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Susana adelanta en un nuevo intento de sorpasso al PSOE

Ha querido ubicar los comicios en unos parámetros temporales y políticos que le sean los más propicios

 

Hay políticos que construyen  un relato y un rol en la vida pública  que acaba constituyendo  una de las máculas más onerosa para su credibilidad y que se sustancia en que la actitud política que lo define  pierde categoría, cualidad, se convierte en un escombro dialéctico pueril, en una anécdota antihistórica. La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, ha convocado elecciones autonómicas para el próximo 2 de diciembre. Es un reto definitivo para Díaz que ha querido ubicar los comicios en unos parámetros temporales y políticos que le sean los más propicios, teniendo en cuenta que su relato quedó, después del estrepitoso fracaso en las primarias, en un vacío argumental como consecuencia de una praxis saducea, mediocre y desleal.

 

También entonces todos los vientos soplaban a favor de Susana Díaz, pero minusvaloró la fuerza de una militancia desencantada e irritada que no entendió, o entendió demasiado bien, la defenestración con un auténtico coup de force orgánico de un secretario general que la misma Díaz había apoyado.

 

Aquella ópera bufa y la abrumadora derrota de la presidenta andaluza en las posteriores primarias en buena lógica democrática debería haber significado el fin de la carrera política de Díaz, empero, la presidenta de la Junta buscó las trincheras de resistencia en el feudo andaluz.

Llama la atención el pretexto del adelanto electoral: la inestabilidad política y, como consecuencia, la falta de presupuesto, el mismo argumentario que Susana Díaz utilizó para justificar el apoyo a la continuidad de Rajoy en la Moncloa, y cortar el paso de Sánchez al gobierno y que ahora, paradójicamente, repite la estratagema argumental descalificadora del mismo compañero de partido, entonces candidato a la presidencia y hoy inquilino monclovita. Como afirmó certero Pío Cabanillas: “A veces la política se complica tanto que yo ya no sé si soy de los nuestros.” Todo ello, representa una esquizofrenia muy peligrosa para el PSOE, con una pérdida de unidad y homogeneidad de acción como consecuencia de un mesianismo morboso en que el partido es aquello que colma el interés del líder o la lideresa.

 

Esto supone la decantación de una plasticidad política de muy bajo calado sostenida por un clientelismo, que para muchos es su modus vivendi y, como consecuencia, una metástasis de las artes pecuniativae y sus excrecencias como el vergonzoso caso de la Faffe, con los miles de euros destinados a la formación de parados gastados en prostíbulos y juergas.

 

La llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa constituyó la enésima derrota de ese sector susanista del PSOE que en el contexto de la crisis institucional del régimen del 78 optó por neutralizar a su propia organización, facilitar la continuidad de la derecha en el poder, contemporizar con las ideologías e intereses que en una praxis razonable debía combatir pues eran contrarios a los principios de su sujeto histórico y entidad sociológica y, todo ello, por una estrategia de ambición personal con precario fundamento político y metafísico. No es una fragmentación  producida por la acumulación de propuestas ideológicas, sino una descarnada carrera nominalista sin reparar que en  política no existen alternativas decorosas a las ideas y los valores.