The news is by your side.

Tiempos de vacuna y libertad

Plantear una vacunación obligatoria sería inaceptable. Vulneraría todos los tratados internacionales que hicieron libre al ser humano.

 

Han llegado las vacunas. Hay quienes las reciben con euforia y quieren vacunarse cuanto antes, quienes quieren esperar a ver si hay efectos secundarios en los que se vacunan, y quienes se niegan a usarla.

 

La euforia por vacunarse como si se acabara el problema es un error. El discurso triunfalista del Gobierno de Pedro Sánchez es peligroso. Con 80.000 muertos y una crisis económica y social parece que a los españoles nos ha tocado la lotería. La propaganda no ocultará la realidad. El futuro inmediato no es esa sociedad sin problemas que intenta trasladar el Gobierno con su propaganda para menores de edad, sino que será de recortes sociales, trabas a la movilidad, paro, miseria, pobreza y para decenas de miles de personas, la muerte. Este año que empieza será tan complicado como el anterior.

 

La desconfianza en el sistema hace que numerosas personas no quieran vacunarse ahora sino más adelante, cuando vean el resultado y eficacia de la vacuna sobre los primeros que la usan. Tienen dudas sobre que no haya efectos secundarios desconocidos porque los laboratorios no han dispuesto del tiempo necesario para conocerlos. Que los gobiernos les hayan eximido de responsabilidad por efectos nocivos de las vacunas no ayuda a infundir confianza. Es la primera vacuna que se inyectará masivamente a la humanidad sin los plazos que aseguran que no hay efectos secundarios a corto, medio o largo plazo. Mientras, siguen faltando médicos, enfermeras, camas UCI y lo de que la sanidad española es una de las mejores ha caído por su propio peso. Somos el tercer país de la UE con menos camas UCI por habitantes. La política en España es el arte de mentir, engañar, manipular datos. Una cloaca pestilente a la que nos hemos acostumbrados y en la que vivimos con normalidad.

 

Existe también una masa social importante de ciudadanos que no creen en la pandemia. No se fían de los gobiernos ni de los laboratorios y piensan que es una ficción destinada a inocularnos algún material que, con el tiempo, permita a los señores del Nuevo Orden Mundial dirigir a la humanidad como un rebaño, sin criterio propio, aunque no es precisa una vacuna para ello. Existen también distintas teorías que suman la afectación por el 5G, los campos magnéticos de la Tierra y otras varias, que comparten con quienes se sienten vacunados consumiendo pequeñas dosis de clorito. Será efecto placebo, pero dicen que no enferman ni se contagian.

 

No se debe criminalizar a quien no quiera vacunarse. Tienen derecho a pensar y actuar como quieran y son millones de personas. No confían en científicos o médicos como Fernando Simón o la OMS, que parecen obedecer al poder o a intereses distintos que a los de la comunidad a la que deberían servir. El mismo derecho asiste a quienes quieren vacunarse que a quienes se niegan a hacerlo. La vacuna del COVID conlleva riesgos. Además de los insuficientes pasos para testarla en animales y seres humanos, todavía no se conoce el murciélago huésped (hay dos congelados en distintos laboratorios desde hace años que han dado positivo en un virus similar al Sars-COV-2); no se conocen los efectos del ARN sobre el ADN de organismos vivos, y si se conoce no se ha informado de ello; no se conoce si con ella se impide la transmisión o no de la enfermedad, y surgen muchas dudas respecto a la eficacia de una parte y la ausencia de efectos secundarios negativos, de otra.

 

Existe otra corriente de opinión, una especie de fascismo encubierto de progresismo, planteando que la vacuna debería ser obligatoria. Quienes lo dicen entran en contradicción con la esencia de la democracia y el respeto a los derechos humanos. No vacunarse no es un delito, es un derecho como el de vacunarse. Si la vacuna inmuniza contra el virus, quienes la usen no tienen nada que temer de quienes no lo hacen, que se infectarían solo entre ellos. Plantear una vacunación obligatoria sería inaceptable. Vulneraría todos los tratados internacionales que hicieron libre al ser humano. Me vacunaré en cuanto me toque, pero si fuera obligatoria no lo haría, me sumaría a la resistencia. Con las dudas que tengo sobre lo expuesto de efectos del ARN en el ADN a medio y largo plazo, la falta de tiempo en las pruebas, eficacia y si vacunado se transmite o no la enfermedad, si en vez de 60 tuviera 30 años me lo pensaría mucho más.