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Las hormonas de Andalucía

Emilio Arnao
Emilio Arnao*

Éste -locura mía por la escritura- es el tercer artículo que publico en  “Confidencial Andaluz”, con el que me identifico y practico el padel del pensamiento, de la opinión o del intento de la belleza poética. Quiero seguir escribiendo, así como un proyecto de principialismo en Leibniz, sobre Andalucía como raza o cultura, como patria española o como civilización entera.

 

Lo andaluz tiene su etiología de civilización ancestral. La gleba andaluza edita todo su subjetivismo que tiene que ver con una identidad bioquímica y neuronal que profundiza en su historia a la vez que protagoniza todo arte velazqueño que ya es el porvenir en todo su acontecimiento diacrónico. Sólo las hormonas de Andalucía sitúan el presente entendido éste como una superación del espacio y el tiempo.

 

Andalucía es tiempo. Un orden que viene desde lo dramático -asistamos al teatro de Lorca- y que evoluciona hacia la voluptuosidad, es decir, a una erótica de lo civilizatorio que nace desde este genoma hormonal del que hablo. Andalucía también es espacio. Una realidad extensa de paisajes, de olivares, de ríos poderosos, de naturaleza abiertas que después serán pintadas a lo mejor desde el cubismo de Picasso, el gran malagueño.

 

Andalucía es asombro y ensimismamiento, mezquitas en donde se esconde Góngora o integración de las distintas identidades. Al-Andalus es la identidad humana que reparte el humanismo de Eros más los versos ejecutivos de Gustavo Adolfo Bécquer. Todo lo andaluz es a la vez masculinidad y femeneidad en una misma pieza, dándose un hermafroditismo que deriva en la androginia ya escrita en “El banquete o del Amor” de Platón. Andalucía es Amor. Amor hacia la conciencia radical de un instante dentro del mismo instante. Por eso digo que Andalucía es la superación del tiempo y el espacio.

 

La raza andaluza pide libertad, luminosidad, la alegría que sale desde Moguer -aún está Juan Ramón Jiménez regando las plantas- hasta llegar a Sierra Nevada, pasando por el parque de María Luisa hasta llegar al esplendor de La Alhambra.

 

Cultura, arte, imaginario colectivo, otredad, “déjà vu”, las llaves de Boabdil, misterio, campesinado, mares pintados por los artistas románticos: todo esto es Andalucía y su genética hormonal. Existe la belleza erótica de toda una civilización que impone su historicidad más allá de toda una vocación sana y deportiva por el vivir.

 

La vida en Andalucía es la investigación de cualquier forma de dopamina. Lo mental andaluz como perplejidad ante el mundo.

 

*Emilio Arnao es  Doctor en Filología Hispánica, poeta y periodista. Trabaja en una tesis doctoral sobre Ortega y Gasset

@EmilioArnao