The news is by your side.

El imperio de la mentira

Les permite defender cualquier cosa, incluso una y la contraria, sin complejos.

Como muchos sabemos, cada vez se está imponiendo más, especialmente en el ámbito político y sin ningún tipo de contención, el decir, defender y propagar mentiras. Es algo que está más que contrastado y que incluso sus propios propagadores lo admiten aunque, no por ello, dejen de hacerlo.

Además, es cada vez más evidente que dicho método aporta a sus defensores varios beneficios que les incentivan a seguir utilizándolo:

  • Les permite defender cualquier cosa, incluso una y la contraria, sin complejos.
  • Consiguen ganar y mantener un número considerable de adeptos, que no solamente les apoyan pasivamente, sino que se convierten en auténticos agitadores, multiplicando la difusión de estas mentiras en forma de fakes, de bulos, de falsedades… o como queramos llamarlas.
  • Les evita el tener que hacer planteamientos serios, razonados y contrastables con datos objetivos, que muchas veces desconocen y, por tanto, no quieren ni pueden aportar.

En definitiva, es una técnica inmoral, pero muy rentable y, por ello, han proliferado y  proliferan sus impulsores y seguidores. El ejemplo más reciente (por no citar a Hitler o a Mussolini) es el de Donald Trump en su anterior campaña y donde se sigue manteniendo de forma permanente; pero a este esperpéntico personaje le han seguido importantes discípulos, véase Bolsonaro o, por no irnos tan lejos, véase Díaz Ayuso y más recientemente Feijóo. Y no les va mal, aunque Bolsonaro al final no consiguió ganar las recientes elecciones y Trump, tampoco, pero ahí tenemos a una Díaz Ayuso que ha conseguido una mayoría absoluta, a base de decir mentiras o simplezas sin sentido, (por ejemplo, salvar el medio ambiente de Madrid, poniendo una macetita en cada vivienda… ), o a Feijóo, negando la verdad verdadera, incluso después de que una periodista le diera datos objetivos y reales, lo que  descubría sus altas cualidades  para ser un calamitoso líder de la oposición…

Me resulta especialmente espeluznante el ver que ante la última, y quizás más escandalosa, acusación judicial a Donald Trump, éste no solo se mantenga en sus trece, sino que se mofe e insulte sin piedad al propio fiscal y, lo que es peor aún, incremente el nivel de apoyo popular. Porque lo malo no es que existan los Trump-osos o los Díaz Ayusos, que podría ser anecdótico, lo malo es la cantidad de ciudadanos que están dispuestos a apoyar esta forma de liderar una opción política. Y hacen que se conviertan, de forma fanática, en auténticos líderes sociales. Da igual que no gestionen bien, o sencillamente que no gestionen, da igual que sea mentira lo que dicen y que no argumenten el porqué hacen afirmaciones de determinado calado. Todo da igual, lo ha dicho fulanito y eso basta.

Pero en política, como en otras facetas de la vida, no todo puede valer y, ante estos grandes males que se están extendiendo prolíficamente y que tantísimo daño pueden hacer y están haciendo a muchos millones de ciudadanos, tiene que haber grandes remedios. Y creo que en el punto en el que nos encontramos, la propia descalificación y denuncia de inmoralidad y de falta de ética no pueden ser suficientes, porque ya han demostrado que les da igual. Por tanto, yo propongo, de la forma que mejor sean capaces de hacerlo los expertos en leyes, que al menos en el ámbito político, queden descalificados/inhabilitados aquellos presuntos líderes que utilicen, sistemáticamente y sin ninguna disposición para cambiar ante las evidencias, estas técnicas populistas. Que queden descalificados, insisto, para ser candidatos a algo y que, si sus seguidores los quieren seguir apoyando, no sea para que ocupen cargos de responsabilidad en los que hay que exigir un elevado nivel de ética, de compromiso y de honestidad.

Repito, ante grandes males, grandes remedios, porque buena parte, si no toda la humanidad, puede depender más pronto que tarde de las locuras de cualquier chiflado de esta calaña. Sigo temblando cuando veo el comportamiento de Donald Trump y, sobre todo, el comportamiento de sus millones y millones de seguidores (que algún sociólogo o psiquiatra nos lo explicará algún día: creer que esto es lo que debe imperar y, por tanto, lo que hay que apoyar, sin ningún tipo de complejo, contención ni recato).

¿Llegaremos a ver a un Donald Trump presidiendo el país desde la cárcel?

¿O que llegue a Presidente un coleguita suyo y lo indulte inmediatamente?

¿Se consolidarán estos millones y millones de defensores de estos ataques furibundos a una democracia, tan supuestamente consolidada como la norteamericana?

¡Me niego a ser cómplice, ni siquiera pasivo, de esta situación!.