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¿Y ahora qué, Juana?

Pepe Torrente
Pepe Torrente*

 

Ese mundo irreal que se inventan quienes creen en la justicia solo cuando les es favorable, tendrá que autoproponerse cierto examen de conciencia, para respetar y asumir que el Derecho tiene sus cauces, sus métodos, pero que ninguno pasa por desobedecer los dictámenes que emanan de su poder democrático. Guste o no, a la justicia no se le hacen afrentas, sino recursos.
Mucho me temo que en esta bandera que han izado los de siempre, a Juana la han utilizado como un trapo más para sus conquistas, y ella, amor de madre en ristre, se deja embaucar para pelear por la custodia que judicialmente no tiene, por quienes tienen el interés puesto en su fin ideológico, no en el bienestar de los hijos de Juana y Francesco, ni en si son más felices con el padre que con la madre. Si en nuestra democracia elegimos que lo que no es posible resolver entre los padres lo han de resolver los jueces, aceptemos sus dictámenes, pero no sólo cuando van en la misma dirección que nuestros propios intereses.
Y en este lío jurídico-político-ideológico-marital, cómo explicarnos que un abogado de prestigio, se supone, vaya al Tribunal Constitucional con un recurso de amparo, para que éste le diga, en horas veinticuatro, que rechazan su pretensión porque no está terminada la vía judicial ordinaria que la ley prevé. ¿Acaso ese prestigio no le obliga a conocer el procedimiento legal al dedillo, y esperar esa respuesta del Alto Tribunal? Pues eso, que se le acabó el prestigio al abogado.

 

¿Qué tipo de asesor jurídico es quien aconseja a su cliente que se dé a la fuga para desatender las obligaciones que emanan de las resoluciones judiciales?

¿Cómo ese mismo gabinete jurídico vuelve a ir al Constitucional tras la decisión de la Audiencia provincial de exigir el cumplimiento de la sentencia judicial ya dictada con anterioridad en Italia, para que el TC le vuelve a denegar el amparo por “extemporáneo”? ¿Estos prestigiosos abogados, conocen bien el Derecho y sus plazos, o quieren publicidad gratuíta a costa del sufrimiento de una madre? De nuevo, se les acabó el último rescoldo de prestigio que les quedaba.
¿Qué tipo de asesor jurídico es quien aconseja a su cliente que se dé a la fuga para desatender las obligaciones que emanan de las resoluciones judiciales? ¿Querían defender a los menores o es ahora cuando se ve cómo los han puesto en el doble peligro de que su madre pueda ser inculpada y encarcelada y que sea el padre, supuesto maltratador, quien se ocupe de la custodia?
A Juana Rivas le sobran propagandistas de fatua intención, políticos de cámara en ristre buscando complicidad social con su causa ideológica pero de beneficio partidario. A Juana la usan, pero solo ella será quien se quede pendiente de saber cómo se la juzga por prófuga, si se la condena o no, añorando no haber tenido antes la serenidad y el sentido común que exige la razón, y la ley. Mientras, los beneficios correrán de selfi en selfi por los «aprovechategui» de turno.
Si ahora la justicia actúa contra Juana Rivas por su desaparición y desobediencia, y le quitara la patria potestad, no es descartable que así sea, ¿a quién acudiríamos para exigir responsabilidades? ¿A Juana solo, o también a sus “asesores” legales? Porque a Juana le han ocupado parte de su responsabilidad quienes confundieron una ideología concreta con las obligaciones que todos tenemos que cumplir cuando la justicia dicta sus sentencias.

 

Nadie se ocupa de pensar seriamente en los niños, inocentes de todo, tan pequeños. En cómo les perjudicará que su familia esté en los papeles, en las radios, en la TV.

 

¿Volveremos a la calle a pedir que se desacate la orden del Tribunal que la juzgue? ¿Saldrá el alcalde de Maracena a hacerse unos selfies con las lágrimas de Juana para su campaña propia? ¿Iremos a San Telmo a visitar a Susana para que libere la agenda cinco minutos y que quepa una foto con Juana para que veamos lo progresistas que son?
Y el padre, ese presunto diablo, con sentencias varias que le dan la razón, el mismo con el que Juana volvió tras aquella condena por malos tratos para tener otro hijo, ¿ya no tiene ningún derecho a serlo y ejercerlo? ¿Por qué? Ah, que es hombre, y contra un hombre que exige sus derechos como padre no hay presunción de inocencia posible: culpable, del tirón. Aunque la justicia no lo haya visto así, el feminismo lo ha condenado de por vida. ¿Nosotros también? Ya. Para que no digan, ¿no?

 

Nadie se ocupa de pensar seriamente en los niños, inocentes de todo, tan pequeños. En cómo les perjudicará que su familia esté en los papeles, en las radios, en la TV. El objetivo es insistir en su campaña de fidelización a la causa de la igualdad, y los niños son, desgraciadamente, su mejor instrumento propagandístico.
Seamos serios. Vayamos al Congreso de los Diputados, al Parlamento europeo, donde haga falta, y cambiemos la ley si es que nos parece injusta, a través de nuestros representantes, democráticamente elegidos.

Pero mientras ésta sea la ley vigente, hay que cumplirla, te llames Juana, Juan, Ramona o Ramón. Eso es así en un Estado de Derecho. Y el nuestro aún lo es.

 

 

*Pepe Torrente es Funcionario. Militante del PP  y colaborador habitual en diversos medios.

@torrentepep