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Políticos parapetados

Un poco raro es el panorama porque al gobierno muy difícil le resultará bailar una polka al mismo son de un dos por cuatro

 

De la proporción inversa: «a menos habitantes más políticos», pueden surgirles interrogantes a muchos ciudadanos del montón, entre los cuales me incluyo.  Alemania, por ejemplo, con sus 83 millones de habitantes  se las apaña con 16 ministros;  en cambio, España para gobernar a 24 millones de habitantes estrena 22 ministerios. Sirva de consuelo la polipartidista Italia, genéticamente ingobernable, paradigma al cual nos encaminamos. El abultado número, aparte de la imagen chocante al contemplar la tropa ministerial entrando en la Moncloa ―y del millón y medio anual a ordeñar de la famélica vaca de los dineros por el incremento―, pone de manifiesto vehemencias por el embarullamiento burocrático.

El apretón necesario, tanto en la mesa monclovita como en el banco azul del congreso, no creo propicie la calma del colectivo, desenvoltura incomodada por algún codazo imprevisto, claro, con unos: «Échate para allá, tienes tus apuntes sobre los míos…».

Si espectacular resulta lo visible, más resultan las sombras y penumbras donde proliferan los equipos de asesores, secretarios de estados  y demás personal de confianza, al frente de los cuales destaca progresivamente el señor Iván Redondo. Su nombre de origen eslavo, no cuadra con el talante de un alumno formado en la distinguida universidad privada de Deusto, regida por jesuitas, donde se formó ―y forma― una elite de españoles: desde don  Antonio Garrigues Walker a don Pedro Morenés.

Don Iván, una vez formado en humanidades y comunicación, su amplia cultura lo encariñó, curiosamente,  al estudio de tres filósofos: Marx, Freud y Nietzsche. Pues a bordo de su bagaje, como un Cristóbal Colón intelectual, ofreció sus servicios al señor Monago, expresidente de Extremadura y al señor Xavier García Albiol, para terminar ―mire usted por donde―, en los brazos de don Pedro Sánchez, nombrándole Primer Secretario de Estado, Jefe de Gabinete, responsable de un organismo de análisis prospectivos, de la Seguridad Nacional, de una oficina económica, responsable de la estrategia comunicativa… total, medio gobierno podría sintetizarse en su persona. Nada ocurrirá sin su control, incluido el placaje al eufórico señor Iglesias, ya más cercano de conseguir el séptimo cielo.

Superados unos fracasos, aconsejado don Pedro por Iván sobre la conveniencia de coaligarse con Podemos, hoy ―¡es la política y la propia vida!― sube al vagón de los afortunados. Supongo, tendrá en lugar preferente la genial obra de Nicolás Maquiavelo ‘El Príncipe’, imprescindible para no fallecer de felicidad. Porque existe en la especie sapiens la maldita envidia y, seguro, militantes antiguos recurrentes a los antiácidos para poder deglutir cocodrilos, pensarán: «Toda la vida sacrificado en el partido, licenciado, poseedor de varios master… para darle el poder a este mercenario, la gloria, los euros y, para colmo, sin afiliarse…¿pero tan inútiles somos los cientos de militantes para no encontrar nuestro jefe un Iván igual o superior?». Pregunta metafísica, más allá de la cotidianidad de las grises vidas ciudadanas.

Un poco raro es el panorama porque al gobierno muy difícil le resultará bailar una polka al mismo son de un dos por cuatro, sino un uno por 22, dada la generosidad presidencial y la otorgada a un hombre de cuna conservadora, por muchos esfuerzos de relevo intelectual ocurridos en su catarsis.

Lástima no asistir a los debates de los dos intelectuales: don Iván y don Pablo sobre la posibilidad de llevar a la práctica El Capital, de Marx. Porque, todo parece, al señor Garzón su boda y viaje de novios al más clásico estilo burgués en la capitalista Nueva Zelanda, lo ha dejado como consumido de ideas. Aunque, tal vez, el abajo firmante esté en un error.