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Màxim Huerta: «El 20-D porta un espíritu semejante al de la Transición»

Sobre los atentados de París: «Las comparaciones posteriores sobre unos u otros muertos me parecieron innecesarias. El ser humano es gregario por naturaleza»

Alejandro Simón/ Redacción C.A.- Érase unas gafas eternas pegadas a una sonrisa. Sonrisa jovial y mirada anciana; Huerta se asoma al mundo desde sus espejuelos con la mirada de parecer el más sapiente de la tribu, pero con la sonrisa pícara de un chavalote de instituto. Màxim, más que el yerno que toda suegra desea tener, es sobre todo el nieto al que toda abuela quiere más que a los demás nietos. Chaqueta de cuero y deportivas que enfatizan su jovialidad, y pegado al móvil desde el cual maneja adictivamente sus diversas redes sociales, Màxim pide una caña y se siente feliz de estar en Sevilla, ciudad a la que vuelve y regresa con asiduidad. Últimanente solo por trabajo, aunque alguna vez también lo fue por pura felicidad.

Esa noche empieza a refrescar en Sevilla y , aunque tardío, el frío comienza a hacer acto de presencia en la capital hispalense como siempre acostumbra a hacerlo. A deshora y por sorpresa.

–Máxim, ¿dónde hace más frío, en la calle o en plató?.

–En la calle, siempre en la calle. Aunque a veces el plató de una televisión se vuelve gélido.

«No se puede vivir de la literatura. El mes a mes lo salva el escribir y colaborar con diversas publicaciones»

Acaba de publicar su quinta novela, No me dejes (Ne me quitte pas), y le pregunto si es verdad que no hay quinto malo: «Desde luego, a tenor de la reacción a mi última novela, no. Ya vamos por la cuarta edición en pocas semanas y se han vendido los derechos a nivel internacional a muchos países como Alemania, Polonia e Italia… Estoy feliz».

Y se le nota. Sobre todo, sereno.

–¿Se puede vivir de la literatura?

–No. Salvo por los adelantos antes de escribir la novela y por los posteriores pagos de autor que se hacen casi al año de haberse puesto a la venta, luego el mes a mes lo salva el escribir y colaborar con diversas publicaciones. Aunque vender tus derechos a nivel internacional salva en muchos casos.

Recuerdo un póster impactante de Amélie en su primera casa de Fuencarral –la edición coreana del cartel de la película y que ahora adorna su casa de Buñol– presidiendo por entonces su pequeña estancia de trabajo, consistente en una pequeña mesa y un Imac portátil.

–¿Por qué siempre París en tu imaginario?

–Porque París es un estado de ánimo. Porque allí han nacido todas las vanguardias. Porque allí saben plantarse un moño en la cabeza. Y porque París es como una buena amante, que siempre sale bien en todas las fotos, la hagas como la hagas. No obstante, esta novela huye del síndrome de Amélie de los japoneses. El París de mi novela es un París de refugio, a donde se huye, a donde te escondes, donde empiezas de cero y has de construir una nueva vida, una nueva casa.

–¿Has vivido tú ese París?

–Sí. He conocido el frío y el calor allí a la misma vez.

«París es un estado de ánimo. Allí han nacido todas las vanguardias. Allí saben plantarse un moño en la cabeza. París es como una buena amante, que siempre sale bien en todas las fotos, la hagas como la hagas».

Resulta inevitable hablar sobre los atentados de París. Màxim se preguntaba en sus redes sociales, después de la reacción a la barbarie: «¿Y ahora qué, después de las proclamas, los lazos y los emblemas?». Y ahora qué, le pregunto también yo. «Ahora viene la vuelta a la normalidad. Los franceses ya lo han decidido. Se han sentado de nuevo en las terrazas a pesar del miedo. Con la cabeza bien alta. Con ese orgullo tan parisino. La vida sigue.

–¿Existen lutos comparables?

