Por qué le llamamos xenofobia cuando deberíamos decir aporofobia
El supremacismo cultural monoteísta
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La xenofobia es un arma de manipulación masiva que se está manifestando como un fenómeno social de gran impacto, utilizado frecuentemente por parte de un poder que se alimenta del supremacismo cultural intrínseco en la ética monoteísta, que a su vez promueve la segregación de los «infieles» mientras obliga a la caridad hacia los pobres, ocultando así el verdadero origen de la discriminación social: el económico, que se conoce como aporofobia.
La xenofobia, o el miedo y rechazo hacia el de fuera no es un fenómeno nuevo en la historia de la humanidad pero su utilización como arma de manipulación masiva ha cobrado particular relevancia en el contexto de las sociedades contemporáneas. Políticos y líderes de diversos países recurren a la xenofobia para consolidar su poder, desviar la atención de problemas internos y justificar políticas de exclusión y control social. Este uso estratégico de la xenofobia explota los miedos y prejuicios de la población, creando un enemigo externo al que culpar de todos los males sociales y económicos.
En muchos casos, la retórica xenófoba se basa en la idea de que los extranjeros representan una amenaza a la identidad cultural autóctona, la seguridad y el bienestar económico de la nación. Este discurso encuentra un terreno fértil en un supremacismo cultural que tiene raíces profundas en la ética de las religiones monoteístas presente en religiones como el judaísmo, el cristianismo y el islam que se basan en la creencia en un único dios justo y verdadero y, por ende, en la superioridad de la fe y la cultura asociadas a ese dios, lo que se traduce en una visión binaria del mundo que divide a las personas en fieles e infieles, dignos e indignos. En este contexto, la segregación de los «infieles» se convierte en una práctica justificada y, a menudo, hasta fomentada.
Estas mismas creencias también promueven la caridad y el cuidado hacia los pobres, un mandato ético en apariencia noble que a menudo es utilizado para encubrir las verdaderas causas de la discriminación social ya que al obligar a los fieles a ejercer la caridad, se perpetúa la idea de que la pobreza es una condición natural e inevitable, que puede ser aliviada mediante la generosidad individual, pero no eliminada.
En la aporofobia encontraríamos el verdadero origen de la discriminación social. El rechazo y la aversión hacia los pobres es una forma de discriminación que está profundamente arraigada en el sistema socioeconómico contemporáneo. A diferencia de la xenofobia, que se centra en el rechazo del extranjero, la aporofobia se dirige hacia todos los individuos que se encuentran en una situación de pobreza, independientemente de su origen étnico o cultural. Esta discriminación se manifiesta bajo diversas maneras: exclusión social, estigmatización, falta de acceso a recursos y oportunidades, y políticas públicas que perpetúan la desigualdad.
El sistema socioeconómico actual basado en el capitalismo neoliberal, exacerba la aporofobia al promover la competencia individual y la meritocracia como valores fundamentales. En este marco, la pobreza se percibe como un fracaso personal, y los pobres son vistos como responsables de su propia situación. Esta visión distorsionada oculta las verdaderas causas estructurales de la pobreza, como la desigualdad de oportunidades, la explotación laboral, la falta de acceso a la educación y los servicios básicos, y las políticas económicas que favorecen a las élites.
La caridad, tal como se propone en la ética monoteísta, funciona como un mecanismo de control social que, en lugar de atajar las raíces estructurales de la pobreza, proporciona paliativos temporales que perpetúan la dependencia y la desigualdad. Al enfocarse en la caridad individual, se desvía la atención de la necesidad de reformas sistémicas que deberían abordar las causas profundas de la pobreza y la discriminación.
El enfoque caritativo refuerza la aporofobia al mantener la pobreza como un problema de carácter moral o individual, que debe ser manejado a través de actos de generosidad en lugar de a través de cambios estructurales. De esta manera, la ética monoteísta contribuye a mantener el statu quo, presentando la pobreza como una cuestión inmutable que solo puede ser aliviada, pero no erradicada.
