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Patriotismo y política

El independentismo no tendría futuro sin un Gobierno de España como cómplice.

 

Ningún Gobierno, ni este del “sanchismo”, puede acordar contra la ley la ruptura de la nación, mantener la desigualdad con comunidades de primera y de segunda clase ni robar el derecho a votar a todos los españoles. El independentismo no tendría futuro sin un Gobierno de España como cómplice.

 

Los independentistas han ganado este combate. La justicia y la imagen de España en el mundo saldrán muy tocadas con los indultos; el Gobierno reconoce un abuso de sanción por una demanda política ignorando los actos cometidos y rechazando las sentencias condenatorias. Los políticos presos por cometer delitos pasan a ser presos políticos. Mientras, policías heridos gravemente, despreciados en la jubilación y decenas investigados por el 1-O, abandonados a su suerte sin que ningún político ni mando policial honesto asuma la responsabilidad de los actos sin descargarlos en los subordinados. Canallas y cobardes. Como en todos los casos en que los policías bordean la ley imbuidos de un falso patriotismo apoyados por mandos y políticos, que cuando llegan los problemas, huyen. El último ejemplo, la Kitchen, donde Rajoy, Soraya o Fernández Díaz no asumirán su responsabilidad. 

 

Hay presuntos patriotas (policías, políticos, jueces, empresarios…) que creen serlo comportándose como corruptos, cobardes y canallas. Ser patriota es defender valores; si mañana España pasara a ser una dictadura bolchevique, fascista, islamista, o una democracia fallida (de eso estamos muy cerca por la corrupción de la partidocracia), o que cediera derechos nacionales ante independentistas felones, yo no sería un patriota. No defendería a ese Gobierno ni ese régimen político y lo combatiría como pudiera. Hay quienes seguirían siendo patriotas a su manera, por su interés, aunque la nación fuera una dictadura sin libertades, con prácticas corruptas, torturas o ametrallando a inmigrantes que se acerquen a nuestras costas. El patriotismo solo puede asentarse en valores que no sean criminales ni inmorales. 

 

España es una democracia formal, pero de ínfima calidad en comparación con parámetros exigibles en otras democracias. Vemos dimitir a ministros por sospechas de plagio y aquí tenemos al presidente del Gobierno y al líder de la oposición con evidencias de un comportamiento nada ejemplar en esa materia. No existe Gobierno democrático desde el que se defienda el régimen fascista en Italia o Alemania, pero miembros del Gobierno sanchista de España defienden las dictaduras comunistas más brutales que ha conocido la humanidad. Somos una anomalía en la UE. El respeto que nos tienen en el ámbito internacional no se corresponda con el peso económico, de desarrollo social, histórico y situación geográfica de la nación. 

 

Las prácticas corruptas en España se han legalizado. No existe democracia con tanta pompa, boato, despilfarros, privilegios… viven como una Casta propia superior con derecho a salarios y condiciones distintas a la ciudadanía, lo que por sí es un acto de corrupción imposible en una democracia. Solo una sociedad adormecida, de vasallos que no de ciudadanos soportaría esta situación desde hace 40 años. El dictador murió en la cama y hubo decenas de miles de españoles despidiéndolo; los políticos de hoy, responsables de la situación de pobreza de millones de personas y de instaurar un régimen corrupto, siguen acudiendo a elecciones mintiendo, sin vergüenza ni reparo y actuando en esa obra de teatro en la que la ciudadanía son los contribuyentes que pagan multas, sometidos con normas administrativas para lo que trabajan todas las policías, de todas las administraciones, más preocupadas de imponer una sanción por la simpleza más increíble que si te roben el coche o en la vivienda. Eso es hoy España. Viajamos como sociedad, por merecimiento propio, rumbo al basurero de la historia.