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PSOEXIT

Tal es el mandato electoral de millón ochocientos mil votantes de PP, Ciudadanos y Vox, no se equivoque ningún dirigente despistado.

 

Se dice que un tipo listo se diferencia de un idiota en que el primero conoce las razones de su fracaso, mientras que el segundo desconoce las de su éxito. Habrá que preguntarles a cada uno de los candidatos de este #2D – en la estricta intimidad, eso sí – acerca de la valoración de sus respectivos éxito o fracaso electoral, al margen de lo que quieran reconocer en público.

Así, a bote pronto, que decimos por aquí, toda la prensa del mundo mundial se pregunta si, más que sacar a Franco del Valle de los Caídos, lo hemos resucitado de la UCI de la Paz – para algo es nuestro mejor hospital nacional, año tras año -. Que aquí, en Andalucía, acaba de nacer una horda de cuatrocientos mil falangistas y requetés dispuestos a entrar a saco de Cazorla a Ayamonte. Algo comprensible, en parte, leyendo las manifestaciones de los dirigentes de Vox.

 

Así, a bote pronto, que decimos por aquí, toda la prensa del mundo mundial se pregunta si, más que sacar a Franco del Valle de los Caídos, lo hemos resucitado de la UCI de la Paz…

 

Sería interesante, en este contexto, que muchos de esos editorialistas se molestara en entrevistar al votante medio de Vox. Se encontrará, para su sorpresa, que la homofobia, la misoginia o la xenofobia no son la nota predominante, o la que más caracteriza al colectivo. Si es posible trazar un perfil, se trata de un señor o señora de clase media, ingresos medios y nivel de educación medio. Pero, eso sí, con un nivel de hartura indescriptible. Hartos de impuestos. Hartos de insultos a cosas que, si no son sagradas, cuanto menos le son muy queridas. Solidarios con esos Guardias Civiles, chorreados de mierda y de orines en la frontera. Hartos de que se pague generosamente a partidos que propugnan el separatismo, cuyos representantes llevan el insulto y el desplante al Congreso de los Diputados. Hartos de que se reivindique lo de la Memoria Histórica del 36-39 y, sin embargo, se les inste veladamente al olvido y la compresión del terrorismo etarra – mucho más reciente -. Hartos de un oficialismo andaluz que les vendió el oro y el moro de una Sanidad Pública “joya de la corona”, y que les despachó cinco minutos por acto médico, medicamentos genéricos de dudosa calidad y listas de espera maquilladas. Hartos de un susanismo sonriente que vendía “una Andalucía de Cine”, mientras la realidad devolvía los peores indicadores sociales, económicos, educativos y sanitarios de la nación, y en progresivo empeoramiento. Hartos. Cabreados.

El voto a Vox, para muchos, ha sido un rebote de narices. Purito cabreo. Me recuerda a una convocatoria electoral, años ha, en mi juventud. Había tal cabreo, que el batasuno Chema Montero consiguió una lluvia de votos… ¡De fuera del País Vasco! El eslogan era meridiano: “Vota a HB. Es lo que más les duele”.

 

Hartos de un oficialismo andaluz que les vendió el oro y el moro de una Sanidad Pública “joya de la corona”, y que les despachó cinco minutos por acto médico, medicamentos genéricos de dudosa calidad y listas de espera maquilladas.

 

No miren, pues, al síntoma. Miren a la enfermedad, como hacemos los médicos. Hagan un buen diagnóstico y vayamos a la raíz del mal. Como he escrito hace poco, no hay datos que sostengan un cambio demoscópico de calado en Andalucía. Sostengo que los cuatrocientos mil de Vox no son ultraderechistas tipo Viktor Orban. Ni camisas negras, ni azules, ni pardas, ni skinheads. Vengo a insistir, sin embargo, en que la raíz última de lo sucedido el #2D está en las mismas filas del PSOE de Andalucía, y por las mismas razones que alimentan el voto a Vox. O, al menos, por alguna de ellas. Medio millón de andaluces han dejado de votar PSOE desde 2012 a 2018.

Y ahora, a lo inmediato. A lo que tenemos entre manos. Cura institucional de caballo, o manita de pintura al edificio podrido de carcoma. Darle paliativos al enfermo y dejarlo morir, o pretender erradicar el mal. Treinta y seis años en el poder y muchísimo dinero, de aquí y de allí. Da para mucho, y para más todavía. Un régimen clientelar infiltrado en cada rama de la sociedad civil: en cajas, universidades, hospitales y centros de salud, consejerías, diputaciones, ayuntamientos, medios de comunicación, sindicatos y un larguísimo etcétera que no admite un recambio en la cabeza tipo Griñán por Chaves. Exige un vaciado total. Un “PSOEXIT”, por así llamarlo. Tal es el mandato electoral de millón ochocientos mil votantes de PP, Ciudadanos y Vox, no se equivoque ningún dirigente despistado. Pero no otro es el mandato de medio millón de exvotantes del PSOE que se quedaron en casa. Limpieza total, y recuperación del partido y del andalucismo primigenio. Sepelio – ¡por fin! – del peronismo rociero.

Plantéense Juan Marín y JuanMa Moreno las repercusiones de frustrar este anhelo. Plantéenselo, también, sus respectivos jefes nacionales Rivera y Casado. El cambio fue predicado en campaña y prometido el #2D por la noche, los datos electorales calentitos. Lo hicieron los cuatro arriba mencionados, sin excepción. Calculen, pues, delicadamente el efecto de frustrar el mandato democrático de las urnas y devolver la Junta a… ¿Susana Díaz? ¿A un régimen intacto, pero con Susana 2.0 (¿Chiqui? ¿María Jesús Montero?)? ¿A repetir las elecciones andaluzas – que todo el mundo lo sabe: el demonio las carga -?

 

Tal es el mandato electoral de millón ochocientos mil votantes de PP, Ciudadanos y Vox, no se equivoque ningún dirigente despistado.

 

Lo único cierto de ignorar el mandato de las urnas, es profundizar en la situación: más cabreo (sí, cabe mucho más) y menos confianza en el prestigio y la palabra del político. Jugar con fuego, andando los extremos en danza.

¿El desprestigio de integrar a Vox en una alianza? Un riesgo cierto, sin lugar a dudas.Pero a aliarse se aprende aliándose y, mediante la alianza, se va uno moderando. No es un invento mío: lo hizo Fraga Iribarne, al fagocitar a Fuerza Nueva, en la Transición. De este modo, España ha vivido décadas sin ultraderecha ni franquismo, como recuerda Aznar, en cada momento. “El PP de Aznar la llevaba dentro”, nos recuerdan Iglesias y Rufián. Puestos que, en Democracia, no cabe recluir a una opción en un gulag, cabe sugerir que mejor encerrada en casa y domesticada, integrada en las instituciones, que lobo montaraz, asaltando rediles.

Claro que solo es una opción. La contraria, la de Susana: cordón sanitario a Vox, y al monte, directamente. Claro que, la de Susana, es una voz interesada. Le va en ello su supervivencia. La política y la económica. De ella y de su círculo. Gente que no conoce otra profesión al margen de la política. Gente rechazada implícitamente por medio millón de los suyos, ya digo. Repito, todas son opciones arriesgadas.

Al fin y al cabo, la política es una profesión de alto riesgo. Que se lo digan a Susana.