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Verónica “fake”

Ella era la voz de quienes cogieron la escoba y la bayeta del polvo para limpiar el sanchismo del comité federal en Ferraz.

 

La chica de los recados de Susana Díaz en el PSOE de Sevilla es Vero. La “máxima autoridad” que fue por unos días de aquel susanismo que defenestró a Pedro Sánchez por encargo de su baronesa. Ella era la voz de quienes cogieron la escoba y la bayeta del polvo para limpiar el sanchismo del comité federal en Ferraz. Trabajo baldío, visto luego cómo quedó la nave que rescató Sánchez para su ego.

 

La posibilidad de hacer el ridículo no se quedó solo en aquel “canutazo” periodístico de Verónica, con el que obsequió, pletórica. a la canallesca, para mayor gloria y humorística gozada del mortal común. Escogió la manera más sonada, porque allí fueron de asonada los que aquí rinden vasallaje a Susana. Progresismo del qué hay de lo mío. Ya saben, una tercera vía del sur con la que garantizarse la nómina que permita seguir así de bien pagados.

 

La exmáxima y efímera autoridad del PSOE, que esa fue su altanera exhibición de frugal poderío, y también fugaz, ha sacado sus mentiras a pasear por Twitter, para, así es su infame escuela, confundir mintiendo y sin reparo a los encendidos amiguetes de la progresía andaluza, a cuenta del supuesto presunto desastre con el que JuanMa Moreno gobierna la sanidad pública.

 

Colgó la recadera sevillana de Susana Díaz,  en la sección de exabruptos y demagogias pintiparadas de su TL, una noticia “fake”, adornada con una fotografía de unas bolsas amarillas que hacían alegórica mención a la supuesta basura sin recoger, que pulula por los pasillos de los hospitales de Sevilla. Imagínense el texto, sabiendo los maestros de tan fiel alumna en la escuela política socialista del régimen andaluz, y la experiencia en mentir con el ejemplo más reciente de su secretario general. Sí, su adorado Pedro Sánchez. Ya sí.

 

Pero resulta que las susodichas bolsas amarillas no eran de basura, sino de ropa usada de las camas y baños de los enfermos. Sí, la que cada mañana renuevan y reponen los auxiliares habitación por habitación; la que amontonan en el pasillo hasta que llega la hora de recogerla, planta por planta. Se lo descubrieron en Twitter los mismos candidatos a morder el anzuelo de la demagogia que les propuso la traviesa chiquilla. Secretaria general de la delegación en Sevilla del PSOE, ojo. Y, claro, la llamaron mentirosa, que es el calificativo que más finamente puede definir su actitud tuitera, políticamente posteando. Demostró bajeza para ser tan alta representante pública, no exenta de ganas de ofender, no ya a los honestos trabajadores del hospital, sino a los propios clientes del progrerío.

 

La verdad se impuso, y le quebró un tuit mal intencionado. Sus disculpas, tras el Rosario de zascas sobrevenidi, fueron las mismas que el valor numérico que se obtiene juntando arqueados el dedo índice y el pulgar de la misma mano. O sea: cero. Su humildad es escasa para pedir perdón si no la reviste con demagogia barata. Y hay veces que ni así.

 

La política es el reino del “miente que algo queda”, por obra y gracia de la necesidad electoral a corto plazo de los partidos y sus dirigentes. Ese tiempo en el que vale todo para que nada de lo que hacen los rivales valga, aunque esté bien hecho. Hacer de lo “fake” un estado hipotético de la realidad, agasajando el odio que luego genera este bloqueo constante entre tirios y troyanos. Y hacer más ancha, si cabe, la zanja que separa ideologías, que no ideas.

 

Como hizo Adriana Lastra, la indocta portavoz del Grupo Socialista en el Congreso, que también llamó “bárbaros” a los actuales legítimos gobernantes de Andalucía. Y se quedó tan ancha. Cuando sus compis de la Faffe iban cerrando puticlubs con la tarjeta del crédito público, y no se le recuerda mención alguna a tan descarnada barbaridad. tal y como tampoco aquel expolio de los Ere mereció de ella tanta atención con epítetos de su bajo nivel. Compite con la TV pública de Rosa Marïa Mateo en ese silencioso despiste, por cierto.

 

Y es que así es cómo la política se entierra a sí misma en su relación con la sociedad a la que debería servir. Igual eso es lo que pretenden, no seamos ingenuos, Lastra y Vero, o cómo añadir a la política desprestigio nivel “fake”.