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   Periodistas

Es esta una profesión con mucha cabida. O sea, que tiene muchas tragaderas.

Clara Guzman
Clara Guzmán

-¿Periodistas? ¡Que les echen de comer!

Eso dicen que decía una aristócrata de raigambre cuando veía desbordadas sus posesiones por los chicos de la prensa. Claro, que bien podría ser una leyenda urbana o si me apuran rural, dada la cantidad de fincas que poseía la señora.

El caso es que periodistas y comida, la primera necesidad básica del ser humano, han ido siempre muy ligadas. Los más veteranos de la profesión recuerdan ese dicho que te endosaban nada más llegar a las redacciones sobre un reportero que solía decir: “La cantidad de gambas y langostinos que me tengo que comer para llevar los garbanzos a casa”. Eso era cuando había recepciones con condumio tras los soporíferos actos. O sea, la prehistoria. Ahora, si te dan una cerveza vas que te matas.

Todo esto viene al caso porque llevo días dándole vueltas a la cabeza a ver qué es lo que un periodista puede comer con 1,5 euros por escribir un artículo original de 320 palabras. Ni siquiera un bocadillo de “chopepó”. Porque el “chopepó” se ha puesto últimamente imposible. Claro que no saben cómo me consuela leer que si escribiera o escribiese veinte artículos recibiría la suma de 30 euros. El problema es que el periodista, como todo quisque, suele vivir en un piso, a veces tiene que pagar una hipoteca; tiene hijos, colegios de hijos; y facturas de luz, agua, gas, comunidad de vecinos, con las consiguientes derramas; teléfono para llamar a los contactos…O sea, que es insaciable. Vamos, que incluso pueden llegar a tener veleidades como hacer la ruta de la tapa de ensaladilla los años bisiestos.

[blockquote style=»1″]Los líderes de opinión son otra cosa. Bueno, de entrada, no suelen ser periodistas. Son simpáticos, comunicadores, tienen labia y sus padres no les han tenido que pagar un máster para ver si con eso les daban un trabajo y dejaban de vivir de la sopa boba.[/blockquote]

Lo más curioso de la profesión es que si te llaman para un puesto de trabajo y tienes menos de 30 años te dicen sin rubor que no te pueden pagar; que al contrario, deberías estar agradecido por trabajar en un medio de tanta solera, donde te vas a dar a conocer.

Si, por el contrario, eres un veterano de múltiples batallas periodísticas, ni se te ocurra preguntar por los emolumentos. Tú escribes para matar el gusanillo. No me seas materialista, hombre. Claro, que si de materialismo hablamos, el periodismo con los años, el desgaste y el silencio ante los atropellos, se ha convertido en una profesión que tiene valor de uso pero no de cambio. Algo así como el oficio de ama de casa. O sea, materialismo histórico.

Para la historia queda Gabriel García Márquez y su aforismo de que el periodismo era el oficio de preguntar. Claro que preguntar debe ser ofender para muchos, por eso en las ruedas de prensa todos mudos. Entonces, se preguntará el curioso lector, ¿para qué hay ruedas de prensa? Pues por eso, porque con las cosas de comer no se juega. Come y calla. Pero el periodista, por favor, que sea frugal, cualidad imprescindible para el aspirante; que toque muchas teclas y que sea multidisciplinar, vocablo que la RAE está estudiando como sinónimo de explotación.

Estamos hablando del periodista de a pie, de la fiel infantería, porque los líderes de opinión son otra cosa. Bueno, de entrada, no suelen ser periodistas. Son simpáticos, comunicadores, tienen labia y sus padres no les han tenido que pagar un máster para ver si con eso les daban un trabajo y dejaban de vivir de la sopa boba. La comida, siempre la comida. Ya saben, el periodismo es uno de esos trabajos que lo mismo puede desempeñarlo una señora que fue auxiliar administrativa en un hospital de Sevilla, que otra que tuvo relación carnal con un matador de toros. Es una profesión con mucha cabida. O sea, que tiene muchas tragaderas.

Claro que si tú te quieres ganar las habichuelas (volvemos al condumio) honradamente y ejerciendo el oficio más bonito del mundo, como decía también García Márquez,  prepárate para que el negrero de turno te diga: ¿Cómo que quiere cobrar por esto? Total, por escribir…

Pues nada, que nos sigan echando de comer.