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Un recuerdo para don Enrique Múgica Herzog

«Nunca olvidaré ni perdonaré a los asesinos, ni a los cómplices, defensores o exculpadores de ETA, ni a la violencia callejera» Enrique Múgica.

 

 También el coronavirus ha acabado con la vida de don Enrique Múgica.  Iba en compañía de un amigo por una de las calles de la Feria de Abril sevillana cuando divisé a don Enrique, inconfundible por su cabeza de emperador romano. Sin embargo, cuando se lo dije a mi amigo lo puso en duda: «Déjate de bromas, no puede ser ¿cómo va a marchar sin acompañante?». Al llegar a su altura lo saludamos y nos pusimos a charlar como si fuéramos viejos conocidos. «Don Enrique, lo vamos a acompañar si no tiene inconveniente…».  Se dirigía a una caseta cuyo nombre no recuerdo y lo dejamos en la puerta. Constituyó un placer escuchar su amena conversación emanada de un hombre sencillo, Elogió repetidas veces la cordialidad andaluza y el placer de caminar sin protección alguna. Entonces era diputado.

 

Conociendo su recia personalidad, forjada en un concepto casi marchito en la actualidad de la libertad, nada tenía de extraño las preguntas formuladas por don Enrique en el Congreso de los Diputados sobre un incidente sobre la vertical de Manises, obligando a un avión de pasajeros aterrizar en Valencia: «¿Se puede saber el tipo de aparato provocador del desvío de un Supercaravelle de la compañía TAE en la noche del 11 de noviembre de 1979? ¿Cómo tres tráficos de origen desconocido permanecieron más de cuatro horas en el espacio aéreo español y obligaron al despegue de un Mirage F-1 de la base de Los Llanos?».  El Ministerio de Defensa del gobierno de Adolfo Suárez calló y sigue un silencio posterior ante, quizá, la libertad de don Enrique al abordar un tema tabú. El caso, todavía, sigue generando hipótesis afirmativas, negativas y perifrásticas.

 

Al considerar don Enrique  la libertad como el valor fundamental, tuvo la osadía de presentar en el año 2006 un recurso de inconstitucionalidad contra la reforma del Estatuto de Cataluña, provocando las iras de los amantes del pesebrismo. Era un patriota íntegro: «Aunque soy internacionalista, me siento profundamente español. He consagrado mi vida a España». Fue pieza clave en Suresnes por su capacidad de diálogo y decisivo para dispersar a los presos etarras al conocer muy directamente a la banda terrorista. En venganza, los asesinos del terror mataron a su hermano Fernando delante de su hijo José María en la propia capilla ardiente. «Nunca olvidaré ni perdonaré a los asesinos, ni a los cómplices, defensores o exculpadores de ETA, ni a la violencia callejera».

Mi pesar a sus familiares.