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Renacido amor de Pedro y Susana

Tras el rechazo del proyecto de ley de PGE-2019, en el congreso de los diputados, el miércoles 13, por fin se deshojó la margarita.

 

Dos días después, tras un consejo de ministros tan corto como extraordinario, el presidente del Gobierno, don Pedro Sánchez, anunció, en rueda de prensa, su intención de convocar elecciones generales para el próximo 28 de abril. 

Fue su primer acto de precampaña, donde resaltó los “logros” de su Gobierno.

No voy a criticar que Sánchez aprovechara la ocasión para arrimar el ascua a su sardina. Porque pienso que cualquier otro político, en sus zapatos, tampoco hubiera dejado pasar tan fenomenal ocasión de auto alabarse.

Sin embargo, de tal rueda-mitin, me quedo con una cínica e inoportuna frase sobre su Gobierno. Al que tildó de «Gobierno para unir a los españoles».

Ahí tarjeta roja, tocayo. Porque, a pesar de la valía de muchos de los ministros, el resultado de la gobernanza ha sido el opuesto al pretendido. Deja una sociedad muy desunida.

 

Con el espectro de las dos España machadianas flotando en el horizonte.  

 

La devolución a los corrales del proyecto de ley de PGE-2019, volvió a confirmar que, para los separatistas, solo la autodeterminación es esencial. Todo lo demás es circunstancial. Nada importó a aquéllos que los presupuestos que rechazaban traían más de un 60% de incremento de la inversión en Cataluña.

En el “hemiruedo” de la Carrera de San Jerónimo, ni siquiera el fulgurante verbo de la ministra de hacienda, la sevillana Mª Jesús Montero―vestida para la ocasión de amarillo nápoles y oro (moda separatista)―, logró rematar la faena.

La “cachondocracia” separatista es así de cerril: sin autodeterminación no hay presupuestos o, si quieren, aquello de “hoy no como rancho, que se jorobe el capitán”. 

Uno de los más graves efectos de la fracasada “estrategia del diálogo” de Sánchez, basada en cesiones y regalos al independentismo ha sido el agrietamiento del PSOE.

 

Aparte de propiciar la salida del PSOE-A de la Junta de Andalucía.

 

Por ello, el primer acto de precampaña (fuera de la Moncloa) ha sido ir a Sevilla. El sábado 16, para mitinear junto a Susana Díaz. Allí, Pedro y Susana escenificaron un renacido amor (facilitado por el cabal y audible silencio de la expresidenta andaluza. Durante los rifirrafes internos de las últimas semanas).

“Quiero que sepan que estamos juntos y estamos unidos, Susana” ― voceó un exultante Sánchez. Parecería que fueran siglos y no solo pocas semanas las transcurridas desde que, don Pedro señalaba la puerta de salida a Susana. Calificando el momento de “fin de ciclo”.  

 

Sánchez, necesita urgentemente evaporar la imagen de desunión interna en su partido.

 

Pero tiene poca credibilidad. Y no solo por lo que digan unos u otros. Sino especialmente porque todos hemos visto cómo Torra destapaba el infame y ocultado documento de 21 puntos a negociar. Que le entregó a Sánchez en su pérfida reunión en Barcelona, del pasado 20 de diciembre.

Todos hemos comprobado cómo se estaba negociando con los separatistas, incluyendo al relator/muñidor/facilitador. O el eufemismo que se quiera aplicar. Para introducir una figura externa, que igualaría el Gobierno de la Nación con el autonómico catalán. Y serviría de calzador (por no decir mamporrero).

Para facilitar la mutación de un asunto interno en otro de perfil internacional.

 

Son imágenes imborrables.

 

Andalucía proporciona al Parlamento español, salvo error u omisión, 61 diputados y 41 senadores. (32 por las elecciones y 9 por el Parlamento autonómico). Y el PSOE-A ― de momento controlado por Susana―, representa el 25% del total de la militancia socialista.

Son datos muy básicos que, con crudeza, han obligado ahora a Sánchez a cambiar de registro interno. La firmeza del supuesto amor (político) entre Pedro y Susana va a ser inmediatamente testada, durante la elaboración de las listas del PSOE-A para la generales primero. Y para todos los demás comicios. Muy vigilante deberá estar Susana porque, a poco que se confíe, don Pedro la madruga. Al tiempo.