiosa cobardía con disculpas gloriosas, tales como cerrar el procés y estabilizar la gobernanza.

Pues ni la una ni la otra. La primera porque los separatistas catalanes han gritado que eso de la amnistía es solo un paso hacia la autodeterminación. Como desde el Gobierno se ha insistido en que la autodeterminación es imposible por inconstitucional, me temo que, al igual que ha sucedido con la amnistía, se cambiará de opinión y se reinterpretarán las leyes cuando Puigdemont apriete la correa con la que saca a pasear Sánchez. Es decir, sí habrá autodeterminación.  Y lo de la estabilidad de la gobernanza es de rechifla mayúscula. Ha bastado que Aragonés, el chiquilicuatre que preside la Generalidad catalana, haya adelantado las autonómicas al 12 de mayo, para que Sánchez haya renunciado a presentar el proyecto de Presupuestos Generales del Estado de 2024. El mismo Sánchez que, en 2018,  afirmaba lúcidamente (sin que esto haya servido de precedente) que “aprobar los presupuestos es la primera y principal obligación de un Gobierno, porque sin presupuestos no hay nada que gobernar”.

No vale la pena perderse en razonamientos, argumentos, hipótesis y demás gastos estériles de saliva. No nos engañemos. Estamos gobernados por una pandilla de sinvergüenzas que, a falta de un golpe de timón que enderezara la actual deriva, navegan hacia la destrucción de España como estado de derecho. Punto.