La xenofobia y la aporofobia son dos caras de la misma moneda que están interrelacionadas y a menudo se refuerzan mutuamente. Ambos fenómenos se alimentan de un sistema socioeconómico que favorece la exclusión y la marginación de ciertos grupos. La xenofobia utiliza el miedo al extranjero para desviar la atención de las desigualdades internas, mientras que la aporofobia justifica estas desigualdades al culpar a los pobres de su propia situación.
Además, la xenofobia suele intensificarse en contextos de crisis económica en los que los inmigrantes son percibidos como competidores por recursos escasos. En tales escenarios, los discursos xenófobos y aporófobos se entrelazan, presentando a los inmigrantes pobres como una doble amenaza: por su condición de extranjeros y por su pobreza. Esta convergencia de discriminaciones agrava la exclusión y la marginación, creando un círculo vicioso que hace difícil visualizar la realidad y aún más salir de él.
Algunos líderes políticos y las élites económicas tienen un interés particular en perpetuar tanto la xenofobia como la aporofobia, ya que ambas formas de discriminación pueden ser utilizadas para consolidar el poder y mantener el control social. Al fomentar la división y el enfrentamiento entre diferentes grupos sociales, se desactiva el potencial de movilización colectiva que podría desafiar las estructuras de poder existentes.
El discurso xenófobo es particularmente efectivo para desviar la atención de las fallas sistémicas y las políticas que perpetúan la desigualdad. En lugar de enfrentar las verdaderas causas de la inseguridad económica y social, algunos líderes políticos señalan a los inmigrantes como chivos expiatorios, canalizando el descontento y la frustración de la población hacia un enemigo externo.
Simultáneamente, la aporofobia sirve para justificar la desigualdad económica y mantener un sistema que beneficia a una minoría privilegiada. Al culpar a los pobres de su propia situación, se legitiman las políticas neoliberales que perpetúan la explotación y la exclusión.
Para abordar de manera efectiva la xenofobia y la aporofobia, es necesario un cambio estructural que desafíe tanto el supremacismo cultural como las políticas económicas que perpetúan la desigualdad. Esto implica una reevaluación crítica de las éticas religiosas y culturales que justifican la segregación y la caridad, y una lucha por la justicia social que aborde las raíces estructurales de la pobreza y la exclusión.
La educación juega un papel crucial en la transformación de las actitudes y creencias que sustentan la xenofobia y la aporofobia. Es fundamental promover una educación inclusiva que fomente la empatía, la comprensión intercultural y la solidaridad. Asimismo, es necesario cuestionar y desmantelar las narrativas supremacistas que se encuentran en algunas tradiciones culturales y religiosas, promoviendo una visión del mundo que valore la diversidad y la equidad.
En el ámbito económico, es esencial implementar políticas que reduzcan la desigualdad y promuevan la justicia social. Esto incluye medidas como la redistribución de la riqueza, el acceso universal a servicios básicos como la salud y la educación, la protección de los derechos laborales y la creación de oportunidades económicas para todos. Las políticas neoliberales que favorecen a las élites deben ser reemplazadas por un enfoque que priorice el bienestar de la mayoría.
Finalmente, es crucial que los movimientos sociales y las organizaciones de la sociedad civil se movilicen para desafiar tanto la xenofobia como la aporofobia por encima de las políticas identitarias. La acción colectiva es fundamental para presionar a los gobiernos y las instituciones a implementar cambios significativos. La solidaridad entre diferentes grupos sociales puede desactivar las tácticas divisivas utilizadas por el poder, construyendo una base amplia para la justicia social y la equidad.
En definitiva, la xenofobia y la aporofobia son dos formas de discriminación profundamente entrelazadas, utilizadas como herramientas de manipulación masiva para perpetuar las desigualdades sociales y económicas. Al explorar las raíces culturales y religiosas de estas discriminaciones, y al cuestionar el sistema socioeconómico que las sustenta, podemos comenzar a desmantelar los pilares que sostienen y perpetúan la exclusión y la marginación. Sólo a través de un cambio estructural -educativo, cultural y político- podemos aspirar a una sociedad más justa y equitativa en la que la diversidad sea celebrada y la pobreza erradicada en lugar de caritativamente mitigada.