La pestilencia del sanchismo sería insufrible en cualquier otro país europeo, porque tal nivel de hedor habría derribado ya su Gobierno. Pero Sánchez no se irá. Ni por el casposo “Delcygate”. Ni por la presunta corrupción de su entorno más íntimo. Ni por lo de Koldo y su encariñada Francina. Ni por lo de la amnistía. Ni por la reducción de penas a los asesinos de ETA. Ni por tantas burradas y desmanes como se están sucediendo. El informe 207/2024 de la Policía Judicial (UCO), de 4 de octubre de 2024, da fe de ello. Menos mal que todavía nos queda –no sé hasta cuando–, la Guardia Civil.
Sánchez no puede irse porque es carne de banquillo. Si se marchara motu proprio, perdería la capacidad de mangonear y prostituir instituciones fundamentales del Estado: Gobierno, fiscalía, TC (Tribunal de Cándido) y una larguísima cola que le apuntalan. La extrema debilidad de su gobernanza patrocina que la ralea parlamentaria de separatistas, nacionalistas, filoterroristas y neocomunistas le sostengan mientras le comen los higadillos. Que son los nuestros. Con tal deriva, cuando él caiga –que caerá por implosión del bodrio sanchista–, dejará un Estado deshecho y desunido. Quizás inviable. Y, entonces, ¿qué?..