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¿Y si Sánchez hubiese pactado…con los nazis?

La Historia está para aprender de ella, y, como bien sabemos y mal aplicamos, quien no la conoce está condenado a repetirla.

 

¿Se lo imaginan? Algo difícil de asumir, qué duda cabe. En tiempos de polarización política, esperemos que no absoluta, merece la pena detenerse ante la rapidez de los acontecimientos y reflexionar un poco. Se estrena en primer gobierno de coalición de los Historia democrática de España (exceptuando a la Segunda República). No es, desde luego, la coalición soñada por los demócratas, pero es una coalición emanada de las urnas. Desde este punto de vista, tiene toda la legitimidad electoral que se podría esperar. Cuestión diferente es la legitimidad moral. Y no me estoy refiriendo sólo a los pactos opacos con los independentistas y con los herederos de ETA, que ya de por sí podrían remover siquiera un mínimo el escrúpulo de cualquiera que se considere defensor del Estado de Derecho. Estoy hablando del pacto con Unidos Podemos.

 

Unidos Podemos, como está paladinamente claro a estas alturas para quien no practique ese deporte de alto riesgo que es el autoengaño político, es una formación política de ideología totalitaria. Sus líderes políticos, Pablo Iglesias a la cabeza, no han cejado vez tras vez de autodefinirse como ‘Comunistas’. Menos escrúpulos ha tenido Alberto Garzón, que no ha dudado en celebrar el centenario de la Revolución Rusa como una ocasión histórica en la que el pueblo se hizo con el poder (sic), difundir el pensamiento de Lenin o poner a Cuba como un modelo de economía sostenible. Juan Carlos Monedero, ideólogo de la formación, consideró que a Lenin, Mao o Ho Chi Min, en tanto que fundadores de repúblicas (sic), merecen nuestro respeto. Y un largo etcétera. Quien guste de bucear en la Historia (la de verdad, la que hacen los historiadores y no la propaganda), descubrirá que la Revolución Rusa de 1917 lo que trajo fue una dictadura totalitaria de partido único que libró una ‘guerra de clases’ contra sus adversarios por medio del exterminio en masa. Averiguará, asimismo, que Lenin fue un dictador creador de la Cheka, una policía política diseñada con el objetivo de eliminar físicamente a sus opositores políticos y que fue precursora del famoso KGB, siendo además el primer dirigente moderno que ordenó el exterminio de poblaciones civiles por medio del gas en 1921, adelantándose a Hitler en dos décadas. Comprobará que Mao Zedong, líder del régimen dictatorial de la China Popular, fue el mayor genocida que ha conocido jamás la humanidad, organizando campañas de asesinato en masa contra sus propios compañeros y otros grupos, como el ‘Discurso de las Cien Flores’, el ‘Gran Salto Adelante’ o la ‘Revolución Cultural’, saldadas con más de 78 millones de muertos.

 

Este partido, que en su afán manipulador por parecer moderado ha relegado las banderas soviéticas que de vez en cuando se le escapan en las manifestaciones a un segundo plano, no ha renegado ni renegará de la Unión Soviética, que exterminó por hambre -y por otros medios- a más de 5 millones de ucranianos, dentro de las políticas de Colectivización y eliminación de grupos nacionales y étnicos incómodos, que ocasionaron otros tantos millones de víctimas en el conjunto del país. Y que, por si lo anterior no bastara, se alió con la Alemania nazi para repartirse Polonia, los países bálticos e invadir Finlandia y Rumanía, dando comienzo a la Segunda Guerra Mundial y reteniendo dichos territorios cuando Europa del Este quedó sometida bajo las botas y las bayonetas del Ejército Rojo.

 

Sin duda alguna, a nadie sensato se le pasaría por la cabeza llegar a acuerdo alguno con un partido de ideología nacionalsocialista, teniendo conocimiento de que llevaron a cabo crímenes semejantes y que dicha ideología es incompatible con la Democracia. Como también lo es el Comunismo. Sin ir más lejos, para quien quiera dedicar tiempo a ojearse los clásicos, Marx y Engels concibieron el Estado como un instrumento de ‘dominación de clase’, de manera que mientras este existiera no podía ser popular ni libre. Así, la Democracia era entendida como producto del Estado Burgués y el Parlamentarismo como una falacia que debía ser eliminada violentamente, en pos de la Dictadura del Proletariado, que se impondría por medio de la violencia y del Terror. No sólo eso, sino que determinados grupos y pueblos (entre los que citaban a los vascos, por cierto) debían ser exterminados al ser considerados como contrarrevolucionarios y primitivos. La puesta en práctica, en todas las épocas y en todos los sitios en que ello ha tenido lugar, de esta forma de pensar, ha dado lugar a exactamente los mismos resultados: hambre, pobreza, muerte y dictadura.

 

Con estas premisas, no cabe si no carajearse cuando en Unidos podemos hablan de ‘democracia’ y de ‘derechos humanos’, términos que pretenden patrimonializar para, precisamente, ocultar la verdadera naturaleza de sus ideas. Ideas que van orientadas a la eliminación de la Democracia liberal parlamentaria de la que son enemigos congénitos y que, si no consiguen socavar, no será porque no sea esa su intención. Pero la propaganda y la manipulación educativa que, con sus amigos del PSOE, han impuesto en este país, dificulta la percepción de esta realidad por muchos votantes que, engañados, creen verdaderamente que estos sujetos persiguen ampliar las libertades y los derechos sociales. Cuando el mismo Marx negaba en Sobre ‘La cuestión judía’ la vigencia de los derechos civiles como tal considerados al entender que separaban al individuo del colectivo. Por tanto, no se puede otorgar ninguna legitimidad moral al pacto de Pedro Sánchez efectuado con los comunistas, como, en coherencia con ello, no podría otorgársela tampoco a ningún acuerdo emanado de un entendimiento con los nazis. La Historia está para aprender de ella, y, como bien sabemos y mal aplicamos, quien no la conoce está condenado a repetirla. Alberto Garzón pude seguir haciendo paellas con una sudadera de la RDA.