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Las disculpas de la Junta

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Pepe Torrente

Cuando el gobierno de Susana Díaz exige que pidan disculpas los que osan, se atreven quizá, a advertir públicamente sobre sus cosas in gobernando, lo hace desde el primer nivel. Sin recato que lo disimule, ni vergüenza que lo afee. El adlátere más cercano a Susana en su gobierno ha sido el responsable de pedir a los demás, especialmente al PP de JuanMa Moreno, que pidan disculpas por poner la información de los trapicheos en los cursos de formación de la Junta a disposición de la autoridad judicial que corresponda. No se lo van a perdonar en la vida. Ellos son intocables y que se atreva alguien a hacer uso legítimo de su responsabilidad fiscalizando al gobierno andaluz, les parece altamente rencoroso. Para ellos lo democrático sería asimilar que ellos mandan y los demás obedecemos. Y aguantarse toca.

¿Han visto al Sr. Jiménez Barrios pedir al PSOE que se disculpe por el uso y abuso de los ERE, por poner un ejemplo fácil?

Es sorprendente la altura escogida por el gobiernazo de Susana para exigir perdones al rival, en contraste con la mínima explicación ofrecida nunca cuando la culpa atenaza a cualquiera de sus miembros. ¿Han visto al Sr. Jiménez Barrios pedir al PSOE que se disculpe por el uso y abuso de los ERE, por poner un ejemplo fácil? ¿Alguien oyó alguna vez a miembro alguno del gobierno andaluz pedir al PSOE que se disculpe por tanto abuso de poder como el que se cometió desde el gobierno, financiando sindicatos y colaboradores varios? ¿Alguien que levante la mano? No. Es que sería pedirse disculpas a ellos mismos. Los que mandan en la zorra, pidiendo perdón a las gallinas zarpeadas del gallinero. El mundo al revés.
Ver la paja en el ojo propio y la viga en el ojo ajeno no es una metáfora bíblica. Es un aserto, casi un principio de acción gubernamental que el socialismo progresí de Andalucía lleva a cabo con la misma naturalidad con la que José Tomás se enfrenta a verónicas con el primero de la tarde; con esa misma pausada quietud con la que el fino diestro madrileño afronta los pases de pecho, muleta en mano (quién lo diría), sin más sonrojo que el que provoca ese “ahora me toca a mí pedirte culpas, que de las mías yo rencor no me guardo”.

Decir que el gobierno andaluz sestea, para ellos, es atacar a Andalucía. Criticar el paro que nos lastra, para ellos, es atacar a Andalucía. 

En el mundo de la política andaluza es muy recurrente envolver el interés general de todos con los principios que defiende el partido hegemónico que nos gobierna. El PSOE. Decir que el gobierno andaluz sestea, para ellos, es atacar a Andalucía. Criticar el paro que nos lastra, para ellos, es atacar a Andalucía. Poner en entredicho la política de enchufes y acondicionamientos particulares del gobierno andaluz, para ellos, es criticar a Andalucía. Es nuestro sino, vivir de esa grandeza con la que ellos emprenden cualquier acción de gobierno, aunque de sus resultados salgamos empequeñecidos, o más pobres aún que cuando empezaron. Es la doctrina que intenta asentar el régimen desde hace muchos años: confundir el interés general con el muy particular de su partido. Y el que se mueva, que se olvide de la foto.
Por eso quieren matar mensajeros díscolos con su mensaje. Y pretenden fumigar cualquier atisbo de crítica que ponga en duda su acción política. Para ellos eso es atacar la acción verdadera, que es su antidemocrática forma de entender la supuesta democracia en la que convivimos. Por eso piden al PP que se disculpe, para dejar fijada la impronta de la verdad en torno exclusivo a su mesa. Equivocada o no, su verdad es la que impera. A la fuerza. Y la verdad de los demás dejarla en simples peteneras. Aay, Habichuela, pon tú la música, que de ellos solo sale la letra. Y olé.