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Blas Infante (hijo), el emigrante muerto en Holanda

Tercer hijo del notario Blas Infante Pérez y el único varón, Luis Blas Infante García -para la familia, siempre 'Blas'-, desapareció en noviembre de1963 de su casa natal de Coria del Río: el Recreo de 'Santa Alegría'.

Lo primero que llamaba la atención de Luis Blas Infante García (Coria del Río, 1931/Edam -Países Bajos-1995) era el fulgor de su inteligencia: una inteligencia que permitía hablar con él de cualquier asunto. En una familia y una casa destrozadas desde agosto de 1936, lo que verdaderamente le gustaba a Luis Blas Infante García… eran las novelas de aventuras -‘Los Tres Mosqueteros’ de Dumas, ‘El Coyote’ de Mallorquí…- y los dibujos a lápiz de toros y guardias civiles, que ejecutaba con verdadero virtuosismo: a medias Martínez de León, a medias Vicente Flores.

 

En el último tramo de su vida, cuando ejercía de encargado en el ‘Iberia Spaans Restaurant’ de Kadijksplein, Amsterdam, Infante sabía deleitar a los clientes del ‘Iberia’ con trazos relampagueantes que, en pocos minutos, alumbraban un toro y un torero en un plis-plas sobre una servilleta holandesa. Pues, ¿no había hecho él mismo el paseíllo como novillero y se había alistado en la cuadrilla del rejoneador Rafael Peralta Pineda, un ‘Centauro’ de La Puebla del Río…? 

 

Ya bien octogenarios, Rafael Peralta y el dramaturgo y exnovillero Salvador Távora Triano («Blas era como mi hermano y tenía una clase fuera de lo normal», señala Távora) recuerdan que todo lo que hacía Blas Infante García, incluso en las plazas de toros, tenía «arte, finura, un sello propio». El propio Salvador Távora (que mató al toro ‘Farruco’, que mató a su vez al rejoneador Salvador Guardiola, en 1960, en Palma), recuenta cómo él e Infante llegaron a estoquear en un festival… a un lote de los temidos toros de Isaías y Tulio Vázquez.

 

 Pero no siempre sería así. Todo iba a cambiar para el hijo de Blas Infante, que puso rumbo a embarcarse en una especie de travesía: como un viaje a otro mundo…

 

Blas Infante García haciendo el paseíllo como novillero  en la Feria de Sevilla.
Blas  en una imagen tomada en Holanda.
Rafael Peralta, un niño, junto a Blas Infante García.

 

Tercer hijo del notario Blas Infante Pérez y el único varón, Luis Blas Infante García -para la familia, siempre ‘Blas’-, desapareció en noviembre de1963 de su casa natal de Coria del Río: el Recreo de ‘Santa Alegría’, el ‘Dar Al-Farah’ del notario Don Blas. No volvería hasta 1980: para ya no quedarse.

 

En 1963, ese único hijo varón de Blas Infante salió con una maleta por la pequeña puerta con cancela verde que despidió a su padre Blas en las Cabañuelas de agosto de 1936, y, también al igual que el notario, lanzó una última mirada desde la terraza al paisaje que el Guadalquivir abre en la hondonada entre Coria y Puebla del Río.

 

Sin trabajo sólido y en una comarca deprimida, Infante García se iba a Holanda. Era su última solución, tras haberse apuntado en las oficinas del Instituto Nacional de Emigración (INE), en la sevillana Plaza de España. Así recaló en Amsterdam -tras viaje en tren con escala en Madrid-, con 230 pesetas del INE y un contrato para la fábrica holandesa de tractores Ford como ‘mecánico montador de tractores’.
De este modo, el hombre que había pisado los mejores colegios de Sevilla (jesuitas, San Francisco de Paula…) y por el que su madre, Angustias García Parias, llegó a vender la casa solariega de Casares y ‘Las Villalonas’, la finca familiar entre Peñaflor y Lora del Río, a fin de liquidar deudas del propio muchacho -con el que se portó muy bien Ángel Camacho-… pasó en ese 1963 a acoplarse en neerlandesas pensiones colectivas de emigrantes. Cierto día, Doña Angustias entró de súbito en la Biblioteca de ‘Dar Al-Farah’, donde se suponía que su hijo Blas estaba estudiando… cuando lo que estaba haciendo en realidad era dibujar toros. El chico, sorprendido, cogió aprisa un libro de texto… pero lo tomó al revés. «No he visto un hijo más inteligente que tengo, es capaz de estudiar con los libros al revés», protestó suavemente Angustias García Parias a su hijo preferido: sobre los cajones que guardaban la bandera verde, blanca y verde de su difunto esposo. García Parías falleció en 1954: con 63 años. 

