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Elecciones andaluzas, por si desaceleramos

Y con el electorado pendiente del otro gobierno socialista, el de Madrid, que puede animarte el día o crearte un Navantia.

 

Pues nada, votemos en Andalucía. El adelanto electoral sería -o, mejor, será- casi técnico y, desde luego, por más que exagere el PP andaluz, ningún drama. Ser oposición no es fácil. Acabas diciendo que adelantar elecciones es lo peor que hay en democracia, equiparable, tan solo, a no adelantarlas. Según sea Andalucía, o toda España.

 

Votemos. Ciudadanos ya no puede exagerar más el sufrimiento que le provoca los incumplimientos del pacto de investidura de Susana Díaz y acabarán riéndose inoportunamente en alguna rueda de prensa. Además, bien a todos.

 

A Podemos -o como quiera que acabe llamándose, me lio con ellos- porque su candidata será madre en las fechas en las que, de no adelantarse, se celebrarían las elecciones. A Ciudadanos porque no puede ya con tanto ninguneo. Al PP porque es mejor conocer, ya, por donde van sus apoyos electorales antes de que lleguen las elecciones buenas. Esto es el resto de las elecciones: municipales, europeas, mas autonómicas, generales…Digo las buenas, no porque las andaluzas sean malas en sí, sino para los populares que no aspiran siquiera a repetir resultados, lo son.

Y, por último, es bueno para Susana Díaz. Pedro Sánchez ya lleva 100 días en La Moncloa y el efecto bandwagon, que dicen los americanos, y aquí llamamos subirse al carro, aunque suena peor, se desacelera. Según parece, y por eso lo llaman así, cuando un partido gana las elecciones o forma Gobierno, en las encuestas siguientes son más los que recuerdan haberles votado que los que en realidad les votaron y muchos más los que se declaran dispuestos a votarles. Luego, ya, gobernar es agradar a unos y enfadar a otros. No se puede contentar a todos. Y si no, miren el asunto de Navantia y las armas de Arabia Saudí, el disgustazo que ha dado en estas tierras.

 

Pues eso, que gobernando los tuyos, lo normal es que el grupo de resentimiento vaya aumentando, y cuando con los datos de empleo y paro se empieza a hablar de desaceleración, mejor votar ya y despejar el campo.

 

Que, si han seguido esta columna, lo que se llama ahora desaceleración hemos titulado perder fuelle. Pues, queramos o no, es lo normal. Tras una crisis, con las plantillas tan ajustadas, cualquier incremento de actividad se traduce en un rebote fuerte del empleo.

Imagine que se ha quedado Ud. solo llevando el chiringuito de la playa, porque durante los años de la Recesión aparecía por allí el borracho del barrio y poco más. Ahora le anuncian que cada día de agosto llegarán a comer 200 personas. ¿Qué hará? Contratar. Mirar a ver si hay alguna subvención a la contratación, de esas que reducen cuotas a la Seguridad Social (y así, pone su granito de arena al incremento del déficit y la crisis de la pensiones) y elegir ese par de trabajadores tan económicos. Un par de horas al día. No sería el primer caso en que un par de horas dura de 10 de la mañana a 5 de la tarde. El tiempo es relativo decía Einstein.

 

Luego ya, el último día de agosto, además cae en viernes, despide a los dos contratados que pasan a engrosar la nada despreciable cifra de 363.017 bajas en Seguridad Social registradas ese día en España.

 

Pues bien, una vez que se mantiene la actividad, quizás aumente las horas, contrate otra vez a esas mismas personas, pero poco incremento de empleo más haría. El ritmo se estabiliza.

Y, en España esa estabilización comenzó, según los datos de la Encuesta de Población Activa, en el último trimestre de 2017, menor para los followers del anterior gobierno, que ha empezado este agosto. Normal, pero tiren de hemeroteca o consulten informes atrasados de gabinetes de estudios y verán titulares como “el empleo se ralentiza en la recta final del año” (24.01.2018) “El mercado laboral pincha en el primer trimestre” (Expansión, 27.04.2018).

Pues bien, Andalucía ha sido una de las Comunidades donde menos nos hemos desacelerado. En agosto el paro subió apenas un 1% y, desde las elecciones de 2015, la reducción del paro registrado ha sido de un 23%. Mientras, la tasa de paro ha bajado en más de diez puntos, desde el 33,65% al 23% actual. Para estándares europeos casi escandaloso, pero para nosotros una victoria regresar a al nivel de 2008. Por último, el total de afiliados a la Seguridad Social se ha incrementado un 41% en esta legislatura, 722.000 personas.  Esto no va a mejorar mucho más en los próximos meses.

 

Habrá nuevos partidos, nueva política y lo que quieran, pero no hemos cambiado tanto como para no recordar la afirmación que, ya en 1999, hicieran en su informe de los profesores Agustí Bosch y Clara Riba “Las funciones de popularidad” : Los votantes castigan a los gobiernos por las malas épocas económicas y les premian por las buenas.

 

Por no remontarnos muy atrás: en 2011 Rajoy ganó por eso y cinco meses después, cuando el paro seguía subiendo, había perdido seis puntos en intención de voto.  Bien es verdad que, después, el hombre tuvo unos problemillas con la corrupción en su partido, pero no sabemos lo que dirán los votantes. De ahí que a Pablo Casado también le interese utilizar el muestreo que le darán unas elecciones andaluzas (al candidato popular quizás no. Como vaya muy mal podría perder el empleo y eso no es agradable)

En resumen, en una Andalucía sin los sobresaltos de otras Comunidades, cuando además se esperan sobresaltos y, en este asfixiantes clima nacionalista que va calando por todas partes, de agravios comparativos a la menor de cambio; con un buen ritmo de creación de empleo y reducción del paro que, a partir de ahora y en el mejor de los casos se estabilizará; y con el electorado pendiente del otro gobierno socialista, el de Madrid, que puede animarte el día o crearte un Navantia donde no lo había, el adelanto electoral es la opción acertada. Para todos.