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El Presidente y la Güija

Necesitabas seguir jugando a la güija y resucitaste al fantasma del “Generalísimo”

 

Cuando era un adolescente estaba de moda, entre otras gilipolleces, fumar porros, ser anarquista y jugar a la güija. En mi caso, respecto a las dos primeras no me voy a pronunciar por no alarmar al vecindario, pero, sobre el jueguecito de la güija, tal vez por miedo o quizás porque siempre me interesaron más los vivos que los muertos, aunque en aquella época más las vivas lo he de reconocer, nunca jugué a semejante estupidez. De todos era sabido y así lo aseguraban los progres que habían osado enfrentarse al “vasito mágico” sobre el tablero diabólico, que los fantasmas una vez se hacían presentes ante los incautos que los habían invocado ya no consentían en volver a sus lúgubres orígenes.  Es decir, una vez que los fantasmas se te colocaban en el cogote para susurrarte el nombre del tipo que se estaba beneficiando a la maciza de tu grupo ya no abandonaban tan placentero lugar y te acosaban constantemente con múltiples sustitos, arrastres de cadenas y portazos a altas horas de la madrugada.

 

¡¡¡Ay Pedrito!!! Ya te lo avisamos, alma de cántaro, no juegues a la güija (del tema porros y la CNT también lo avisamos); pero no hiciste caso, desde entonces el espíritu del “presidente futuro” te acunaba noche tras noche, no importaba que te hubiesen despedido a gorrazos del club de los selectos o de la secretaría general de tu partido. No importaba que no te hubiesen votado ni la mitad de los incautos que votaron a Zapatero,  y ya hay que ser mala gente. No importaba que te hubiesen despedido a guantazo limpio y tuvieses que salir por la puerta falsa y emprender una desesperada carrera en tu “seiscientos” modelo 2015, para lloriquear de pueblo en pueblo un voto, un mísero voto que te hiciese resurgir de tus cenizas.

 

El espíritu del “presidente futuro” te dio la brillante idea de coaligarte con el maligno, con tal de llegar a tu ansiado pedestal, y ahora puede que lo pagues y muy caro.

 

Pero tampoco eso te fue suficiente, necesitabas seguir jugando a la güija y pusiste el dedo  en el vasito con tu colega la coleta, para invocar el fantasma del “Generalísimo”; y, para sorpresa de propios y extraños, éste se hizo presente y, como no podía ser de otra manera, este egregio fantasma os está jodiendo la vida.

 

¿Qué vas a hacer con él, Pedrito? Ese fantasma con su poder de convocatoria  ha atraído a  a otros muchos, y éstos han anidado en las almas de los incautos y  hastiados súbditos a lo  que tú tanto desprecias.

 

Os ha salido el tiro por la culata, ahora no sabéis qué es peor,  si el remedio o la enfermedad. Difícil disyuntiva;  dejar al General en su lugar actual donde no molestaba a nadie y casi había desaparecido de la memoria colectiva, incumpliendo la enésima promesa a los valedores de vuestra felonía  o asumir  su  trasladado a la Catedral de la Almudena donde será objeto de culto y se organizarán  visitas guiadas, mucho más cómodas y atractivas.

 

Se puede ser más tonto pero es difícil, ya lo dije y me reafirmo, superarás a Zapatero por goleada. Ahora a ver dónde coño metéis al fantasma. Por la boca muere el pez. Os dejasteis engatusar por el  brillo que daba ser un progre revanchista y habéis mordido el anzuelo, ahora  no tardareis en ser izados a la cesta de los moribundos, prestos a ser devorados, entre otros por vuestros entrañables compañeros de partido.