 

«Mi hermano Blas era capaz de tirarse en el suelo a arreglar el motor de un coche con una camisa blanca recién comprada, de estreno… y darle igual. Se levantaba sin perder el estilo. Lo que tuvo que pasar mi madre… era una mujer fuerte. Aparentemente, claro, pero por dentro estaba destrozada», recordaba María Luisa Infante (1928-2009), la hija mayor de la familia Infante García y la gran confidente de su hermano Blas.

 

«¿Y, qué puedo hacer yo…? Hacerme cargo de tu pena con todo mi corazón y darte un beso desde el fondo de esa pena», escribiría Blas a su hermana Luisa cuando murió el marido de esta, el arrocero valenciano Francisco Navarro: fue en 1994, a sólo unos pocos meses del fallecimiento del propio Blas.

 

Pero antes estaban las pensiones de Amsterdam. Y más cosas. Aquellas pensiones donde Holanda apretujaba a los emigrantes españoles de los años 60…  
 «Eso era criminal. Si te tocaba con más emigrantes, te daban una habitación con seis personas en literas. Y para ducharnos y eso, teníamos que ir a las duchas públicas… yo, cuando vine, terminaba en la Ford a las cinco de la tarde, luego me iba a fregar suelos hasta las diez y media de la noche, incluidos los sábados y domingos, que me iba a los hoteles también a fregar… Encontré pronto otro sitio cuando conocí a Mariana» (Marianne Porte, luego su esposa holandesa), contaba Blas Infante García en ‘Triunfo’, en 1980, a Antonio Ramos Espejo, que se desplazó a Amsterdam para entrevistarle.

 

Entrevista en Holanda de Antonio Ramos Espejo para ‘Triunfo’

 

Muy poco antes de la entrevista de Ramos Espejo, el firmante de este texto también entrevistó a Blas, en su regreso a su tierra después de casi 17 años (ABC de Sevilla, 26-3-1980). Ahí había dicho Blas Infante García: «Soy un emigrante, un obrero nada más, un andaluz, un trabajador más de los 25.000 españoles que estamos en Holanda, un trabajador que lucha, que tiene sus ideas y que piensa en Andalucía».

 

A Ramos Espejo, Blas le confesaría: «No quería el despachito, el carguito de ‘enchufao’…sin ser yo mismo, sin valerme por mis méritos. Yo quería más libertad, que es lo más hermoso: desarrollarme por mí mismo».

 

Sin enchufes de despachos ni corbatas sevillanas… en los años 60 y en la zona de Amsterdam, Blas Infante García probó los tractores de la Ford -con alguno naufragó en algún canal holandés…- y fregó suelos de pensiones y hoteles. Hasta puso bobinas de periódicos en los talleres («como un trabajador, que es lo que soy»)… hasta que, a finales de esos 60, ya con toda la colaboración de Marianne Porte, pasó a vivir en Dentexstraat 44, Amsterdam. Allí en la capital («Amsterdam es la Sevilla del Norte», decía), Blas encontró el trabajo de llevar las mesas del Restaurante Iberia, que tenía dirección española. Sus amigos se repartían entre la colonia de emigrantes (Pepe, dueño del ‘Iberia’, Miguel…) y holandeses a los que impresionaba con sus dibujos, inteligencia y estilo: Arie, Vendela, Teo, Las Gemelas… Marianne -que gustaba de ser llamada ‘Marianne Infante’- le enseñaba los mejores puntos turísticos de los Países Bajos: Scheveningen, Zandvoort, Volendam: los ‘polders’, tan parecidos a las Marismas del Guadalquivir y de La Puebla…

 

Así fue pasando la vida. Pese a la lejanía y a toda la coraza exterior, Luis Blas Infante García no olvidaba. No era posible el olvido. Iban a verle amigos de las noches de Sevilla, como Curro Vélez y su compañía flamenca, con Manuel Maera, Paco Taranto, Ricardo Miño, Loli Flores, La Pelúa…

 

Tampoco faltaba a reuniones de emigrantes y exiliados con un tal Santiago Carrillo Solares. O con Alejandro Rojas-Marcos, que terminó afiliando al hijo de Blas Infante Pérez, el notario fusilado, al Partido Socialista de Andalucía (PSA). Aquel singular emigrante de Amsterdam también entró en contacto con Felipe González Márquez. Pero nunca negó sus simpatías por los anarquistas, del mismo modo que su padre había venerado a Seisdedos, el mártir de Casas Viejas: el mismo Seisdedos cuyo rosal… aún crece en ‘Santa Alegría’.

