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Populismo con acento andaluz

La cuestión es, en definitiva, que esto de pitorrearse del acento resulta propio de catetos irrespetuosos que abundan, desgraciadamente, por toda España.

 

Una de las peores cosas que puede pasarle a una sociedad es que pierda su tiempo y su fuerza hablando de polémicas artificiales que solo interesan a unos pocos pero que no resuelven los problemas que afectan de raíz a estructuras sociales como puede ser la educación. Hace ya muchos años que España es un país desquiciado por la izquierda “del malestar”, que en su alianza con los medios amarillistas y gurús semianalfabetos que se autodenominan como “cómicos”- ni siquiera en esto tienen gracia- configuran la agenda mediática según los intereses electorales de cada momento del poderoso al que sirvan, ya sea en Cataluña a la secta y manicomio separatista o en Andalucía al populismo andalucista que representa el PSOE-A de Susana Díaz.

Aún recuerdo, sin demasiado esfuerzo, los golpes de pecho tuiteros de la presidenta andaluza debido a las críticas vertidas por la presencia de una especie de acento andaluz en una serie española llamada “La peste” (cito de memoria). Parecía que era algo intolerable y de primera necesidad el defender el acento andaluz ante el hecho de que 15 o 20 adolescentes aburridos en la red se hubiesen dedicado a criticar o a burlarse de tan marcada forma de hablar. El acento como cuestión de estado, que para eso en Andalucía no existe un ERC autóctono que explote la realidad nacional andalusí y los del SAT solo son un par de bufones iletrados que no aspiran a dar un palo al agua en su puta vida, pero sí a vivir del cuento cooperativista toda ella.

 

Aún recuerdo, sin demasiado esfuerzo, los golpes de pecho tuiteros de la presidenta andaluza debido a las críticas vertidas por la presencia de una especie de acento andaluz en una serie española llamada “La peste”

 

Hablando de la dignidad del acento, me gustaría contar algo absolutamente real, que viví en primera persona hace muchos años, y que explica un poco lo absurdo de llevar el debate del acento al centro de la política nacional. Contaba yo entonces con 16 años y acababa de llegar a una capital andaluza procedente de Galicia. Como es evidente, mi acento no tenía nada que ver con el andaluz y sí era profundamente “gallego”. ¿Qué provocó esto? Risas y burlas de algunos compañeros con la complacencia cobarde de profesores que asistían a dichas risotadas a costa de mi forma de hablar. Es decir, en una clase de 3º de BUP, unos chicos que se supone que no eran niños, se reían de otro por pronunciar las “eses” y hablar “muy fino”. La cuestión es, en definitiva, que esto de pitorrearse del acento resulta propio de catetos irrespetuosos que abundan, desgraciadamente, por toda España, y que siempre encuentran eco para que nos llame la atención el “acento” del otro que provenga de distinta familia que la nuestra. Lo siento por los andaluces indignados que ven una especie de conspiración nacional para burlarse de su forma de hablar, pero esto es algo que se da en todo el territorio y que los propios andaluces también hacen a los que llegan de “afuera”.

Llegados a este punto, y centrándonos en la polémica artificial del momento, es cierto que yo jamás habría utilizado ni las palabras ni el símil que usó la ex ministra Tejerina para referirse a las diferencias de modelo educativo entre dos comunidades autónomas como Castilla y león y Andalucía, según reflejan diversos estudios internacionales, especialmente el afamado y aclamado informe PISA. No en vano, cuando en sus últimos resultados Andalucía quedó bastante mal parada, la explicación de los portavoces de la Junta fue que la culpa de estos resultados tan bajos la tenía Franco. Pero si Tejerina erró en las formas, no podemos cargar contra ella por reflejar algo que objetivamente está en dichos informes internacionales. Admito que pongamos en duda el llevar al altar la palabra de PISA, por ejemplo; admito que señalemos la incapacidad que tiene el PP cada vez que habla de Andalucía, especialmente en esta última semana con declaraciones de Casado y de su número dos manifiestamente prescindibles y abiertamente desproporcionadas y ridículas.

 

Pero si Tejerina erró en las formas, no podemos cargar contra ella por reflejar algo que objetivamente está en dichos informes internacionales.

 

Pero nadie que aspire a mejorar la tierra en la que vive y que además siente como algo suyo, puede aplaudir ni sumarse a la sobrerreacción vergonzosamente exagerada e hipócrita que se produce tras las palabras de Tejerina y que propagan los medios andaluces, políticos andaluces y mamarrachos varios que viven de tatuarse “Andalucía” en sus credenciales profesionales para conseguir vivir de ese chovinismo regionalista que cuanto más exacerbado es más esperpéntico resulta.

¿Alguien del gobierno de la Junta está dispuesto a defender el modelo educativo andaluz más allá de los chascarrillos baratos de tertulia de chiringuito? Porque parece que acostumbrados a no tener rival en las urnas andaluzas piensan que no necesitan hacer esfuerzo alguno ni ofrecer un rigor mínimo a la hora de contarles a los ciudadanos la verdad sobre su educación y su sanidad, por poner dos ejemplos. No se puede criticar la estrategia del separatismo catalán respecto a la apropiación de Cataluña y la creación del “un solo pueblo” como escudo que justifica todo, y luego ser comparsas de una escenificación muy parecida del socialismo andaluz- sobre todo desde que manda Susana- cada vez que alguien osa criticar algún aspecto de Andalucía.

 

¿Alguien del gobierno de la Junta está dispuesto a defender el modelo educativo andaluz más allá de los chascarrillos baratos de tertulia de chiringuito?

 

Aquellos que no tienen más discurso ni más respuesta que el chovinismo más primario, no tienen realmente capacidad para mejorar el bienestar de “su tierra”. Una de las pocas suertes que he tenido en mis 35 años de vida ha sido poder vivir en distintos rincones de España, conocer varias culturas diferentes y hasta estudiar una lengua autonómica, como fue el gallego. Mi visión de la realidad está frontalmente en contra del orgullo ligado al terruño, a la tribu y a las costumbres etnocéntricas que condicionan, limitan y secuestran toda visión del mundo y toda respuesta a las críticas de los de “afuera”. Andalucía no necesita más populismo andaluz, porque el chovinismo “del Sur” habrá sido- y seguirá siendo- un negocio muy rentable para políticos, “intelectuales” y mamarrachos cómicos adosados, pero no es un camino eficaz para resolver y superar los múltiples indicadores negativos que muestra Andalucía no solo en el marco español, sino europeo; y no solo en los informes PISA, sino en otros adicionales como desigualdad, pobreza y desempleo.