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Susto o Muerte

Es  muy progre  prometer la creación de puestos de trabajo estables y bien remunerados o asegurar que la banca española se hará cargo de los gastos de las hipotecas.

 

El próximo domingo día dos de diciembre es la fecha señalada para la celebración de unas nuevas elecciones autonómicas. Andalucía, que  alcanzó su autogobierno por la vía del art. 151 de la Constitución de 1978 se enfrenta nuevamente al  difícil trance de elegir a aquellos que regirán su destino en los próximos cuatro años.

Varios son los líderes que se presentan a estos comicios, cada uno de ellos apadrinado por unas siglas, todos haciendo ostentación de un ideario, prometiendo, exultantes de optimismo y convencidos de su éxito. Cada uno a lo suyo, dirigiendo sus palabras y sus teatralizadas actuaciones a su público, a sus incondicionales.

Todos tienen en común el eterno dilema;  izquierda, derecha. Izquierda blanda, moderada, frente a derecha centrista moderada. Izquierda radical extrema, frente a derecha extrema radical. En medio, los catalizadores que no se sabe muy bien  si son trenes de pasajeros o de mercancías, pero que comen de todo, carne y pescao.

No deja de sorprender  la  falta de formación de estos líderes  aunque algunos sean profe de secundaria o expertos en lenguas clásicas, la falta de moralidad y sobre todo  la falta de ideas propias con las que seducir al electorado. Estos politólogos de campus universitario arengan a sus fieles con frases y eslóganes más rancios que el arenque. Asamblearios de taberna, esgrimen el viejo dilema de la sublevación de la clase trabajadora frente a la opresión de la clase dirigente. Y pregonan el advenimiento de una sociedad igualitaria, equitativa, justa y democrática. Ni ricos ni pobres, todos enrasados, iguales, justos y piadosos. Socializar equivale a igualar, pero igualar por abajo, extender la semipobreza a la mayor cantidad de gente posible, salvaguardando eso sí, los privilegios de los poderosos.

 

Todos tienen en común el eterno dilema;  izquierda, derecha. Izquierda blanda, moderada, frente a derecha centrista moderada. Izquierda radical extrema, frente a derecha extrema radical.

 

No  debe ser casualidad que en determinados periodos de nuestra reciente historia aparezcan, sorpresivamente  informes, datos, archivos, declaraciones , estudios  que  ponen de manifiesto las atrocidades que uno de los bandos de la guerra civil realizó sobre el otro.

La ley de la memoria histórica ha servido a los fines de aquellos  que utilizan el dolor y sufrimiento padecido por los represaliados por el franquismo para atizar el espíritu revanchista y espetar a los contrarios los actos repugnantes y criminales que realizaron los sublevados en aquella fratricida contienda.

Estos líderes novatos amamantados en las faldas de los partidos políticos  desconocen o ignoran conscientemente la historia y sus verdaderas circunstancias, pero les viene al pelo este tipo de refresco de la memoria, sobre todo si solo se refresca una parte de la misma.

Es  muy progre  prometer la creación de puestos de trabajo estables y bien remunerados o asegurar que la banca española se hará cargo de los gastos de las hipotecas, que no habrá desahucios  o decir que Andalucía está a la cabeza en I+D+I , o asegurar que aquí se  imparte una enseñanza pública y de calidad (me cuesta contener la risa), que la sanidad universal se verá aumentada y mejorada con la construcción de quince hospitales nuevos, da lo mismo, la risa aflora y el escepticismo no se puede disimular y  todo esto frente los crímenes de guerra, los represaliados, las fosas comunes las purgas franquistas. Vivir en los mundos de yupi, amagar con el pasado, prometer hasta meter y una vez metido nada de lo prometido.

Y  aun así, cuando se mira el panorama la desolación acalla la risa y somete al escepticismo. Lo que se avecina por estribor es la carcoma de la sociedad moderna, la caspa rancia y autoritaria  que aboga por la subyugación de los movimientos sociales y restablecer  el tradicional reparto de roles entre manigeros y peones.  La casta de los rizos acaracolados al cuello frente a las alpargatas de los subalternos. Con esas perspectivas uno no sabe que es peor, susto o muerte.

