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El cuento del desarme de ETA

 

Pedro Pitarch
Pedro Pitarch*

Este viernes pasado intermediarios civiles —uno no sabe bien qué son y entre quién intermedian o pretenden hacerlo— han dado a conocer que el próximo 8 de abril, en nombre de ETA, notificarán a la justicia francesa la localización de los arsenales de la banda terrorista. Anuncian asimismo que ese desarme será unilateral e incondicional.

El lendakari Urkullu se había reunido con Rajoy, tres días antes, para avanzarle la noticia, así como pedirle que facilitara el proceso que, según los nacionalistas vascos, ahora se abre. Los expertos antiterroristas evalúan al arsenal etarra como reducido y en gran medida obsoleto, consecuencia principalmente de los reiterados descubrimientos de zulos y la correspondiente incautación de arsenales por parte de la policía francesa. Una vez hecha pública la intención auto-desarmadora etarra, el lendakari ha salido a los medios calificando ese supuesto desarme de ETA como “objetivo de valor histórico” a la vez que pidiendo a, entre otros, el gobierno español, “altura de miras y canales de comunicación directos”. ¿Qué significan tales términos? ¿Acaso que el Gobierno establezca algún tipo de negociación directa con la banda? ¿Acaso que se haga la vista gorda? ¿O ambas cosas? Supongo que eso lo debe saber bien el señor Rajoy tras la mencionada reunión con Urkullu que, la verdad, echa un olor “exploratorio” que tira de espaldas.

 

¿Por qué hay que pensar que ahora viene un desarme completo y definitivo? 

 

Más allá de la tramoya, lo que importa es el fondo del escenario.  No es la primera vez que ETA   ha anunciado “descansos” en su criminal trayectoria. Desde 1981 ha habido, salvo error u omisión, más de 15 treguas “unilaterales” u ofertas de “alto el fuego”, en la esperanza etarra de una imposible negociación política con el Estado. En la última, el 20 de octubre de 2011, tres encapuchados, tras una mesa y bajo el sangriento anagrama de ETA, anunciaban  “el fin de la lucha armada”. ¿Por qué hay que pensar que ahora viene un desarme completo y definitivo?

Recuerdo que tras aquella declaración de 2011 hubo una colosal orgía político-mediática. Opinaron casi todos: miembros del gobierno, parlamentarios, políticos, ciudadanos de a pié, familiares de víctimas del terrorismo y cuantos uno quisiera pensar. Sin embargo, no se permitió —y por tanto no se oyó—, voz alguna de militares o guardias civiles, dos grupos de servidores del estado que habían sido, y son, objeto preferente de la remanente capacidad asesina de ETA.  Ahora —me temo— va a repetirse la orgía y el silencio de una parte.

 

Durante toda mi carrera, he sentido y sufrido la amenaza de los pistoleros de ETA. Incluso, durante años, tuve que andar por la calle con escolta.

 

Para no ir más lejos trataré de explicar el significado de eso con mi propio ejemplo. Salí de la Academia con el empleo de teniente de Infantería en 1968, el año en el que los etarras asesinaron por primera vez, precisamente a un guardia civil. Me retiraron en octubre de 2011, precisamente en el mismo mes y año de esa declaración de abandono definitivo de las armas. Por tanto, durante toda mi carrera, he sentido y sufrido la amenaza de los pistoleros de ETA. Incluso, durante años, tuve que andar por la calle con escolta. Desgraciadamente también asistí a muchos entierros y funerales de compañeros asesinados por aquélla. Por eso a uno le cuesta abandonar la costumbre de inspeccionar los bajos del coche antes de subir a él, o la de mirar a ambos lados de la puerta de casa antes de salir a la calle. Se dice que el ser humano es un animal de costumbres y, por ello, no es fácil olvidarse de las que han formado parte de tu rutina diaria durante casi toda tu vida.

El que los asesinos no hayan matado desde hace seis años es, sin duda, una buena noticia. También lo es su potencial desarme. Pero ETA sigue. Los etarras no han manifestado su voluntad de disolverse como organización. Ni han pedido perdón a sus víctimas y familiares. Ni parecen estar dispuestos a asumir sus responsabilidades de acuerdo con las leyes vigentes. Ni nada de nada realmente definitivo. Por tanto ¿a qué viene el alborozo en el señor Urkullu? ¿Puede saberse cuál es su ganancia política? Porque mientras no se concrete todo lo anterior, todo parecerá un cuento.

 

El que los asesinos no hayan matado desde hace seis años es, sin duda, una buena noticia. También lo es su potencial desarme. Pero ETA sigue.

 

Gracias a la eficaz acción de, entre otros, los servicios de inteligencia y las FCSE, tras la derrota de ETA  en esa denominada guerra que había planteado a la Nación y la convivencia españolas,  ahora ya no hay nada que negociar. Ahora es tiempo de la rendición incondicional del agresor y la puesta de los criminales a disposición de la justicia. Estoy convencido que todo lo que no fuera esto resultaría inaceptable para la mayoría de los militares y guardias civiles que, aunque en principio callen, no por eso dejan de tomar buena nota de qué es lo que está pasando o puede pasar. A ver si va a resultar que lo que no consiguieron los etarras, sus valedores y otros recogedores de nueces con la estrategia del “tiro en la nuca”, lo van a lograr con la del “ahora no te mato”. Vaya, que encima habría que estarles agradecidos. Definitivamente, todo esto parece el cuento de nunca acabar.

 

*Pedro Pitarch es Teniente General del Ejército (r).

@ppitarchb