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Olor a quemado

Lejos queda ya esa tierra catalana que fue ejemplo de prosperidad, cultura y orden, ahora prácticamente desaparecidos por mor del veneno

 

La atmósfera ciudadana huele a quemado. Cualquier disculpa sirve de coartada a los desalmados ―ahora ha sido el encarcelamiento del delincuente Pablo Hasel―, para embestir contra la seguridad ciudadana. Se amedrenta a la gente, se incendian calles, se asaltan bancos, se saquean comercios, se queman contenedores de basura utilizándolos como barricadas, se destroza el mobiliario urbano y se dan todo tipo de vandalismos, con la finalidad de reventar cualquier atisbo de normalidad ciudadana. 

Eso lleva pasando cinco días en varias ciudades españolas, si bien el gran aquelarre se “enaltece”, cómo no, en Cataluña, con epicentro en Barcelona. Lejos queda ya esa tierra catalana que, en España, fue ejemplo de prosperidad, cultura y orden, que ahora están prácticamente desaparecidos por mor del veneno separatista. Cataluña, así, ha devenido en el más fértil caldo de cultivo para la barbarie y la decadencia y cuyo instrumento de seguridad ciudadana, los Mossos, se muestra incapaz de prevenir, afrontar y controlar la violencia de los salvajes. Ineficacia que no es solo atribuible a la policía autonómica “per se”. También a una sectaria dirección política separatista que no quiere, o no se atreve a actuar con la contundencia debida, frente a unos desórdenes públicos ―que no son improvisados―, en los que participan muchos de sus votantes. Las críticas a los Mossos, desde el propio gobierno autonómico, así lo refrendan.

Ni lo deseo ni quiero dar ideas, pero, ante la recurrente incapacidad del ejecutivo autonómico para prevenir y atajar los desmanes, así como la demostrada pereza del Gobierno de la Nación ―el último responsable de la seguridad en todo el territorio nacional―, no sería de extrañar que surgieran grupos organizados para combatir a los violentos con la violencia. Vaya, lo que se llama el ojo por ojo, o tomarse la justicia por su mano.

El Gobierno va siendo asimismo percibido como cómplice de la violencia. Responsables políticos podemitas, desde sus poltronas, alientan la violencia callejera con la supuesta coartada de la militancia “antifascista” de los bárbaros. Perversa estrategia confirmada en las redes por su miserable portavoz parlamentario, Echenique. Y, Pedro Sánchez, incluso atufado por el olor a plástico quemado, ha tardado tres días en pronunciarse contra la violencia, sin mencionar, obviamente, la violencia verbal de la jerarquía podemita. Me temo que don Pedro trata de evitar la liquidación incontrolada de su artero connubio con Iglesias. ¿Hasta cuándo? Porque esto no da para mucho más. Se acelera mi pálpito de que, no más tarde del próximo verano, la carbonizada coalición sanchistapodemita saltará por los aires. Al tiempo. A ver si la semana entrante, al menos, nos trae alguna buena noticia…