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Todos somos expertos antiterroristas

Marcial Vazquez
Marcial Vázquez*

Una de las consecuencias de la perversión de la democracia en la actualidad es que todos sentimos la necesidad de opinar de todo y cuanto más delicado y complejo sea el asunto, mejor, porque ya no damos simplemente nuestra opinión sino que queremos imponerla como doctrina. Es esa mentira de autoconsumo complaciente que nos intenta hacer creer que como nadie es más que nadie, ninguna opinión es más válida que otra. Pero, sin embargo, en múltiples desafíos- no digamos ya sobre el terrorismo yihadista- hay personas con ciertos conocimientos frente a una mayoría que se empeña en imponernos su visión de pacifismo trasnochado como réplica ideal a la xenofobia y al racismo indocumentado de gran parte de la derecha. Lamentablemente, aquellos que conocen la mayorías de las claves explicativas del terrorismo islámico, sus causas, sus motivaciones y sus puntos fuertes, son apenas escuchados por esas masas que no se cansan de repetir en cada atentado del integrismo islamista que el Islam es paz y que los culpables de todo son Aznar y Bush.

Desgraciadamente, en esta sociedad del selfie podemos encontrarnos con auténticos psicópatas que ante una víctima agonizante de un atentado terrorista no se le ocurre otra cosa que grabarla para subirla a Tuiter o Instagram. Es una prueba inequívoca del grado de deshumanización y de desprecio a la dignidad de la persona que han provocado las nuevas tecnologías y las redes en millones de personas a lo largo del planeta, sobre todo las de nuevas generaciones. Siendo esto un drama para el presente de la humanidad, hay otros comportamientos que amenazan a un futuro equilibradamente sano desde el punto de vista mental y emocional de los colectivos. Como, por ejemplo, el sorprendente debate que surge en las redes tras el atentado de Barcelona sobre la publicación de las fotos en los medios y en los periódicos digitales. Ya no se trata de una reacción lógica y esperanzadora ante la lamentable costumbre de comportarnos como buitres carroñeros y morbosos con cualquier desgracia humana, sobre todo si hablamos de los muertos de los últimos años. No, esto va más allá y se propone, al más puro estilo de la Santa Inquisición medieval, imponernos a todos- usuarios y medios de comunicación- lo que podemos o no podemos publicar como información. Algunos, incluso, explican por qué la foto de un niño refugiado ahogado en una playa es necesaria mostrarla, pero las víctimas de un atentado yihadista en una ciudad europea no deben mostrarse. Otros, menos profundos y más sensibles, explican que es por “respeto a las víctimas” y no darle “publicidad a los terroristas”.

 

Nadie duda de que enseñar ciertas imágenes y ciertos documentos gráficos de tragedias humanas debe de tener un componente ético y proporcional al valor de la información ofrecida, huyendo del morbo insano y enfermizo.

 

Sin embargo, la realidad nos dice que todo esto responde al pánico en esta época de selfie masivo a enfrentar lo duro de la condición humana, de la vida frágil como el cristal y del terror que causan fanáticos dispuestos a matar a la mayor cantidad de inocentes posibles. Imagino que de haber existido esta legión de pacifistas en la II Guerra Mundial, también habrían pedido que las imágenes desgarradoras de los campos de concentración nazis hubieran sido ocultadas por respeto a los judíos, a los homosexuales, a los gitanos y demás víctimas masacradas por Hitler.

Nadie duda de que enseñar ciertas imágenes y ciertos documentos gráficos de tragedias humanas debe de tener un componente ético y proporcional al valor de la información ofrecida, huyendo del morbo insano y enfermizo en el que muchas cadenas y personas con redes sociales han caído sin pudor alguno. Pero de ahí a exigir, denunciar y señalar a los medios o periodistas que publiquen la información de los atentados acompañada de fotografías donde se refleje la cruda realidad de lo sucedido, demuestra la indolencia y la incurable estupidez que avanza imparable entre las mentes que habitan nuestro mundo.

 

Por supuesto que están los comunistas trasnochados de siempre que siguen subiendo la foto de las Azores cada vez que un yihadista se lleva a unos cuantos “infieles” por delante, ya sea en Berlín, Londres o Paris.

 

Como es obvio, una sociedad que se dedica a debatir sobre estos temas tan absurdos y atemporales, no va a pararse ni un solo minuto a pensar, reflexionar o escuchar a los expertos que expliquen por qué un joven de 17 años se decide a perpetrar una masacre organizada que aún pudo haber sido más sangrienta. Por supuesto que están los comunistas trasnochados de siempre que siguen subiendo la foto de las Azores cada vez que un yihadista se lleva a unos cuantos “infieles” por delante, ya sea en Berlín, Londres o Paris. Pero dejando a un lado a estos agitadores de fantasmas, es obligado abrir los ojos y reconocer sin distorsiones interesadas la amenaza a la que Europa y Estados Unidos se enfrentan en clara desventaja en cuanto a prevención.

Cada vez que leo o escucho a alguien de Podemos diciendo que debe de cortarse la “financiación del terrorismo internacional”, yo me pregunto a qué se refieren exactamente, porque en este caso que nos ocupa de Barcelona no creo que Al Qaeda o el ISIS hubiese tenido que invertir cientos de miles de dólares para preparar la masacre. Esto, como en casi todas las declaraciones de auténticos indocumentados sobre el yihadismo e Islam político, son frases hechas que se repiten sin cesar y que están totalmente vacías de contenido y de utilidad. Y es que nadie quiere admitir por miedo a ser tachado de racista, de islamófobo o no sé qué más, que la raíz del problema del terrorismo yihadista es única y exclusivamente religioso, que en muchos países se manifiesta en un marco político y que conforma las teocracias que dominan la mayoría del mundo árabe.

Los países islamistas no aceptan ni respetan la democracia, ya sea como sistema institucional o como valores superiores que organizan una sociedad. La existencia de lobos solitarios o grupos organizados a lo largo de Europa es consecuencia de un discurso del odio disfrazado de mandato imperativo de Alá. Con esto quiero decir que la principal arma contra el terrorismo internacional que nos amenaza en la actualidad no es tanto cortarle su financiación como luchar contra esa cultura de la radicalización de jóvenes que son captados a través del Islam. Solo si los países árabes y las comunidades musulmanas establecidas a lo largo de Europa deciden combatir estas prácticas de captación de jóvenes y creyentes receptivos, sería posible una lucha eficaz frente al yihadismo por parte de las democracias amenazadas. Mientras en Occidente haya quien siga culpando a Occidente de que vengan a matarnos, la guerra contra el yihadismo será imposible de ganar, porque cada vez que comenten un atentado ya es una derrota de la democracia.

 

*Marcial Vázquez es Politólogo.

@marcial_enacion