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El ‘susanismo’ recupera la sonrisa

 

El susanismo ha vuelto a recuperar la sonrisa. La humillante derrota en las primarias cada vez más se diluye en una caliginosa atmósfera que le resta la perspectiva contundente que tuvo en su momento. Los cantos de la Internacional, la movilización espontánea de la militancia contra el coup de force del Comité Federal del 1 de octubre de 2016, los actos masivos con unas bases ilusionadas por la recuperación de los paradigmas ideológicos de la izquierda, la vuelta a los principios socialistas, la irreductible vocación de cambio y transformación social,  supuso, al menos aparentemente,  abrir ventanas a una oxigenación necesaria en un partido que había perdido su función y posición en la sociedad en un exceso de intereses nominalistas y clientelares.

Pedro Sánchez se encontró con un clima idóneo para comenzar una nueva etapa que se compadecía con las expectativas de las bases movilizadas y los votantes. El mandato militante en las primarias fue exigente, necesario y sin admitir demora: se trataba de acometer una auténtica transformación política y social desde la izquierda, una reforma del Estado que lo descabalgue de su sesgo parcial e ideológico y lo convierta, no en el cliché de una España simbólica que no existe y que es impuesta, sino en el árbitro de la realidad española y de su ciudadanía, es decir, superar los déficits democráticos y construir una sociedad justa, libre, solidaria y devolver la soberanía y la voz a las mayorías sociales.

 

La adhesión al bloque constitucionalista es también una dejación manifiesta a la tarea opositora.

 

La crisis catalana, sin embargo, se ha convertido en una trampa saducea para Pedro Sánchez. Enredado el líder del PSOE de nuevo en el ”bloque constitucionalista” con el cual Rajoy se arropó para corresponsabilizar a los demás del escamoteo del problema de su plano político para convertirlo en un asunto de puro orden público y criminalización del adversario.

En este contexto, el inmovilismo de la izquierda es incomprensible. El PSOE sigue sin posición y relato propio, adosado al fracaso del PP por miedo a las acusaciones de antipatriotas que unos barones en el ocaso ya vienen anticipando. Lo que sabemos de él, desde el 21-D, es que apoyará cualquier nueva aplicación del 155 que el gobierno proponga, que se suma al PP en la ridícula presión a Ciudadanos para que intente formar un gobierno imposible, y que su apuesta estrella, la España plurinacional, ha pasado a mejor vida. Y, terrible confesión de impotencia, “que no cree que la situación merezca un adelanto electoral porque hay muchos problemas que atender” (Ábalos). Es decir, la adhesión al bloque constitucionalista es también una dejación manifiesta a la tarea opositora. La aplastante victoria en las primarias sobre Díaz, ¿fue ideológicamente tan aplastante? ¿Fue en realidad una victoria?