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Reengancharse al catastrófico pasado

Nada puede justificar el chalaneo gubernamental con los etarras y sus herederos.

 

Los PGE-21, actualmente en trámite de aprobación en el Congreso, son el ser o no ser del Gobierno. Son, o bien el pasaporte para completar la legislatura, o bien la barrera para agotarla en la próxima primavera. De ahí la proclama gubernamental: “Lo prioritario ahora es que se aprueben los presupuestos”.

Pero ¿acaso tal objetivo justificaría pagar cualquier precio para alcanzarlo?  Esta es la cuestión central a responder al analizar el reciente acuerdo político y presupuestario entre el Gobierno y Bildu; máxime cuando los votos de esta última formación no sean imprescindibles. De ahí  la colosal diferencia entre la ministra de hacienda, Mª Jesús Montero (“hay hueco para todos”), y el presidente de la CA de CLM, Emiliano García-Page (“lo de Bildu no tiene un pase”). Eso refleja hasta qué punto el llamado PSOE ya no es tal. Aunque, posiblemente, todo quede en palabras. Porque aquí no dimite ni el Nuncio.

Nada puede justificar el chalaneo gubernamental con los etarras y sus herederos. Se trata de un asqueroso tráfico de intereses partidistas, con los que no solo no condenan los crímenes de los etarras, sino que homenajean a éstos cuando salen de prisión. Es, asimismo, una afrenta tanto a las víctimas del terrorismo como a cualquier español de bien. Ese “vamos a Madrid a tumbar definitivamente el régimen”, del portavoz de Bildu en el parlamento vasco (un tal Rodriguez ―apellido de obvia raíz vascuence―), es un recochineo hediondo. Bien que tal sea compartido por los separatistas catalanes o, incluso, por una parte del Gobierno.

En tal escenario, la ministra de defensa, Margarita Robles, parece a sus anchas. Ayer, en entrevista en la Sexta Noche, entre floridas alharacas a los militares por lo bien que éstos “desinfectan las residencias”, se vanagloriaba de que “la labor del Gobierno es una labor de equipo” (sic). No es de recibo que, aprovechándose de la “mudez” reglamentaria de los militares, doña Margarita,  su portavoz ―función que desarrolla, por ejemplo, en la Pascua Militar―, intente tapar y escaquearse del inocultable repudio generalizado de los militares de la sucia política de blanqueo de etarras, de la que es corresponsable. Sepa la señora ministra que los militares, aún con el obligado silencio de los de activo y la reserva, no olvidamos los crímenes de ETA, entre los que se incluyen los asesinatos de muchos compañeros de armas.

El rechazo, el pasado jueves, en el Congreso, de las enmiendas  a la totalidad al proyecto de PGE-21 permite seguir su tramitación parlamentaria, lo que se valora como consolidación de un nuevo frente popular. El esperpento que inundó la foto de la ignominia lo introdujo Ciudadanos, con su  ambigua apuesta al votar con ese bloque. Ocasión aprovechada por Sánchez para afirmar, al día siguiente, en Pamplona que “se dice adiós al pasado y se abre la puerta al futuro”.

Pero ¿de qué futuro habla Sánchez? Porque uno piensa que el pasado, por inmutable, es intocable. Y que el presente, consecuencia inevitable del pasado, es la semilla del futuro. Y, sin embargo, a lomos de los PGE-21, Sánchez reedita el republicano frente popular, así como potencia la sectaria memoria histórica que ahonda en la  división entre españoles. No, señor Sánchez, no trate de estafarnos nuevamente. Porque su proyecto político no apunta al futuro. Por el contrario, usted, desde el presente, trata de reengancharnos al catastrófico pasado.