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Crisis en el PP: la hora de Feijóo

Los efectos de la crisis  sacuden directamente a la gobernabilidad de España. Y eso sí es preocupante.

 

Tras tres días de escándalo público ―y muy publicado―, no merece la pena insistir en el origen y desarrollo de la crisis fratricida en el PP, cuando el bombardeo mediático no ha cesado de informarnos. Ayuso, por un lado, y Casado (con su correveidile Egea), por el otro, se han tirado recíprocamente los trastos a la cabeza, con gran truculencia y esmero. Ello invita a pensar en un auto suicidio  sin reconciliación ni retorno.  Hora a hora, el PP, en carne viva, se desangra de militantes y potenciales votantes, mientras no son pocos los que se frotan las manos en silencio, aplicando esa máxima napoleónica de “si el enemigo se equivoca, no lo distraigas”. 

 

El follón no sería especialmente preocupante si se tratara de una mera cuestión interna del PP. Pero los efectos de la crisis  sacuden directamente a la gobernabilidad de España. Y eso sí es preocupante. Porque nuestra democracia se ha sustentado mayormente, al menos hasta ahora, en la alternancia del PP y el PSOE en el gobierno de la Nación. Y, curiosamente, cuando el sanchismo empezaba a rodar cuesta abajo, es cuando su alternativa se afana en un particular haraquiri. ¿Acaso habríamos de unirnos al canto de Los Chichos con un “hasta aquí hemos llegado”?

 

La estadística muestra que, en el PP, la mujer lo tiene especialmente difícil: ahí están los ejemplos de Esperanza Aguirre, Cristina Cifuentes, Cayetana Álvarez de Toledo y María San Gil entre otras. La lozana Ayuso no iba a ser menos bien que, en este caso también suscite la animadversión de demasiados. De los de la cúpula del PP, porque les hace sombra y resulta más brillante y eficaz electoralmente que ellos. También de muchos de sus compañeros de partido, envidiosos ―la envidia es el pecado capital español por antonomasia―, por los éxitos incontestables de doña Isabel. Y, asimismo, de los partidos de la izquierda montaraz, porque  ella se les aparece como rival imbatible y, como sucede con los del Frankenstein con Sánchez, prefieren a tener enfrente al lerdo Casado que a la espabilada Ayuso.  Ésta “solo” puede contar con sus votantes en Madrid y simpatizantes en el resto de España, que son muchísimos. En la complicada gestión de tan precioso caudal de apoyos podría estar su “resguardo”, así como el “escarmiento” de Casado.

 

La pelea va a dejar malheridos a ambos, Ayuso y Casado (a Egea ya se le ha puesto cara de fusible). Si el cataclismo popular no se reparara con rapidez, seguramente sufriríamos otra desgraciada legislatura sanchista trufada de comunistas, etarras, secesionistas y toda esa patulea que sostiene a don Pedro en la Moncloa. Asimismo, el PP haría “bacarrá” en las municipales y autonómicas de mayo de 2023 (pasando antes por las autonómicas de Andalucía). Parece así recomendable que el PP se embarcase en un congreso extraordinario para elegir un nuevo liderazgo. Sería la hora de Feijoo.