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Animalario

Una de las periodistas más destacadas de la crónica social del sur revuelve un poco en los entresijos de los famosos que más llaman la atención

Opinión / CLARA GUZMÁN.- Racionales pero animales es un libro de Álvaro de Laiglesia, un tipo divertidísmo, a juzgar por cómo escribía, que tuvo la mala suerte para la historia de las epopeyas patrias de moverse a la derecha y claro, no salir en la foto. De racionales pero animales qué les voy a contar a estas alturas de la semana, cuando el terror nos ha dado un fiero zarpazo.

Pero el animalario frivolón, ese en el que nos documentamos para la tesis doctoral en sociología de vísceras variadas, ha llevado un tiempo muy irracional. Bueno, irracional en el sentido que ha aludido asaz, que diría un clásico, a los animales desde las comparaciones –que todo el mundo sabe que son odiosas– a las evocaciones más o menos cursilonas.

Todo empezó con Isabel Preysler, esa señora sumamente envidiada por sus congéneres, cuando dijo así, sin encomendarse a Dios ni al diablo, que Mario está hecho un toro. No sé si doña Isabel, viuda de Boyer, y aspirante a marquesa de Vargas Llosa, es ajena al verdadero significado de la expresión o es que quiso incrementar la insana envidia.  Mario, como es sabido, anda el hombre en una edad provecta. Edad provecta en estos tiempos ya empiezan a ser los cuarenta, así que si la doblamos provecta puede escribirse incluso con be. No quiero darle ideas a la RAE. 

La clave me la dio el escritor y procurador de los tribunales Javier Ysern, cuando me sentenció: “A veces es preferible no conocer a los autores”. Pues sí. Ya lo dijo De Gaulle: “El misterio es la esencia del prestigio”

El toro es un animal muy socorrido para que algunos varones vendan su mercancía. Recuerdo a un catedrático de la Universidad de Sevilla decirme con mucho énfasis que su señora presumía en El Rastrillo de  Nuevo Futuro que su señor, o sea, él, era un toro. Servidora, que lo tenía de compañero de mesa en uno de esos premios a los que se acude por imperativo empresarial, no acababa de ponerle el hierro de su ganadería. Sobre todo teniendo en cuenta que últimamente y, según leo a mi compañero Antonio Lorca, cronista taurino de, los toros andan flojos de remo. Así que habrá que optar por medirse con otro irracional.

[ot-caption title=»La mirada felina de Dior» url=»https://confidencialandaluz.com/wp-content/uploads/2015/11/dior1.jpg»]

Alain Delon, que es otro que tal calza, calza en la acepción de edad, ha sido recuperado por la Casa Dior  para el anuncio de uno de sus perfumes masculinos: “Eau Sauvage”, Agua Salvaje, para entendernos. Con tal motivo, Boris Izaguirre, que está a la que salta, como si fuera una rana, ha dicho que tiene una mirada felina que no caduca.

Mirada felina no tiene Matilde Asensi, la escritora de best sellers; o sea, de no literatura, como dicen los americanos. Lo suyo es de otros vuelos.

Vino a Sevilla a promocionar su última novela de la que, ustedes me perdonarán, no recuerdo su nombre, porque no soy de su parroquia. Servidora acudió a la cita en el Club Antares para ver  y escuchar a su presentador, el compañero Cristóbal Cervantes. Como periodista clásico, se había documentado hasta la extenuación sobre la interfecta. Hasta el punto que nos contó su aversión a las palomas. Momento que aprovechó la susodicha para negarlo cual hembra de gavilán, que según los expertos es un 25% más grande que el macho. Menudas garras sacó la señora, que cogió la batuta, arrinconó al compañero y dio la voz de mando. Sus amigos virtuales se hicieron presentes  y potentes en la sala y salió por la puerta grande. Así, dicen las crónicas, se las ponían a Fernando VII.

La clave me la dio el escritor y procurador de los tribunales Javier Ysern,  cuando me sentenció: “A veces es preferible no conocer a los autores”.  Pues sí. Ya lo dijo De Gaulle: “El misterio es la esencia del prestigio”.