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Todo un año de inocentadas

Los aficionados tuvieron que coger barcos o aviones sin decir ni pío para ver el partido en directo en Tánger y aquí paz y después gloria.

Me parece que ya les he contado en más de una ocasión que recién entrado en la Redacción del ABC de Sevila como alumno en prácticas, allá por finales de los años setenta o princios de los ochenta del pasado siglo, al entonces director, reciéntemente fallecido, Nicolás Salas, se le ocurrió la idea de poner en marcha una breve sección que se llamó “Siempre es 28-D” en la que se contaban noticias reales que por su contenido paradójico e hilarante parecían ser las clásicas inocentadas que los periódicos gastaban a sus lectores cada 28 de diciembre. Aquello no duró mucho quizás porque los tiempos, en el inicio de la transición democrática y con las fuerzas fácticas vigilantes de los medios de comunicación, no daban para demasiadas bromas.

 

Transcurrido el tiempo, casi cuarenta años después, si uno ojea habitualmente los escasos periódicos que aún subsisten y escucha los informativos y a los tertulianos de la radio y la televisión, el panorama de las idioteces del personal ha ido “in crescendo” de manera progresiva y, ahora, raro es el día en el que no te encuentres alguna gilipollez protagonizada, bien por el político catalán de turno, bien por algún portavoz de de Podemos, bien por cualquiera de los mal llamados intelectuales de la progresía cuya incontinencia verbal y diarrea mental produce un sin fin de “paridas” dignas de figurar en el libro Guinness de los records. Todo ello confirma mi teoría de que en España hay más tontos por metro cuadrado que botellines y que, como dice Arturo Pérez Reverte, si volaran, tendríamos aquí un eclipse perpétuo.

 

Si como muestra vale un botón, me voy a referir a solo tres de las noticias aparecidas en los últimos días que merecerían un lugar destacado y con todos los honores en la citada sección del “Siempre es 28-D”.

 

La primera es de ámbito deportivo y, aunque parezca mentira no ha provocado reacciones furibundas entre los aficionados al fútbol como suele ser habitual en estos eventos. Ya lo habrán adivinado. Se trata del hecho de celebrar la final de la Supercopa de España en Tánger. No en Ceuta o Melilla, que hubiese tenido su conque, sino en el estadio de la ciudad marroquí de Tánger. Cuando oí la noticia no me lo podía creer. Pensé que era una inocentada (otra más) del nuevo presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, similar a la destitución del seleccionador nacional, Julen Lopetegui, dos días antes de iniciarse el mundial de Rusia. Resulta que no, que el Sevilla y el Barcelona, acudieron a Marruecos apenas sin rechistar como si el escenario del partido hubiese sido el Bernabeu, el Wanda o el Molinón. Los aficionados tuvieron que coger barcos o aviones sin decir ni pío para ver el partido en directo y aquí paz y después gloria. Demencial. Lo único que saco en claro de esta estrategia es que sea una prueba de futuro para que las próximas finales de la Copa del Rey se celebren en Londres, París o Milán y así evitarnos el bochornoso espectáculo de los vascos y catalanes silbándole al monarca, al himno y a la bandera rojigualda. Toda una inocentada en pleno mes de agosto.

 

La segunda se refiere al controvertido tema de los “manteros”. No tengo nada en contra de esta pobre gente, casi todos indocumentados y explotados por mafias, que se ganan la vida vendiendo en la calle productos falsificados e ilegales.

 

Lo que sí me ha llamado la atención es que existan, no uno sino varios, sindicatos de manteros que defienden los derechos de sus afiliados ante las diversas administraciones y que los portavoces de estos sindicatos den el pregón de las fiestas de Lavapiés en Madrid o se reunan con el muy honorable presidente de la Generalitat catalana, Quim Torra. No me digan que no parece una inocentada. Salvando las distancias, es como si el alcalde de Algeciras le encargara el pregón al capo del narcotráfico del Estrecho o que el padrino de la mafia siciliana se reuniese con el presidente italiano para negociar sus derechos. La pregunta es ¿cómo un colectivo que, según afirman, está compuesto en el noventa por ciento por personas que han entrado ilegalmente en España y que carecen de papeles de residencia puede tener un sindicato legal que los represente? Sinceramente no lo entiendo, seré muy torpe. Que alguien me lo explique. Lo dicho una nueva inocentada. 

 

Por último un asunto de hace sólo tres o cuatro días. Una mujer de 40 años, natural del pueblo sevillano de Arahal, Rosa Benjumea, se va a casar o se ha casado ya consigo misma en un rito que se denomina “sologamia”, oficiado por un cura vasco amigo suyo.

 

La moda la ha importado de Estados Unidos donde el número de tontos por metro cuadrado nos supera con creces. Si aquí hay más tontos que botellines de la Cruzcampo, allí hay más que Coca-colas. Uno ya se había acostumbrado a las bodas de homosexuales, lesbianas y demás LGTB, pero esto es rizar el rizo. ¿Se figuran que a la hora de darse el sí quiero, la muchacha se niegue y se deje plantada a sí misma delante del altar? ¿Y los anillos, se los pondrá cada uno en una mano?¿Y cómo se dará el beso a sí misma? Demasié pal body. No me digan que no es una verdadera inocentada digna de figurar en todos los medios de comuncación.

 

Además de estos tres ejemplos, los españoles tenemos otra muestra palmaria de inocentada. El Gobierno de Pedro Sánchez y sus medidas caóticas en menos de cien días de gestión, sus colocaciones de amiguetes, sus enchufes, sus viajes, sus manipulaciones y sus postureos, aunque hay que reconocer que esto, más que una inocentada, es una desgracia para casi todos. Lo importante aquí es el master de Casado. Faltaría más.