The news is by your side.

Sigue el divorcio entre la Universidad y la empresa

Si los profesionales se desvinculan con la universidad donde estudiaron...

Discurrían los primeros años de 1960, sin duda menos espesos, y hasta tal vez el espacio-tiempo se expandiese con menor prisa. Una de las ventajas de nuestra especie, al ser de tamaño mediano, es la de observar las dimensiones grandes y pequeñas en medio de las cuales pululan los trajines de la vida.

En el referido trajín nos encontrábamos, dadas las idas y vueltas a Madrid de mi amigo para estudiar ingeniero industrial y químico, o sea, gran magín el suyo para sana envidia del mío. Cuando consiguió la titulación me refirió un caso para pasmar al más curtido. Me dijo: «No sabiendo a dónde acudir para calcular la cimentación del voladizo de una estación de servicio, recurrí a un maestro de obras, hombre forjado en tales menesteres. Gracias a su ‘ojo constructor’ así los puse, obteniendo la aprobación del proyecto final ante un tribunal sin preguntas incisivas.

 

Debo reconocer y te aseguro el largo proceso teórico durante mis estudios en el cálculo de integrales, derivadas y otras argucias para terminar rendido y humillado ante el ‘homo prácticus’: «Jefe, para lo suyo dele tres metros de profundidad por setenta de lado a los pilares y, seguro, no fallará…».

 

Mis resortes saltaron al leer hace un par de días la siguiente afirmación del joven sevillano Luis Márquez al terminar sus estudios universitarios: «Durante los cuatro años del grado, por desgracia, no te preparan para la vida laboral. Sales de la universidad teniendo muchos conceptos generales sin poderlos aplicar a la realidad del trabajo. En este sentido, uno de los aspectos positivos fue el de haber cursado por mi cuenta un máster de aproximación al mundo laboral, pues me aportó puntos de vista en el día a día y no lo contado en los libros».

O sea, después de casi sesenta años las cosas siguen igual: divorciado el matrimonio de la universidad con la empresa, a pesar de ser España una adelantada en la legalización de la homosexualidad matrimonial. Pues ni por eso…

Dicen los científicos lo conveniente de estudiar a los grandes simios para conocer nuestro propio futuro.  ¡Quién sabe si en tales observaciones está la clave para reconocer y enmendar aunque fuese con remedios genéticos nuestros ancestrales problemas!

 

Algo ocurre con las enseñanzas regladas porque después de pasar los filtros correspondientes, surge la necesidad de adquirir un algo más a base de costosísimos master, no siempre al alcance de todas las economías, injusticia plena.

 

Y todo para ganar en el mejor de los casos salarios para subsistir, normalmente en el extranjero.

A Tomás, hijo de un amigo, se le ocurrió estudiar una carrera en vías de extinción: arquitectura técnica. Pero en aquellos tiempos tuvo la fortuna de colocarse en el oasis marbellí. El empresario le dijo: «Hijo, no tienes la culpa, pero desconoces qué es un ladrillo y para qué sirve. Sin embargo observé tu inteligencia y capacidad de adaptación. Me encargaré de hacerte un profesional». Y así fue.

Pero no siempre los desaguisados estructurales se palian con la buena voluntad de las partes. Sin una mentalización general poco puede avanzar una nación y, aunque persista el afán de aprender, si los profesionales se desvinculan con la universidad donde estudiaron, ya con donativos, dando conferencias y no participan en la gran familia docente-laboral ─deber de gratitud por devolver parte de lo recibido─, mala cosa será.  Dicho lo cual, admitamos con Paul Éluard: «Hay muchos mundos y están en este…».