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Sánchez, doctor emérito en lengua castellana

Tiros al aire, pamplinas sin sentido, medidas fallidas con freno y marcha atrás, enormes globos sonda para entretener al personal y apartarlo de los grandes problemas.

 

 No sé si el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es doctor en algo o si, como afirman algunas investigaciones periodísticas, su curriculum es más falso que un billete de tres euros. Ni lo sé ni me interesa dado el nivel intelectual y académico que demuestra una buena parte de nuestros actuales representantes políticos. Lo que sí puedo asegurar sin miedo a equivocarme es que sus discursos e intervenciones públicas están trufados de figuras estilísticas y retóricas más propias de un miembro de la Real Academia de la Lengua, que de un licenciado o doctor en Economía y Empresas, que nadie sabe al final lo que es. Y eso, comparado con el analfabetismo de diputados como Rufián, es todo un logro intelectual.

 

De momento, su empeño en reafirmar obsesivamente el puesto político que ha conseguido tras varios años de lucha, no por méritos propios, sino gracias al apoyo de populistas, independentistas y otras gentes de mal vivir, supone una reiteración, una repetitiva cantinela que me recuerda al visir Iznoguz, el conocido protagonista del comic de Goscinny y Tabary, cuya frase emblemática era la de “quiero ser califa en lugar del califa”.

 

La de Sánchez, repetida hasta saciedad una docena de veces en su última entrevista televisiva, realizada por Ana Pastor en la Secta (perdón, la Sexta), fue: “yo, como presidente del Gobieno que soy”, reafirmando un hecho obvio, una especia de anáfora para autoconvencerse y convencer al resto de los ciudadanos (y ciudadanas, claro) de que no está donde está por casualidad, sino por la aplicación de un sistema electoral obsoleto, a todas luces injusto y escasamente representativo, y de unos pactos espúreos que pueden costarnos al resto del país demasiado caros. Y es que si a Sánchez le colocáramos una chilaba podría dar en Cádiz el pego carnavalesco como el visir Iznoguz diciendo algo así como: “Quiero ser Rajoy en lugar de Rajoy”.

 

Al fin y al cabo, Pedro Sánchez está gobernando con los presupuestos de su antecesor y, de momento, todo lo que ha hecho son meros gestos para la galería, sin derogar las prometidas leyes de empleo, educación o seguridad, tal y como había asegurado hacer. Vamos, meros tiros al aire, pamplinas sin sentido, medidas fallidas con freno y marcha atrás, enormes globos sonda para entretener al personal y apartarlo de los grandes problemas que actualmente sufre y padece la sociedad española y que son los que de verdad deberían preocupar al Gobierno que preside. Exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos, subida de impuestos para la Banca y los “ricos”, aumento descontrolado del precio de la electricidad y subida del precio del gasóil por ser supuestamente contaminante, venta de “bombas buenas” a Arabia Saudí, sanidad universal y gratuíta para los inmigrantes, reforma de la Constitución para reducir el número de aforados, acercamiento de los políticos presos a Cataluña y de los reclusos etarras al País Vasco, acogida con alharacas de los inmigrantes del Aquarius,…y así hasta una veintena de medidas de pura opereta que están afectando directamente a la economía española frenando su desarrollo y dejando en la estacada del paro a cientos de miles de paisanos.

 

Pero a lo que íbamos, al uso y abuso de figuras retóricas en sus intervenciones para tratar de enmascarar sus carencias. Veamos algunas.

 

Sánchez se ha convertido en un experto en la utilización del oximoron, que, como imagino que ustedes saben, es la combinación en una misma estructura sintáxtica de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido, como por ejemplo, “un silencio atronador”. Así, lo de las “bombas buenas” vendidas a los saudíes que, como decía Gila, “matar no matan, pero asustan” es un oxímoron de libro. Si hablamos de metáforas, las hay incontables en sus discursos sobre todo cuando alude a los inmigrantes o al feminismo de su “Gobierno bonito”. En cuanto a la hipérbole (visión exagerada de la realidad) sólo basta con escuchar su defensa de la gestión de sus ministros y ministras para hacerse una idea (“la economía española va como un tiro”), Y ya he explicado su obsesión por las aliteraciones y las anáforas (“yo como presidente del Gobierno”). Vamos, todo un compendio de figuras retóricas que ni siquiera el director del Instituto Cervantes, el poeta García Montero, sería capaz de superar a lo largo de su obra. Y la sinécdoque (el todo por la parte y viceversa) está más que clara cuando Sánchez afirma que atacarle a el, es atacar a la democracia. !Qué desfachatez!

 

El problema de todo esto es que la gestión de Sánchez en estos poco más de tres meses que lleva en el cargo, se limita a una débil clase teórica de política ficción que la cruda realidad de las mayorías parlamentarias se encarga de echar por tierra.

 

Y asi nos encontramos en una especie de caos institucionalizado en el que el futuro se vislumbra poco menos que aterrador. Puede que mis lectores me acusen de pesimismo. Es posible. ¡Qué más me gustaría a mí que escribir sobre los éxitos del Gobierno, sea cual sea su color político! Pero si somos realistas y, como en el Mayo del 68, pedimos lo imposible, me da que esa imposible posibilidad (oxímaron al canto) se presenta cada día como una utopía de difícil alcance. Seamos claros, esto no lo arregla ni la modificación de la Constitución ni los pactos bajo cuerda con populistas e independentistas. La única solución a corto y medio plazo es acudir a las urnas, que el Señor nos ilumine a los españoles y que salga el sol por Antequera. Sólo así encontraríamos una salida a una situación que se va enquistando y deteriorando más y mas cada día que pasa. Y lo de los másteres no deja de ser una broma pesada, pero sintomática, dentro del enorme lío en el que estamos metidos.