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A un general retirado

Por suerte no me molieron a palos. Ser escritor conocido fuera de España creo que me salvó de la paliza padre y sus consecuencias.

 

La verdad señor general retirado, que con lo que esta cayendo sobre estas dos Españas inconclusas, de sopor diario e intentado superarse a sí misma, pero sin euforias patrioteras, y ¡Viva la muerte!

Me siento ciudadano demócrata condenado a morir a tiros cualquier día de estos que usted decida tirarse al monte y tirotear con fuego real a más de veinte millones de españoles entre los que me encuentro, en un albedrío más que insólito. Y uno se interroga ¿qué se puede hacer?

«La vida es milicia» nos dejó escrito Séneca. Seguro que usted no ha leído a Séneca, aunque por lo que manifiesta hasta se puede afirmar que se sabe de memoria más de un capítulo del Mein Kampf  de Adolf Hitler. Por cierto, si este endemoniado demente se junta con Stalin y Franco menudo trío y menuda suma de víctimas.

Al caricato de Mussolini y sus camisas negras lo dejamos en la cuneta. Teniendo en cuenta que el fanatismo sangriento de Hitler, ni con todos los campos de exterminio que construyó para la eliminación del pueblo judío y otros, la suma, según la historia, no llegó a tantos millones como usted tiene calculado para limpiar esta España de aquellos que no estén decididos a sembrar de laureles los caminos y nieve en las montañas…

Y es que existen minúsculos grupos de españoles que manifiestan amar tanto a su patria que, a veces, se la va la mano en la memoria histórica objetiva. A todo esto sin dejar en el olvido el presupuesto en fusiles y balas para tan desmesurado proyecto patriótico. Como si liquidar a más de veinte millones de españoles y españolas fuera la guerra de aquel gran cómico llamado Gila. Con su batallita particular de un cañón sin agujero para meter la bala, sin quitarse la boina y protestando a la empresa que le vendió tan mortífera arma para vencer a un inexistente enemigo.

A un servidor, Franco (Caudillo de España por la gracia de Dios), por esto de ser demócrata le pasó la factura. Retirada de pasaporte, interrogatorio por escribir en favor de la democracia sin tiros ni escopetas. Por suerte no me molieron a palos. Ser escritor conocido fuera de España creo que me salvó de la paliza padre y sus consecuencias. Pasados unos años de tan triste larga noche de piedra con la subida a los cielos de el Caudillo, me presente en la jefatura de los grises y pedí mi pasaporte. Me lo dieron y junto con mi mujer nos marchamos a la metrópoli alemana a gritar frente al Muro de Berlín “Democracia sí, Stalin no”. Valiente pareja formamos. Ella contra el estalinismo y servidor contra el franquismo. Demócratas por razón de ser. La democracia es lo menos malo dijo el inglés del puro, el vaso de güisqui y el paraguas. Personaje que ha quedado en la historia dignamente situado. Si estuviera aún vivo seguro que lo incluiría usted en su listado. A propósito, ¿ha leído usted el Quijote?, porque el caballero andante también amaba la libertad y hasta le abrió la puerta de la jaula a un león prisionero como si fuera un jilguerito. Posiblemente usted no se lo crea pero, y es la palabra de un viejo roquero, no le deseo la muerte. Todo lo contrario. Desearía que viviera usted muchos, muchos, muchos años. Eso sí, soportando democracia. Aunque sea tan mediocre y tediosa como esta que vivimos, que a veces aburre a las cabras. De la Iglesia mejor ni hablar. No conviene tropezar con ella como le ocurrió a don Quijote en una noche cualquiera. De la que se ha librado con morirse hace tiempo, porque seguro que estaría como estamos tantos millones de españoles según sus criterios. General, espero que su Dios le de muchos años de vida junto a los suyos. A no ser que alguno le haya salido demócrata y se empeñe en que lo menos malo para España es la democracia, pese a todo.