 

La bandera blanquiverde de Blas Infante, la misma que encabezó la manifestación del 4-D portada por niños y niñas andaluces.

 

Esto decía Blas Infante Garcia, en 1975 en Amsterdam…y en 1980, en el primer regreso a ‘Santa Alegría’: «Yo no soy el más indicado para hablar de mi padre, sólo hablaría de un líder de fabulosa personalidad que mostró en el ‘Ideal Andaluz’ la enorme carga que aún puede arrastrar un ideario. Aún hoy (entre 1975/80, N.B.) ese libro es una bomba, una revolución. Pero necesita alguna actualización: cuando mi padre escribió aquello… aún no había ni Astilleros en Sevilla y Cádiz, pongo por caso. Durruti (Buenaventura Durruti, muerto en el Frente de Madrid, en la Guerra Civil) siempre me ha interesado… el autogobierno total sería lo ideal pero es una utopía. Tal vez soy un ácrata, pero con fundamento: la política necesita mucha burocracia y la burocracia cuesta mucho dinero y crea puestos de trabajo que son improductivos… ¿A quién le suben los precios? Al trabajador. Y todos los chorizos oficiales, ilegales desde mi punto de vista… a vivir del cuento: esos no prescinden nunca de sus ‘Mercedes’. No me siento monárquico, es un gasto de representación inútil. ¿Por qué una persona tal, porque venga de una dinastía, esos palacios, esos sueldos… y la gente, que no puede tirar con lo que tiene, y con tanto paro… es una canallada que la gente tenga que estar así. El obrero tiene que pensar por encima de todo que es obrero. Pero, las cosas de la vida… el ser andaluz se lleva en la sangre, en ‘tós’ nuestros pueblos. Pero esta sociedad holandesa es tan burguesa…»

 

En Amsterdam y en 1975, en plena crisis internacional por los últimos fusilamientos firmados por Francisco Franco Bahamonde, Blas Infante García se definía a sí mismo como «alguien bastante duro, que se aclimata con facilidad a las cosas y a los trabajos».

 

«Sé guardarme la añoranza, la combato como sea y voy a pasarlo lo mejor posible… yo tengo una filosofía rara: pero es en lo que yo creo de verdad… y de verdad, llegará: aunque no creo que yo lo vea. Es eso del autogobierno, ya sé que parece un lío, pero yo confío en que llegue». Su lema era el de su padre, el de Hércules en el verdiblanco escudo de Andalucía: ‘Andalucía por Sí, para España y la Humanidad’. «Pero sin ningún fanatismo», apostillaba siempre Blas Infante, hijo. Había salido de nazareno en La Macarena, por el impulso constante de Doña Angustias García Parias («mi madre siempre guardaba las túnicas con los colores de Andalucía…»), pero Blas Infante García ya no vacilaba en 1975 al afirmar: «La Macarena, como Hermandad es fascista al 100%. Queipo es Hermano Mayor Honorario, que tiene tela… y está enterrado en la misma Basílica. Es el Escorial del ‘Último Virrey de Andalucía’, como le llamaba Manuel Barrios».

 

El Notario Blas Infante Pérez con sus cuatro hijos.

Después de 1980, cuando el Referéndum Andaluz del 28-F, y después de jubilarse, Luis Blas Infante García aún regresaría un par de veces por Coria -el ‘Bar Mariano’ de Pepe Armillita- y por ‘sus’ bares de La Puebla: ‘Casa Barrera’ o ‘Los Llorones’ del amigo Torres.

 

Él y Marianne se jubilaron y se mudaron a Edam, el pueblo de las fábricas de ascensores, un lugar idílico a 22 kilómetros de Amsterdam. En la primavera de 1995, con 64 años y unos meses después de escribir la carta de pésame a su hermana Luisa por el fallecimiento de su cuñado Paco Navarro, el hijo del notario Blas Infante leía el periódico en Edam, con su gato en el regazo. Era de mañanita. Un gran ataque cerebral le fulminó instantáneamente, de tal forma que Marianne creyó que estaba dormido… y el gato ni se movió de los brazos sin vida de Blas. Sus tres hermanas volaron a Amsterdam para los funerales… y Marianne -buena amiga de Tomás Terry- aún regresaba por Andalucía hasta ya bien entrado el Siglo XXI. A veces, entre Coria y Puebla y hasta hace muy poco, Marianne Porte, Marianne Infante, aún juraba haberse topado con el fantasma milagrero de ‘su’ Blas, el hijo de ‘aquel’ notario fusilado en 1936: y el hijo más querido de Angustias García Parias: a él también lo trataron como al hijo de un fusilado.

 

 

 

Blas Infante García en 1980: «Andalucía vale demasiado para morir»