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Razón de Estado y regeneración democrática

El  espacio de la regeneración democrática en España se está reduciendo tanto que la hace casi imposible. Existe una agilidad estratégica en la derecha sobre la razón de Estado, el maquiavélico arte dello Stato, y una pésima interpretación conceptual por parte del PSOE, principal partido de la oposición, que la convierte para la posición política de la organización socialista en un malentendido contra su propia razón de ser. Las circunstancias en las que nace el término regeneracionismo es sorprendentemente un daguerrotipo del actual avatar de la vida pública, en ese fatídico bucle que se cierne sobre la historia de la nación, esa historia que es la peor de todas, como escribió Gil de Biedma porque acaba mal. El movimiento regeneracionista que se desarrolla a fines del siglo XIX es una consecuencia directa de la crisis del sistema político fundado por Cánovas en la Restauración: la alternancia de partidos, que había proporcionado al país una falsa estabilidad y que se sostenía sobre la base de una gran corrupción política que impedía visualizar la efectiva miseria del pueblo y el mal reparto geográfico de una tardía revolución industrial, el caciquismo, y el triunfo de una oligarquía económica y política. Este término se definió ideológicamente a través de la influencia del krausismo, filosofía que pregonaba la libertad de conciencia, introducida en España por Julián Sanz del Río.

 

La intervención de la Generalidad de Cataluña puede convertirse en una nueva forma de hacer política o, más bien, de prescindir de la política en las actuaciones del poder.

 

Las circunstancias políticas se reproducen en gran parte cien años después para darle la razón a Azorín cuando afirmaba que vivir en España era hacer siempre los mismo, sin embargo falta en este lance histórico la calidad del pensamiento crítico, expulsado de la política como la política misma por un régimen de poder instalado en la postverdad y en proceso de bunkerización que pone en severo riesgo derechos, libertades y la calidad democrática cada vez más desvencijada. Un nuevo hiato histórico ya que como nos recuerda Eduardo Subirats, desde Ganivet hasta Castro o Zambrano el centro gravitatorio de la regeneración española ha sido una reforma de la inteligencia, aplazada por siglos de totalitarismo y escolástica. A partir de ahí, sólo existe el extrañamiento del debate y la responsabilidad política. Es decir, se trata de constreñir el espacio de lo posible y, para ello, limitar el horizonte de lo opinable.

La narrativa conservadora imperante, indecorosa por cuanto criminaliza el malestar ciudadano y condena a los inocentes, se puede diseccionar a través de lo que Noam Chomsky define como estrategia de la distracción donde el elemento primordial del control social consiste en desviar la atención del público de la verdadera etiología de los problemas. En pocas ocasiones en nuestra historia reciente los desequilibrios del régimen  han sido tan agudos y perniciosos y su reacción ante ellos por parte del poder tan cínicos y destructivos, comenzando por la negación de la naturaleza esencialmente política de los problemas.

La intervención de la Generalidad de Cataluña puede convertirse en una nueva forma de hacer política o, más bien, de prescindir de la política en las actuaciones del poder. El gobierno ha intervenido las cuentas del Ayuntamiento de Madrid y amenaza con hacer lo mismo en otros municipios y autonomías cuyas políticas desagraden a los conservadores. Montoro debe de haber recibido órdenes de hacer todo lo posible para que Manuela Carmena no vuelva a ganar. Y las elecciones municipales pueden llegar antes de que se sustancien los recursos por ella presentados. Es parte de la reluctancia del sistema a sus límites de actuación democrática donde el espacio de la fuerza se dilata a costa de la centralidad de la soberanía ciudadana. La Comisión Europea ha informado que España es el país con mayor índice de desigualdad económica entre todos los de la UE, lo cual quiere decir que aquí tenemos las mayores diferencias entre los que más ingresan y los que menos.  Pero esto se ignora y se continúa con propaganda que magnifica las bondades de la política  económica del gobierno. Lo realmente trascendente para el poder es que  nadie clame contra el gravísimo atentado a la democracia que supone la actuación del ejecutivo y para eso está la razón de Estado.

 

Los mismos dirigentes que airearon teorías conspiratorias en el 11-M y financiaron a los medios que las amplificaron, colocan ahora el asunto de la postverdad como una de sus prioridades.

 

Y si el Estado tiene que defenderse de una conspiración orquestada por Rusia y Venezuela lanzando noticias falsas por el ciberespacio, quien puede negarle el derecho a defenderse a costa de lo que sea, que siempre acaba siendo la calidad democrática. Ya Baltasar Gracián hablaba de “razones, no de Estado, sino de establo.”  Porque en realidad de lo que se trata es de deslegitimar cualquier aval de la realidad, ya sea real o virtual, y ser ellos los que determinan qué son fake news y qué no cuando hay un flujo de información contrario a sus intereses. Los mismos dirigentes que airearon teorías conspiratorias en el 11-M y financiaron a los medios que las amplificaron, los cuadros que culparon a policías, jueces y fiscales de orquestar campañas contra el PP en el caso Gürtel, el Gobierno que fabricó informes desde las cloacas del Estado contra sus rivales políticos, colocan ahora el asunto de la postverdad como una de sus prioridades. El método lo reveló -sin saber que esa charla iba a trascender- el exministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, una persona muy próxima al presidente del Gobierno Marino Rajoy,  durante una conversación con el responsable de la agencia Antifraude de Catalunya, Daniel de Alfonso, Fernández Díaz y De Alfonso no solo planeaban juntos la fabricación de informes sobre adversarios políticos del entorno independentista utilizando a la Fiscalía, sino que llegaron a repasar nombres de periodistas a los que filtrarles esa mercancía.

La derecha ha envuelto al Partido Socialista, en esa razón de Estado, que  priva al PSOE de toda su capacidad  identitaria, lo que le hace perder cualidad y, por consecuencia, la idea de sociedad que propugna. Porque el 155 de Cataluña es, en realidad, un instrumento totalizador, que como ya hemos visto en Madrid, puede tener un largo aliento en la bunkerización del sistema y en la creación de un espacio cada vez más postdemocrático. con un 155 también social que penalice el malestar ciudadano y, como afirma Rajoy, se vuelva a la “normalidad”, que no es otra cosa que implantar el orden de los sepulcros blanqueados, es decir, aceptar por parte de la mayoría que lo peor sea la verdad. Por ello, la izquierda y singularmente el PSOE, debería apartarse de la razón de Estado y acercarse a la razón de la sociedad y para ello hay que reconstruir un olvidado pensamiento crítico regeneracionista, porque como afirmaba Herbert Marcuse, el pensamiento no denuncia tan sólo lo existente, sino que además al criticarlo, está abriendo las posibilidades de una real transformación.