The news is by your side.

Casa con dos puertas, mala es de…pagar

Ni por asomo me van a conceder un crédito hipotecario que supera los 200 mil euros y un interés menor al 3%

Voy a hacerles una confesión muy personal. Y les juro que no voy a someterla a referéndum entre mis escasos lectores. Llevo aproximadamente un año visitando viviendas en Sevilla, fundamentalmente pisos, porque, una vez jubilado (el día 26 cumplo 65 años), mi casa se me ha quedado demasiado grande y trato de mudarme a algún lugar algo más pequeño del centro histórico hispalense. Hasta ahí nada fuera de lo habitual. Como muchos jubilados que han cotizado cerca de cuarenta años de vida profesional por una futura pensión de más de tres mil euros, mi sueldo mensual ha quedado reducida en torno a los dos mil euros líquidos al mes y, aunque soy cliente prefrente de uno de los principales bancos de este país, ni por asomo creo que me vayan a conceder un préstamo hipotecario que supere los doscientos mil euros y con un interés menor del 3 por ciento por mucho que mi asesora personal se empeñe.

 

Así que, si finalmente decido lanzarme a la aventura de adquirir un piso nuevo, tendré que buscarme las habichuelas para poder pagarlo con mis escasos ahorros y no tener que dejarle en herencia a mi hijo una deuda descomunal que para él, con los mínimos sueldos actuales, sería imposible de afrontar.

 

Menudo regalito le haría a mis descendientes después de que le tengan que pagar a Susana Díaz un ojo de la cara y parte del otro para pagar los impuestos de sucesión con los que grava a sus paisanos andaluces.

 

Hasta aquí, una situación que podría tildarse de habitual para miles de parejas españolas que deciden iniciar, como dicen los progres de ahora, un “proyecto de vida familiar en común”. Ocurre, sin embargo, que en esta España de hoy, con tintes de desarrollo y con una economía capitalista, hay clases y clases. Y una de esas clases, claramente privilegiada, es la de los políticos. De todos los políticos de uno y otro signo. Da igual que sean los fachas del PP, los pringaos del PSOE, los acomodaticios de Ciudadanos o los inmaculados de Podemos. Todos viven en una especie de limbo superior e inalcanzable para el resto de ciudadanos que, paradójicamente, somos quienes le pagamos estos privilegios con nuestros impuestos. Unos ciudadanos a quienes están vetadas todas las ventajas de las que disfrutan sus señorías. Desde los sueldos a las pensiones, desde los coches a los móviles y desde las dietas a la jubilación máxima por sólo un lustro de supuesto trabajo. Y del increible crédito hipotecario de más de medio millón de euros de la procatalanista Caja de Ingenieros a un interés verdaderamente irrisorio. ¿Alguien me puede indicar donde está la sucursal sevllana de la citada entidad para ver si suena la flauta?

 

Comparado con lo de la Gürtell, con el millonario fraude de lo de los EREs andaluces, con los casos de corrupción en Madrid o Valencia, con lo que han trincado los Pujol, con el dinero negro de las comisiones de Zaplana, con lo de Urdangarín y con cientos y cientos de casos de corrupción política que surgen diariamente como setas en invierno a lo largo y ancho de nuestro solar patrio, lo del chalé de 600.000 euros de la pareja Iglesias-Montero, además de no ser ilegal, que no lo es, no deja de ser una nimiedad como fue lo del master de Cifuentes o el famoso traje de Camps.

 

Es más una cuestión ética y estética que ilícita. Pero claro, una cosa es predicar y otra dar trigo. Es lo del dicho bíblico de la paja y la viga.

 

Si el tándem Iglesias-Montero se hubiesen limitado a trabajar con su programa político de Podemos y no hubiesen abusado hasta la saciedad de promover escraches, de encabezar manifestaciones, de hacer manifiestos públicos de integridad, de defender su honradez en contraposición de la supuesta sinvergonzonería de todo el resto de la clase política o de la “casta” como ellos mismos la adjetivaron, todo sería distinto. Me hacen gracia las declaraciones de sus defensores sobre la “masiva campaña de difamación promovida por las cloacas del Estado” que, dicen ellos, se ha cebado con la parejita del chalé. A otro perro con ese hueso. La supuesta “campaña” es similar a la que ellos mismos promovieron hace escasas fechas contra Cifuentes con la connivencia de sus amigos de la Universidad. Ni más ni menos. Quizás aprendan ahora a valorar lo que supone el uso indebido de las redes sociales y la aplicación de la tesis goebbeliana de que “una mentira mil veces repetida acaba por convertirse en verdad”.

 

En fin, como no quisiera sobrepasar los cinco mil caracteres habituales de este artículo, vengo a resumir que, por primera vez en muchos años, los virginales muchachos de Podemos están sifriendo en sus carnes los efectos de su propia medicina. Y, desde luego, la forma de combatir la enfermedad provocada por la controvertida compra del chalé no es la de hacer un referéndum sobre el liderezgo de Podemos. Eso es lo que hacía Franco tras celebrar sus “XXV años de paz” o lo que hace su amigo Maduro cuando celebra elecciones en Venezuela. Poner la parte por encima del todo. Que los podemistas estén o no de acuerdo con la adquisición del casoplón por parte de Iglesias-Montero, nada tiene que ver con el proyecto político que ambos encabezan. ¿O sí? Lo dicho, emulando la película de Richard Benjamín, que interpretaba Tom Hanks, imagino que la pareja podemista se dirà en la intimidad de su hogar, aquello de, “compañer@, cariño, esta casa es una ruína”.