La pija, la quinqui y Pedro Sánchez
Sin duda fue una entrevista eficaz para los objetivos que tanto el presidente del gobierno como sus asesores se fijaron.
La pija y la quinqui no ven televisión, se informan a través de las redes no solo para conocer las noticias de actualidad sino las últimas tendencias en música, series, películas interesantes… Están al día de lo que se cocina en el mundo sin necesidad de sentarse en el sofá con el mando a distancia en la mano. Su único artilugio, sacrosanto instrumento, es el teléfono móvil. Así lo pudimos comprobar en la entrevista que le hicieron a Pedro Sánchez para el podcast que difunden en spotify.
Entre copas con vino blanco y cerveza, que ya está bien del hipócrita vaso de agua o de tazas que impiden saber si lo que beben los contertulios es coca cola o güisqui, podía verse también una discreta tablet en la que los entrevistadores consultaban sus notas. En realidad les podía haber bastado con un smartphone. Como el del presidente, revestido con un funda roja casi a juego con la desenfadada camisa rosa con la que se presentó en el estudio de estos dos jóvenes representantes de la llamada generación Z.
Desde el minuto uno, la pija (Carlos Peguer) y la quinqui (Mariang Maturana) le hablan de tú al invitado, quien acaba de reconocer con naturalidad que hasta hace unos días no tenía ni idea de quiénes eran sus ahora anfitriones. Le llaman Bizcochito con la misma naturalidad que otros le pueden llamar señor presidente, hablan de música, de Taylor Swift, de Los Ronaldos… Para prepararse la entrevista, le habían rastreado su playlist y su cuenta de twitter hasta el punto que consiguieron encontrar uno de hace más de diez años en el que Sánchez contaba que se estaba tomando una pizza cojonuda en un determinado restaurante que desde entonces bautizó así esa variedad: “pizza cojonuda”.
La pija y la quinqui decidieron obsequiarlo con una pizza adquirida en ese mismo local, así que junto a unas tijeras la sacaron, la cortaron y la compartieron en directo; fría, eso sí. Sánchez les correspondió con un kit de merchandising sobre la Unión Europea, cuadernos, lápices, tazas, abanicos y foulards con el logo “UE23” o “Presidencia del Gobierno”. Así fue como coló el mensaje de que este semestre España, es decir, él, está ejerciendo la presidencia de los 27, la presidencia de la Comisión Europea.
Hablaron también de perros, que a él le gustan porque creció en una familia donde siempre hubo perros, pero que a su mujer no. Negociando con ella, que no soltaran pelo fue la condición que le puso Begoña, al final ha conseguido tener en casa una pareja de perros de agua. Sabe que le llamen “Perro Sánchez” y asegura que no le molesta, y en cuanto a “Falconetti” precisó que le parecía ingenioso.
Para hablar del poder de los bulos contó una anécdota durante el confinamiento en Moncloa, con parte de la familia contagiada cuando una de sus hijas, que hasta ese día se creía todo lo que le llegaba por redes, apareció con una noticia en el móvil donde se contaba que la familia presidencial estaba pasando la pandemia en Doñana tan ricamente.
Cuando Carlos Peguer, natural de Don Benito (Badajoz) y MariangMaturana, de Cartagena, le dirigieron la pregunta que en su famoso podcast le hacen a todos los invitados (“¿Tú que te consideras, más pija o más quinqui?”) Sánchez contestó que se crió entre Aluche y Tetuán (dos barrios populares de Madrid) por lo que pija no se veía mucho. En poco menos de una hora, dos jóvenes veinteañeros han dejado en evidencia a los entrevistadores convencionales, a tanto hierático profesional del postureo, a tanto relamido periodista empeñado en preguntar una y otra vez las mismas cosas que no interesan a nadie. O a casi nadie. En todo el tiempo que duró la conversación, creo recordar que de la oposición se habló una vez. O ninguna.
La pija y la quinqui cuentan con un segmento de audiencia que incluye a los casi dos millones de jóvenes que van a votar el 23J por primera vez en unas elecciones generales. No sé si la intervención de Sánchez en el podcast puede influir o no en el resultado de las elecciones, pero de lo que no cabe ninguna duda es de que este empieza a ser el camino más eficaz de llegar a la gente de a pie. Las entrevistas de los periódicos son largas y cansinas, reiterativas, pesadas. En televisión y radio, aunque a veces parecen combates de boxeo, tampoco obtienen ya las audiencias mayoritarias de otros tiempos.
Con su conversación con Pedro Sánchez, emitida a través de Spotify y luego troceada en twiter, tik tok o instagram, el programa de despedida de La pija y la quinqui esta temporada, cuya audiencia y repercusión desconozco cuando estoy escribiendo estas líneas, ha demostrado que las antiguas maneras de abordar la comunicación cuando un político quiere llegar a la gente van muriendo poco a poco. Ya no valen, o al menos no valen tanto.
Si los jóvenes de veintipocos, o veintimuchos años, no mira ya la tele, la tele o cambia o muere; si ni siquiera los menores de cuarenta se acercan a un quiosco para comprar un periódico ni por equivocación, la prensa o cambia o muere. Solo la radio parece que flota una vez más, pero que no se engañen demasiado: eso es gracias a los insomnes, a los viajes en coche y a las caminatas salutíferas del tanto personal como sale a pasear o correr con los auriculares puestos. Y porque las emisoras han apostado por los podcasts.
Sin duda fue una entrevista eficaz para los objetivos que tanto el presidente del gobierno como sus asesores se fijaron cuando decidieron aceptar la invitación a conversar con una pareja de jóvenes tan desinhibidos como habilidosos. Supieron acercarse al perfil humano de Sánchez sin recurrir a tópicos y sin que pareciera que se esforzaban, ni ellos ni el invitado, en esquivar temas espinosos. Aquello iba de lo que iba. Y funcionó.
Visto lo visto y escuchado lo escuchado, una cosa parece clara: el camino de los debates con mal rollo, las entrevistas kilométricas o los vídeos de propaganda encorsetados tienen los días contados, al menos en las campañas electorales.