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Verbena democrática y la moto de Sánchez

El elector no debería olvidar que el ejercicio del voto no se agota en su emisión.

 

Las elecciones son como ferias políticas desenfrenadas en las que caben toda clase de barullos. Por eso, ahora, estamos sufriendo el torbellino de una doble feria al solaparse el desarrollo postelectoral de los comicios del pasado 28-M, con los preparativos preelectorales de las legislativas del próximo 23-J. Es como si, por ejemplo, se solaparan, en momento y lugar, las ferias de Sevilla y de San Fermín. En tal escenario, los políticos, lanzados a la captura de canonjías  y pesebres, se zambullen en la verbena democrática con ardoroso estruendo, coceándose recíprocamente. Y se tientan la cartera para que no se la roben, mientras nos acribillan con sus monsergas, peroratas y compromisos, que vaya usted a saber si tienen o no la intención de cumplir una vez pasadas las elecciones.

En tal jarana, hay mucha desmemoria y más estupidez entre aquellos electores que olvidan que el voto, para ser democrático, tiene que reunir tres condiciones: ser libre, secreto e informado. Y si bien las dos primeras se dan prácticamente en todos los casos eso, frecuentemente, no ocurre con la tercera. Es el caso del político ganador que actúa en sentido contrario de lo que pública y formalmente se había comprometido a hacer. Talante del que Sánchez ha sido ejemplo paradigmático durante los últimos cinco años, mostrándose paladín de la patraña y maestro de la trola. Un político que, para mantenerse en el poder, ha sido capaz de hacer cualquier cosa, por deleznable que pareciera, y que, ahora, se nos presenta en actitud victimista pretendiendo vender la moto. En el otro lado de la feria está Feijóo, un político sosaina con experiencia de gobierno autonómico, y que ha liderado Galicia con cuatro mayorías absolutas sucesivas. Un político que, todavía, no ha tenido oportunidad de mostrar sus capacidades para gobernar un país tan grande y complejo como es España.

Que no nos enreden con zarandajas. Más allá de discursos, “shows” televisivos y todo lo demás que conocemos sobre las campañas electorales,  el elector no debería olvidar que el ejercicio del voto no se agota en su emisión. Por el contrario, el voto es un potente instrumento democrático que se emite con la finalidad de conformar un nuevo gobierno. En la verbena del 23-J, se ofrecen al elector dos opciones: o Sánchez o Feijóo. Solo uno de ellos tendrá la posibilidad de encabezar el ejecutivo en la próxima legislatura. Pero hay que comprender que, dada la dificultad de que alguno obtenga la mayoría absoluta, votar a Sánchez es votar a una coalición/asociación del sanchismo con la izquierda extrema, los neocomunistas, los separatistas y los filoetarras. Y, por el contrario, que votar a Feijóo es votar a una coalición/asociación del PP con Vox. Si la victoria cae en el primer grupo, tendremos repetición aumentada de los desafueros sanchistas que hemos sufrido durante cinco años. Si cae en el segundo será el soso Feijóo el que encabezará el ejecutivo. Tan simple, sencillo y comprometido como eso. Y no hay otra. Todo lo demás es farfolla.