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Rama X, un rey casi divino

Dicen estar enfadadas las rigurosas autoridades alemanas con tanta permisividad hacia el gran macho Rama X.

 

Para el futuro de las monarquías le vendría bien la creación entre todas de una fundación titulada, por ejemplo, Ética Mundial Monárquica (EMM). El objetivo sería velar por el comportamiento de sus instituciones para garantizarles su porvenir y nadie las califique como un tinglado descontrolado entre parientes y amigos.

Las infractoras serían sometidas a advertencias y sanciones posteriores. Porque solo la responsabilidad en sus conductas podría frenar el rechazo latente en grandes sectores sociales. La medida obedecería a la imposibilidad de enderezar a muchas desde su propio país, bien por contar con privilegios absolutos, poseer marchamos divinos intocables o acogerse a legislaciones de inmunidades plenas.

En este caso por la reiteración de una noticia con relación al rey tailandés, ahora residente en la democrática Alemania perteneciente a la democrática Unión Europea. Mucha democracia para algunas cuestiones y ninguna para otras. El dichoso rey (dicho con retintín) rompe el confinamiento cuando le da la gana porque el hombre necesitará algo de distracción, tal vez, dado su frenético trajín por organizar el ejército de sus 20 concubinas, aparte de atender a la infeliz ―es un decir― cuarta esposa. El señor Rama X cuyo nombre completo es Vajiralongkorn Bodindradebayavarangkun, viaja de aquí para allá en su avión privado, claro, por las ciudades alemanas porque, seguramente, mucho influirá el ‘mardito parné’ en los negocios internacionales donde Tainlandia es un país de economía emergente.

Dicen estar enfadadas las rigurosas autoridades alemanas con tanta permisividad hacia el gran macho Rama X, a pesar de bajarle la fiscalidad por un chalet y mantener alquilado uno de los sibaritas hoteles alpinos donde, mire usted por donde, don Adolfo Hitler tenía su nido de amor. Las fronteras alemanas quedaron cerradas para los carentes del permiso de residencia de larga duración, salvo alguna excepción, y esto explicaría la presencia del contingente femenino, experto en tácticas militares, también, supongo, en las malabaristas artes del kamasutra tailandés.

En un vuelo privado de Thai Airways ―compañía aérea paralizada por el confinamiento― Rama X viajó a Suiza donde su mujer llevaba varios meses residiendo en otro lujoso hotel. Algunos creyeron pararía el ritmo concubinativo pero en absoluto, llegó con su ejército desfogador y dejó a la reina intacta.

Pero algunos súbditos tailandeses, confinados por el patógeno piensan más, mala cosa, y se hacen rebeldes como peces atrapados en la red, y entonan valientes protestas desafiando fortísimos castigos ante la arbitrariedad real, lejos de una mínima sensatez.

Los reyes ―sálvense otros si pueden― son píldoras amargas en las sociedades posteriores a 1789 al ser versos sueltos no sometidos a las normas ―incluso en monarquías parlamentarias―,  portadores de unas pseudodivinidades pulverizadas en ocasiones por ellos mismos. Pocos personajes pueden tener en una sociedad más privilegios y, lógicamente, abusar de lujos, caprichos y malos tratos a sus súbditos. El citado ha pulverizado la trayectoria de su padre, hombre de conducta normal, aunque amplificada en un contexto social  donde el papanatismo los idolatra entre soponcios por considerarlos entes prodigiosos.

Las andanzas del fulano siguen, viviendo y apurando las copas de champán, poniéndose al mundo por montera y mandando al caraxo a todo pelma como un servidor. Su madre se quejaba de la obsesión de su fogoso hijo en tempranas edades por el sexo pero ―como al parecer, la psiquiatría tailandesa no contempla la especialidad―, pues la posible fundación comenzaría con un trabajo específico. ¡Suerte!