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Voxear

Dar a entender que uno es útil, aunque no gobierne, se convierte en el pragmatismo buscado.

 

En el pugilismo político actual es necesario camuflar la verdad para que ni el público, ni los que apuestan desde tribunas y atriles de opinión, vean debilidad en la defensa propia, ningún hueco por el que pueda entrar golpe bajo alguno. Hay que evitar el croché rival de derecha, o de izquierda, para no caer en la lona antes de tiempo.

 

Dar a entender que uno es útil, aunque no gobierne, se convierte en el pragmatismo buscado, especialmente cuando la fuerza electoral propia anda en busca de mayorías más anchas que amplíen su influencia allí donde resida la capacidad de decidir. Voxear es hoy en día algo así: un necesario ejercicio de influencia que derrote a su derrota, que haga crecer el suflé de una realidad aparente. De ahí el veto a los presupuestos de PP y C’s, esa enmienda a la totalidad que remienda silencios y enciende luces que enfoquen más a Vox.

 

Desde el PSOE de Susana Díaz intentan lo mismo pero en una intensidad que busca la respuesta contraria del voxeo. Es decir, susanear de manera somnilente para que los susanazos de cada día eviten hablar del fin de su régimen clientelar y arbitrario, y hacernos creer que Andalucía no vive hoy más que una pausa por culpa de un pequeño tropiezo electoral, un tránsito leve y temporal hacia un regreso mucho más fuerte y rearmado.

 

Cualquier partido lo que quiere es que su colaboración, necesaria y decisiva, no sea silenciosa, dada por hecha, regalada, sino querida, creída, solicitada y agradecida. Vox Andalucía quiere que C’s demuestre un mínimo afecto común e indivisible, por el que se haga constar que su anuencia y tolerancia a un gobierno menos de derechas que lo deseado por ellos, sea práctica, pero que no sea invisible. Algo así como no voy a aguantar tu insolencia con mis votos, decisivos para ti.

 

Eso de voxear se lo regala el C’s de Marín al PP de Moreno, porque en su ingenua forma de calcular futuros, los naranjitos hacen cuentas de lo mal que les iría exhibiéndose junto a los púgiles voxísticos más afamados y mediáticos. Igual su cálculo yerra cuando no aprovecha para hacer las cuentas de lo mucho peor que sería para el zumo de sus éxitos futuros permitir que este gobierno del cambio histórico no dure un santiamén. Amén.

 

Que Vox tenga 12 decisivos votos en el Hospital de las Cinco Llagas no es un regalo de la buena ventura sino una decisión soberana de los andaluces.

 

Tan soberana como la que puedan alegar desde el PSOE, PP, C’s o Adelante para blandir la fuerza de sus escaños. El ninguneo de C’s a Vox ha dado lugar a que se hayan apagado las velas de la espera. Ya no queda incienso con el que perfumar su silencio. Vox ha elegido dejar ese autismo que le ruegan que ejerza los veletas del naranjismo, y ha decidido llamar la atención con su intención. ¿Presupuestos? No, gracias. Y a la vera de Rivera se ha encendido un piloto de alarma. Lo acciona Marín, que pide árnica para voxearun poquito, aunque ello moleste a Monsieur Valls, ciudadano hispano francés de Cataluña.

 

Será pues recurrente, a partir de ahora, y con cada votación parlamentaria importante, saber si la coalición que gobierna hoy en Andalucia acepta, y actúa en consecuencia, que necesitan a Vox para que lo suyo siga produciendo templadas primaveras legislativas y no claudique su novedosa experiencia gubernamental en refugios perecederos como los de aquellos inviernos opositando, tan fríos y eternos.

 

Que los de Vox serán como quiera decirse que sean, pero nadie puede negar que sus doce estatutarios y constitucionales parlamentarios son imprescindibles para que el gobierno andaluz del cambio pueda seguir con sus cambios.

 

Y todo lo demás, para la retórica quede. Voxeo y susaneo. Una desagradable pérdida de eficacia. Y de  tiempo. JuanMa y Elías ya lo vieron. A ver si lo ven Marín y Rivera. O lo que queda.