La mejor imagen del actual Podemos, la ofreció esta semana Pablo Iglesias. Celebró la revolución rusa bajo un enorme y artesanal cartel de la hoz y el martillo en Bolivia. Mientras, en San Petersburgo sobre la fachada del Palacio de Invierno, hubo proyección de imágenes, que se lleva tanto y queda tan moderno. Pero él allí, en Bolivia. Para colmo, se fotografió con Evo Morales regalándole una camiseta de futbol y un balón. Faltaban los abalorios y dar ya totalmente la imagen neocolonialista.
En el peor momento, dan impresión de confusos y desorientados. Ellos, que llegaron para convertir las emociones en acción política, los afectos en movilización y el resentimiento de millones de personas en votos, aparecen desbordados por una realidad que no comprenden. El resentimiento, la exigencia de que se cumpla el ideal igualitario y meritocrático de la modernidad en palabras de Moscoso, ya no les pertenece. Ahora les acusa. De intentar hacer sentir inferiores a quienes no celebran el secesionismo catalán.
He viajado mucho por España durante septiembre y octubre. Eran los días más tensos del dichoso procés. Allí donde iba, la sala de espera de aeropuertos o estaciones de autobús, en el metro, el bar del café de la mañana o el de la cerveza de la tarde, el tema era el mismo y la rabia parecida. Les afectaba por encima del secesionismo catalán. Este, incluso, se comprendía. Al fin y al cabo buscaban algo para ellos. En esas conversaciones que se entrecruzaban se les reprochaba despreciar a los españoles, y pretender pescar en el rio revuelto que contribuyeron a alentar. No se si es justo o no, pero ellos saben mejor que nadie, pues lo usaron, que los hechos cuentan menos que las sensaciones que producen.
Callaron y toleraron que uno de los suyos, un senador de Compromis, llegará a preguntar en el Senador cosas como ¿el roce hace el cariño en el barco?
Si un día buscan el inicio del fin de su pretensión hegemónica de la izquierda lo encontrarán en su actitud hacia los policías y guardias civiles desplazados a Cataluña. Mientras una sociedad pasmada y enfurecida contemplaba el cerco a trabajadores públicos -Guardias civiles y letrada de la Administración de Justicia- callaron y justificaron.
Como callaron ante el acoso en los hoteles, cuando no participaron de burlas, tras las que se adivinaba prepotencia y superioridad. Callaron y toleraron que uno de los suyos, un senador de Compromis, llegará a preguntar en el Senador cosas como ¿el roce hace el cariño en el barco? Sumen a la eurodiputada que pedía sancionar a España en la UE a Irene Montero, siempre un poco sobreactuada, afirmando desde el Congreso que aquí se violan sistemáticamente los derechos humanos y, como no, a Echenique. Este es el enemigo interior en Podemos. ¿Seguirá siendo, en realidad, un ultraliberal que se ha metido ahí para hundirles? El hombre que dice que vivimos en un régimen autoritario, y que el de Franco lo era. No una dictadura, era autoritario. Vamos, que era un poquito mandón, le faltó decir.
Si se vieran con los ojos de la gente, ellos que la mencionan tanto ¿Qué observarían? Recordarían aquel verso “me he visto a través de tus ojos, y lo que he visto no me gusta” El camarero que les sirve, por ejemplo, en este país donde en lo que llevamos de año se han celebrado 3,4 millones de contratos en Hostelería, les diría que dañar la imagen exterior puede dejarle sin empleo, mal pagado y con muchas horas, pero del que come.
Creyeron ser la voz de la indignación de la calle y no la han visto venir. Esa calle que está haciendo suyas las palabras de Passolini en la Italia de 1968, cuando abandonó el Partido Comunista. Escandalizado, contempló en aquellos días de mayo, estudiantes pequeñoburgueses del norte enfrentándose y burlándose de policías que, como el propio Passolini, salían de la Italia pobre del sur.
Tras las palabras de Carolina Bescansa, ahora fraternalmente condenada al ostracismo, la cosa se ha puesto peor.
En un texto muy recomendable, por lo actual, Passolini les dice “…Ustedes saben cómo ser prepotentes y seguros de sus prerrogativas pequeñoburguesas, amigos. Cuando ayer en Valle Giulia pelearon con los policías ¡yo simpatizaba con los policías! Porque los policías son hijos de pobres. Vienen de las periferias, campesinas o urbanas.” Y continúa “Los muchachos policías que ustedes por sacro vandalismo de hijos de papá, han acosado, pertenecen a la otra clase social. Hemos tenido un fragmento de lucha de clases: y ustedes, amigos, eran los ricos, mientras que los policías (que estaban de la parte equivocada) eran los pobres. ¡Linda victoria, entonces, la de ustedes!”
Tras las palabras de Carolina Bescansa, ahora fraternalmente condenada al ostracismo, la cosa se ha puesto peor. Antes de ellas creían que los cielos estaban ya casi conquistados, ahora ven la realidad ante sus ojos y reaccionan atropelladamente. Se quitaron de en medio a Fachin y este dijo una frase gloriosa: no ficharé por otro partido. Fichar, como quien cambia de equipo en un juego. El radicalismo es el último lujo de los privilegiados decía Valêry
Las clases medias que sufren para mantener su estatus, y los trabajadores a los que la globalización y la digitalización amenaza -impagable que Adidas abra una fábrica de zapatillas en Alemania manejada solo por robots- siguen ahí, pero despidiéndose de ellos. Y lo peor aún está por llegar. En el momento de las elecciones, como le ocurrió a Izquierda Unida, la tentación del voto útil acelerará el regreso de electores prestados por los socialistas.
Y, como conclusión, en Andalucía podría verse algo curioso. Lo dejo como reflexión para el futuro. El socialismo se fortalece gracias a su revolución interna. La victoria de Pedro Sánchez y el ocaso de Podemos regresa votantes al PSOE. La beneficiaria primera de esa revitalización del Partido de Sánchez será Susana Díaz, que lucrará el éxito de su archienemigo y todo ello habiéndose quitado a los sanchistas de en medio en “su” feudo. ¡Cuán paradójica es la política!
*Javier Menezo es Abogado. Funcionario y analista político.
@javimenezo