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Catarsis carcelarias

Para el resto de los mortales la cárcel no haría falta porque al movidito respondón se le quita la correspondiente subvención, sea un periódico, una editorial, una empresa…

 

¡Lástima la fuga del señor Puigdemont y correligionarios!   No me crean un malvado deseoso de una justica implacable, y menos por los innumerables casos donde la señora de los ojos tapados más parece una piadosa abuelita. No y no. Es porque las posibilidades de un entendimiento para solucionar el problema catalán son muchas. Otra vez la fuerza de la desgracia une al brotar la cordialidad entre don  Luis Bárcena y don Rodrigo Rato con los rabiosos independentistas, díganse los señores Oriol, Romeva, Turull y casi el resto del equipo catalán en la cárcel de Soto del Real.

Desde aquí mi felicitación al director del centro y a su equipo de psicólogos para colocarlos en celdas próximas. Los funcionarios están encantados con tan honorables reclusos. «Coinciden en la biblioteca, en la sala de ordenadores, toman café juntos, los domingos van a misa…». Total, de continuar así los pondrán en el cuadro de honor de la institución.

El colmo sucedió en un partido de la copa del Rey de baloncesto entre el Barcelona-Madrid donde un diplomático debate surgió entre ellos, nada de importancia, tal vez por cubrir las apariencias en presencia del atónito funcionariado del centro. Ante tan inaudito suceso el conflicto, el procés y todo lo demás resulta pecata minuta si las miasmas de Waterloo no siguen alimentando al coracero Puigdemont.

 

Las cárceles aclaran las ideas y acercan al monacato como le sucedió a don Miguel de Cervantes en la de Sevilla o en Argamasilla de Alba donde quizás en ambas  escribiese algo del Ingenioso Hidalgo o lo pergeñó.

 

También Mateo Alemán estuvo en la Cárcel Real de Sevilla cuando era hermano mayor de la hermandad del Silencio por meter mano en la recaudación de impuestos y maltratar a su mujer. Es decir, los antecedentes de nuestros consecuentes vienen de lejos. En cualquier caso, las cárceles provocan más libertad de pensamiento, razón por haber una en Uruguay con el nombre de ‘Libertad’.

La cosa negruzca reside en la pareja de pacifistas, cansadas sus voces de proclamar la serenidad gandiana cuando las masas destrozaban los coches de la Guardia Civil a pellizquitos cariñosos y opúsculos de amor. O sea, los Jordis, mohínos y distantes, están hechos una pareja de ovejas descarriadas sin motivo, salvo la estrategia de entusiasmar a los CDR y a los de Las Banderas Negras, a falta de estampar en ellas las tibias del Rey. A su lado los de Vox son unos voluntarios de don Miguel de Mañara.

Para el resto de los mortales la cárcel no haría falta porque al movidito respondón se le quita la correspondiente subvención, sea un periódico, una editorial, una empresa… porque aquí no hay quien viva sin una subvención, incluida la cafetería del Parlamento.

En épocas pasadas los matrimonios bien avenidos en compañía de sus hijos al salir de la misa parroquial de las  doce, después de darle una limosna al pobre reglamentario de la puerta, tomaban el aperitivo  en una mesa previamente reservada, y comentaban el ‘¡Hasta  dónde vamos a llegar con tanta permisividad..!’ Pues, igual, supongo, los políticos encarcelados llenos de paz comentarán las incidencias del juicio y dirán el ‘¡Hasta dónde la iniquidad de la justicia española va a cebarse contra nosotros, hombres de Dios!’