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Con pólvora del Rey

Aquí la sacrosanta oposición garantiza el uso de la  pólvora del rey sin exigencia de responsabilidad pues es sabido que la ignorancia de la ley no excusa de su cumplimiento.

Un juez de instrucción le pregunta al marido de la esposa legítima, cuyo matrimonio es público y notorio de toda notoriedad si es el esposo de su esposa. Para esa averiguación de algo que conocen todos los ciudadanos españoles requiere coche oficial, desplazamiento de funcionarios, cámaras e instalaciones telemáticas que cuestan dinero del erario público. El juez en cuestión tiene jueces por encima de su estructura que, mediante recurso,  conocen lo que ha hecho y el dinero que ha costado o lo pueden averiguar. Pero se trata de un compañero y “la carrera” (judicial of course), se horrorizaría si un tribunal al que estuviera sometido el trabajo del tal juez se atreviera o atreviese a supervisarlo. No digamos si un ministro de justicia, de otro poder, pidiera explicaciones. Esto es un estado de derecho, oiga !usted no sabe con quién está hablando!. El juez actuante entrega a las partes la grabación para que la estudien y digan cuanto tengan que decir. Pólvora del rey.

Otro juez mantiene, durante cuatro años al menos, una investigación sobre políticos que no son de su agrado ideológico y envía guardias de verde a investigar todo lo investigable y remite por el cauce reglamentaria comisiones rogatorias al extranjero, entre otras cosas para averiguar si están en el extranjero los investigados . Resulta que la decisión de esa instrucción se ordenó por el juez fuera del plazo legal para hacerlo. Todo eso ha costado miles de euros y cientos de horas de trabajo de decenas de funcionarios con cargo al erario público. El juez está sometido a la supervisión, recursos mediante, de otros jueces que forman sala y tiene un fiscal en su juzgado y un secretario de justicia a su lado. Pero ni los jueces por encima, ni el fiscal, ni el secretario se han dado cuenta en cuatro años de la irregularidad del juez o de su negligente mirada al calendario. La “carrera” (judicial of course) requiescat in pace amén. Tira con pólvora del rey.

Tras miles de días y miles de folios y miles de horas de sesiones en un proceso a políticos del partido de cuyo nombre no quiero acordarme, con varios jueces y magistrados y un trío de fiscales que garantizan la limpieza de las actuaciones en defensa de los derechos de los  justiciables, de peritos funcionarios de Hacienda para ilustrar a unos y otros y de una sala absolutamente imparcial del Tribunal Supremo, resulta que el Tribunal de Garantías, hoy llamado constitucional, declara nula la sentencia y les dice a jueces y fiscales que no han aprobado bien las oposiciones porque no saben distinguir los que son actos administrativos sujetos a la jurisdicción de los actos políticos no sujetos a la misma. Cientos de miles de euros gastados sin sentido. Meses de cárcel para inocentes. La “carrera” no ha dicho esta boca es mía. El Tribunal de Cuentas convalidará el gasto y usted y un servidor pondremos euritos para tapar el desaguisado . Doña Ana Botín hubiera despedido a estos caballeros, a estas damas. Aquí no. Aquí la sacrosanta oposición garantiza el uso de la  pólvora del rey sin exigencia de responsabilidad pues es sabido que la ignorancia de la ley no excusa de su cumplimiento. Se refiere claro a los españoles que no han ganado oposiciones. 

Otro juez mantiene un orden detención sobre un fugado de la justicia cuyo rostro y corte de cabello conocen hasta los niños recién destetados. El tal fugado anuncia dónde va a estar y a qué hora y en qué ciudad. Además del juez que da la orden de detención otro juez, éste en servicios especiales ( o sea dedicado a hacer política de partido) , manda en las fuerzas de policía del país. Cuando el tal juez, de fatal recordación, quiere impedir que negros africanos sin un duro y sin órdenes de detención entren en Melilla, un poner, envía guardias civiles a aporrearlos y embridarlos, colaborando con la gendarmería del monarca más demócrata desde los Austrias para acá. Pero se abstuvo de enviar un grupo de los mismos guardias a detener por orden de un compañero de la “carrera” al prófugo de la justicia. El cual desapareció del mapa con ayuda de, al menos, tres policías no guardias civiles. Pólvora del rey, que no estaba en Cataluña porque ERC no había investido al actual presidente de la Generalitat.