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Rajoy, fin de la crisis

Quien sabe si, otra vez, votamos en Andalucía y se forma gobierno cuando sean las municipales. Justo lo que Susana Díaz quería evitar.

Con la caída de Rajoy acaba la crisis en España. Así que lo pienso. Era el último de los lideres de la Gran Depresión que quedaba por salir. Abruptamente, como el resto. Con él termina el liderazgo de quienes estaban en primera fila, segunda – y hasta fila cero si pensamos en el rey emérito- en los años en los que la crisis económica derivó en institucional, de representación y a punto estuvo de serlo orgánica. Rajoy era el último de los de antes.

Ahora estamos ya, en la nueva normalidad, con dirigentes de post-crisis (Si, cierto, Rajoy aún dirige su partido, pero porque están en fase trauma profundo. En cuanto lo somaticen, lo descabalgan de la dirección del partido. Total ¿Qué puede ofrecerles? ¿Qué cargo?) Y que significa esto, pues que a quien no hay un pasado al que volver, porque las reglas económicas, políticas y sociales son otras. Se puede intentar mejorar estas, y estaría bien, pero no hay un mítico “antes de” al que regresar.

 

Así que Rajoy salió. Para alguien tan aficionado a los deportes resulta irónico que se dejara afectar por el clásico error del síndrome de la mano caliente.

 

Un jugador encesta varias veces y todos creen que va a volver a acertar porque lo que está ocurriendo ahora va a seguir ocurriendo en el futuro. Creyó que con la corrupción sería lo mismo. Una y otra vez con lo de son cuatro manzanas -la cosecha ya llenaba un camión-. Aderezado con el y tu más (que a la gente normal le repatea)

Nada, que no. No vieron que la clase media, tan alérgica a revoluciones, estaba llegando al punto de sacar la antorcha y la pica y asaltar el palacio de invierno. Los másteres, las carreras universitarias sacadas a velocidad supersónica era la gota que desbordaba el vaso del resentimiento de esa clase media. ¿De qué sirve el esfuerzo de mis hijos, y el pastizal que me cuestan, si su titulación va a valer menos que el papel en el que esté escrita? Se dijeron docenas de padres.

 

Y aquí estamos este fin de semana, viendo el desfile de cesados, con cierta malsana satisfacción. No se equivoque el PP. No es el lumpen carbonario quien celebra su salida. Son las clases medias hartas de ver el servicio público convertido en una fabrica de privilegios a jornada completa.

 

Y ello, pese al intento de Monedero de pasar a la historia, con la foto esa. Allí, con su disfraz de joven estudiante revolucionario de cuando vivía Marx, sujetando por los hombros a Soraya Sáenz de Santamaría.

Tampoco se confunda nadie, otra vez, con Pedro Sánchez. A estas alturas nadie debería dudar de su capacidad sobrehumana para sobreponerse y triunfar. No es verdad que haya dulces derrotas. Eso fue una ocurrencia de Felipe González con nefastas consecuencias. Animo amigos, no hagamos nada, es una dulce derrota y verás como en las próximas elecciones, arrasamos. La gente sabe que somos lo mejor para España. Conclusión: Quien en 1993 ganó por 300.000 votos, en las siguientes sacó mayoría absoluta. El poder viene a dar como mil votos diarios.

De eso es consciente Albert Rivera, de que el poder atrae como la luz a las moscas en las noches de verano, que si el vecino ha puesto un chisme de esos que las electrocuta, te pasas toda la velada escuchando chispazos. Esos chispazos se escuchan ya en Ciudadanos. Se preguntarán, con buena lógica, si sus sueños de gloria no serán, al final, sino polvo en el viento de las encuestas. Con el PP jugando al resentimiento los votantes virtuales de Ciudadanos pueden volver al sitio de donde, en realidad, no se fueron.

¿Y Andalucía? Otra vez a recalcularlo todo. Las primeras elecciones tras el relevo exprés serán aquí. En mi opinión, votantes descontentos con el PP, que se hubieran abstenido o votado a Ciudadanos para que Rajoy reaccionara, pueden regresar al voto popular y, chico, con un enfado de mucho cuidado. Así, pues, quien sabe si, otra vez, votamos autonómicas en Andalucía y se forma gobierno cuando sean las elecciones municipales. Justo, justo, lo que Susana Díaz quería evitar.