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Ayuso y los Filisteos (El Dandy, El Soso y El Sobón)

Veremos cómo los ministros aparecerán, disciplinada e interesadamente, con el mismo registro durante las próximas tres semanas.

 

Con ocasión del 4-M, la latente batalla por Madrid ha resurgido con inusitada virulencia. Así lo muestra la brutal agresión de los fascistoides ultraizquierdistas, el pasado miércoles, en Vallecas, contra los participantes en un mitin de Vox que estaba debidamente autorizado. Lo peor no es solo que los matones se apropien de unas calles que son de todos, sino que hayan sido jaleados por la jerarquía podemita y justificados en sus tropelías por miembros del propio Gobierno. Se diría que todos ellos pretenden convertir Madrid, ciudad hospitalaria, tolerante y cosmopolita como pocas, en un ultrapolarizado e indeseable barrizal.  El próximo paso podría ser que tratasen de impedir la llegada de ciertas papeletas de votación a algunas mesas. ¿Por qué no? Cualquier atropello parece hoy posible ante la irrefutable incompetencia del ministro Grande-Marlaska, para garantizar el disfrute de los derechos fundamentales por todos.

Todavía en periodo preelectoral, la pugna ya ha desbordado el plano autonómico: el nivel de la lozana Ayuso y del sosomán Gabilondo. El dandy Sánchez, en flagrante y desleal abuso de sus atribuciones como Presidente, está volcándose no en promocionar al candidato de su partido, lo que tendría un pase, sino en desacreditar a la candidata de otro partido. Y ―adelanto―, veremos cómo los ministros aparecerán, disciplinada e interesadamente, con el mismo registro durante las próximas tres semanas. Que, por ejemplo, Sánchez haya aprovechado su reciente viaje africano, escoltado por un enjambre de periodistas, para acusar a Ayuso de falsear los datos sobre la pandemia en Madrid no es de recibo. Asimismo, que el político más falsario de nuestra democracia ―además del más cagueta frente a los separatistas―, saque pecho acusando públicamente a alguien de mentir es de un cinismo supino. El sobomán Iglesias, en la medida de sus capacidades, también se ha apuntado al mismo bombardeo contra Ayuso, bien que él sea rival autonómico. En definitiva, y sin olvidar otros actores  más periféricos, el 4-M plantea una enormemente desigual contienda que recuerda la bíblica hazaña de Sansón frente a los filisteos.  

En tal escenario, Gabilondo, caballero de figura triste, desarrolla un rol insulso. Su mensaje es impostado y ramplón. Afirma que, en su caso, ni se coaligará con podemitas, ni subirá impuestos. Risibles y gastadas promesas de un títere que baila al compás de la mano que le mueve, la de Sánchez, quien, por cierto, ya las utilizó para estafar a sus votantes, en las últimas elecciones generales. ¿Acaso Sosomán también quiere timar a los suyos? Gabilondo quizás no sea tan mercachifle como los otros dos, pero el despreciable y poco fiable papel que está haciendo le aleja no solo de la presidencia de la CA de Madrid, sino también de su posible candidatura posterior como defensor del pueblo.  

Lo más cierto de todo es que Isabel Díaz Ayuso está mostrando formas de dama de hierro de la política española. Algo que ha empavorecido a Sánchez e Iglesias, forzándoles a bajar al tatami autonómico. Pero eso magnifica a la dama quien, a su fino instinto político, añade una lúcida capacidad de adelantamiento, así como una sólida y prudente tenacidad tanto en la definición como en el logro de sus objetivos. Valores que son poco comunes en el indigente inventario actual de políticos españoles. Ella, en fin, representa un camino y un modelo de gobernanza bien distintos a los que ahora nos están imponiendo los filisteos. La veo revalidando como presidente de la CA de Madrid.