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Ucrania. Escenario previsible

El asedio de Kiev, objetivo inicial ruso, se ha relajado en beneficio de una reorganización de fuerzas en el Donbass. 

 

Ya en el siglo XVII, Thomas Hobbes, uno de los fundadores de la filosofía política moderna, pontificaba que “la fuerza y el fraude son dos virtudes cardinales en la guerra”. No es extraño, por tanto, que, al filo de la cuarentena de días desde el comienzo de la invasión de Ucrania, nos encontremos enfangados en una ciénaga de desinformación general, propaganda partidaria y fraudes informativos. Todo ello impulsado por el enorme poder y el beneficio que, a algunos, reporta el negocio del miedo. 

 

Quizás, lo más cierto ahora sea que las fuerzas rusas en el norte de la zona oriental de Ucrania están replegándose. Con ello, están relajando la presión que, durante todo este tiempo, han ejercido contra las fuerzas ucranianas, parapetadas tras el hormigón de las grandes ciudades. Consecuentemente, estas últimas van recuperando parte del terreno que perdieron en favor de los rusos. El caso más visible es el del asedio de Kiev, objetivo estratégico del inicial Plan de Campaña ruso, que se ha relajado en beneficio de una reorganización de fuerzas y la potenciación de las capacidades rusas en el Donbass. 

 

Cuando se hayan ejecutado los movimientos y la reorganización de unidades, Putin deberá resolver un grave dilema. Éste será, antes de decidirse por un potencial acuerdo de alto el fuego, si consolidar lo ya logrado (incluyendo la caída de Mariupol), o actualizar y reactivar sus planes ofensivos, embarcándose en un nuevo ciclo de operaciones para ampliar su dominio del Donbass. Lo cual no obstaría, en ambos casos, para que siguieran produciéndose acciones de fuego rusas sobre objetivos “de ocasión” más alejados, pero cuya destrucción merme las capacidades operativas ucranianas. Tal ha sido, por ejemplo, el ataque y destrucción de la refinería de Kremenchuck (la mayor de Ucrania), en el oblast de Poltava, junto con los depósitos aledaños de combustible y grasas. 

 

De no producirse algún fenómeno externo que cambiase radicalmente la situación, como pudiera ser, por ejemplo, una implicación directa  china en favor de Moscú o, inversamente, de la OTAN en beneficio de Kiev ―que son palabras gruesas―, eso sería, en síntesis, el escenario previsible para los próximos días.