–Todas las comparaciones poteriores entre los muertos de un conflicto bélico entre una y otra zona del mundo me han parecido una contrarreacción innecesaria. El ser humano es gregario por naturaleza. Nos duele lo cercano. Duele más el terremoto de Lorca que el terremoto de Filipinas. Me duele más una enfermedad en el ojo de mi madre que lo que pueda pasar en un sitio que no conozco. No todos los lutos caben en mi corazón.

La gira de presentación de la novela le está llevando a recorrer España de cabo a rabo. Tantos kilómetros se está haciendo como de España a Australia. Tantos como para «ser amigo de todos los taxistas españoles». Algo que le lleva a tener muy claro, cuando le pregunto por la emoción que le suscitan las elecciones del 20-D que «el cambio ya ha comenzado. Hay una necesidad absoluta de cambio. Es un espíritu parecido al de la Transición, aunque sin la espinita clavada como en el otro caso. Hay necesidad de renovación. Tengo esperanza en un cambio cercano. Aunque no creo en las encuestas y pienso que se van a equivocar. Nadie lo tiene claro, ni siquiera los ciudadanos. Gana el PP en encuestas porque es el que ejerce el poder y presenta a alguien ya conocido , a diferencia de los otros candidatos, pero las encuestas se van a equivocar».

–¿Es necesario hablar del atractivo físico de Pedro Sánchez como se hace en ciertos análisis y titulares políticos?

–Hablar de la belleza de Pedro Sánchez es absurdo. Igual que no se habla de la fealdad de Rubalcaba, qué culpa tiene él de ser tan guapo. Además, pertenece a una generación que se cuida más.

Màxim apareció en una famosa foto de café dominical en el local ‘Válgame Dios’ de Madrid junto a Pedro Sánchez y un nutrido grupo de intelectuales, periodistas y artistas asiduos a ese bar cuando Sánchez comenzaba a darse a conocer. «Salimos en aquella foto los que frecuentamos ese espacio», recuerda. «No tiene mayor trascendencia. También he ido a escuchar a Albert Rivera y me he fotografiado con él».

«El premio es un trabajo, no un sorteo. Al premio le siguen las ventas que tienes que tener después. Y eso es trabajo. Nadie lo hace por mí ni escribe la novela por mí. No es equiparable a una Primitiva. Equiparar la Primitiva a un premio literario frivoliza la cultura».

Precisamente el día en que hablamos se presentaban en Sevilla los finalistas y premio Planeta de esta edición. Màxim Huerta ganó el Premio Primavera de Novela en 2014 por La noche soñada.

Le pregunto si los premios en España condenan a la larga al ostracismo o sirven para hacer tiro al plato en el momento de ser recibidos. «Ignoro cómo lo gestionan los demás. Los premios son siempre positivos. A mí el Premio Primavera me dio confianza y tranquilidad literaria. Me empujó a escribir sin presión. A decir ‘a por la siguiente novela’. Con seguridad y con convicción. Y a nivel emocional el premio me llevó hasta Ana María Matute, un referente para mí y a quien dedico esta última novela».

Sonado también es su enfado por el mordisco que Hacienda le pegó a su premio: «El premio es un trabajo, no un sorteo. Al premio le siguen las ventas que tienes que tener después. Y eso es trabajo. Nadie lo hace por mí ni escribe la novela por mí. No es equiparable a una Primitiva. Equiparar la Primitiva a un premio literario frivoliza la cultura», opina.

Nuestra charla continúa en su último tramo por teléfono y ahora él desde La Coruña. «Una tournée que ni las vedettes«, comentamos entre risas. «Te dejo, viene un diario a entrevistarme. Y tengo que ponerme con el artículo de El Español. Sácame guapo y bien peinado, ¿eh?». Ha dejado las cámaras momentáneamente, pero el destino que tan bien está cumpliendo, lo delata de vez en cuando.