 

Es  muy progre  prometer la creación de puestos de trabajo estables y bien remunerados o asegurar que la banca española se hará cargo de los gastos de las hipotecas, que no habrá desahucios…

 

Y quiero adelantar que me gustaría poder asistir a esos teatrillos donde se promete la creación de puestos de trabajo y donde se pregona una Andalucía próspera, igualitaria y libre, aunque sea con la boquita de piñón y voz de pito, y creer. Donde se promete que la banca dejará de estrangular a sus clientes, donde los empresarios no exploten a sus trabajadores, donde los jóvenes estén bien formados y tengan oportunidades de desarrollo sin tener que emigrar a Londres o Dover para trabajar de camareros, y creer. Quisiera querer, quisiera creer. Pero la realidad está ahí, para quien quiera verla, cruel, desnuda, demoledora.  Y los sueños, pues eso, sueños son. Y es legítimo soñar y es legítimo aspirar a zafarse del yugo opresor y es legítimo utilizar el lenguaje grandilocuente para apostillar unas ideas. Pero no es legítimo abrazar un ideal iluso, no es legítimo intentar  cambiar a unos caciques por otros. No es legítimo prometer lo imposible. No es legítimo engañar a la pobre clase de la alpargata pues, desgraciadamente, los tiesos del caracolillo al cuello llevan siglos asegurándose la situación de dominio, mandan a su hijos a formarse en el extranjero, los dotan de  “máster” imposibles para el resto de la clase de la alpargata, controlan los órganos de dirección de las grandes  empresas, se sientan en los consejos de administración de los bancos. Controlan el flujo de las relaciones mercantiles con los países de la OCDE y EEUU.

Controlan los órganos directivos de las administraciones. Colocan  a sus vástagos en la judicatura, las fuerzas armadas, los cuerpos de seguridad y todo con absoluta impunidad, con descaro y chulería. Mientras, los voceros de campus universitario, asamblearios de pacotilla, se limitan a airear viejas rencillas, sin profundizar en sus orígenes, sin asumir la menor culpa. Se les ve el plumero, desean hacer las mismas cosas que hacen esos a los que tanto critican, esto es, controlar los mercados, los órganos de dirección de las empresas, las administraciones,   y a las pruebas me remito. Prometer hasta meter. Y para eso, una vez más necesitan que nos bajemos los calzones y nos coloquemos a sotavento por lo que pueda pasar.

 

Quisiera querer, quisiera creer. Pero la realidad está ahí, para quien quiera verla, cruel, desnuda, demoledora.  Y los sueños, pues eso, sueños son.

 

Ante la falta de propuestas racionales, ante la imposibilidad de alterar  lo más mínimo el status quo de los poderosos, ante el anhelo mal disimulado por ocupar esos  lugares de privilegio, los voceros asamblearios lanzan sus flamígeras proclamas para movilizar el voto indeciso. Ya no bastan las ilusas promesas, no bastan las imaginarias relaciones igualitarias, hay que traer al presente viejos fantasmas. Pero solo traen el relato de una parte, la que interesa y olvidan que represaliados fueron todos, los que ganaron y los que perdieron. Todos tuvieron su parte en la traumática contienda y todos sus responsabilidades. Aprendamos de los errores. Todos fueron responsables en mayor o menor medida y todos cometieron atrocidades. Pero a nadie parece interesar esclarecer las verdaderas circunstancias que llevaron a semejante barbarie.

Es más progre autodenominarse republicano y enrolarse en las filas del ejército popular aunque sea ochenta años después y denunciar los quebrantamientos de las leyes de la guerra  asumiendo así  el papel de víctimas lo que, en cierto modo, les da derecho a reivindicar un espacio político que antaño les  fue robado. Eso acompañado de la idílica y almibarada imagen de la futura sociedad que se generaría tras  su ansiado triunfo electoral. Estos son los argumentos para solicitar nuestro voto. La mentira, el discurso  infantil y simplista  dirigido a población analfabeta, aunque la Sra. Mar Moreno se encargó de pagar becas de 6000 euros desde el curso 2009/2010 a aquellos chicos  que querían dejar los estudios. Había que dar un titulo aunque  los receptores no tuviesen  ni pajolera idea de lo que se les ha intentado enseñar, y todo a costa del erario público. Hay que maquillar las estadísticas y así no hay analfabetismo, pagando se arregla, te quedas en clase, te pago y te coloco el titulito. Analfabeto con papeles como diría un paisano sabio aunque nunca fue a la universidad. Ese es el proyecto de Susana Diaz, trabajadores subvencionados, sin incentivo y sin espíritu de superación.

 

La mentira, el discurso  infantil y simplista  dirigido a población analfabeta, aunque la Sra. Mar Moreno se encargó de pagar becas de 6000 euros desde el curso 2009/2010 a aquellos chicos  que querían dejar los estudios.

 

Estudiantes que obtienen sus títulos sin dar palo el agua y además cobrando una beca. Así es como se somete a una población, con la sopa boba, cebando a los proletarios,  robando  a los jóvenes las ganas de luchar, las ganas de superarse, las ganas de aprender. Así es como los lideres políticos  intentan domar y encauzar el ímpetu de las generaciones futuras, para, de este modo, perpetuarse en el poder.

Nuestra única arma es el derecho al voto, pero ya se han encargado ellos de limitar las posibilidades hasta el punto de tener que elegir entre susto o muerte.