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De Alaya a Bolaños, pasando por los fiscales Anticorrupción

Bolaños ha prescindido, prudentemente, de la colaboración de ese aparato de poder y coerción  del que tanto  usó y abusó Alaya.

Asistimos impertérritos, como de costumbre, al linchamiento de un personaje más o menos público que ha osado desafiar al stablishment que gobierna de facto el destino de todos los andaluces. Me refiero a la Juez Bolaños.

Hace unos días los fiscales anticorrupción se unieron, cual jauría de lobos (en manada) para acosar, derribar y adentellar a la señora Magistrada.

Sorprende ver a esos fiscales, por lo general, dóciles y sumisos en la mayoría de los asuntos en los que intervienen, haciendo gala  claramente  de su desidia, apatía y de  lo que, en mi pueblo llamamos “vagancia indulgente”, remangarse las impolutas togas y, como en Fuenteovejuna, todos a una ponerse a remar, eso si, a favor de la corriente, para clamar celeridad y diligencia a una compañera, so pena de dejar viva la presa que tanto esfuerzo ha costado colocar en el cadalso.

 

Aquí estamos a la que salta. Cuando la opinión pública, sabiamente manipulada, dirigida y contaminada por los dux herederos de antiguos realengos estiman oportuno soltar la anilla de la granada, todo salta por los aires.

 

Si tienes la mala fortuna de estar en el radio de acción de la onda expansiva, tus restos aparecerán allá por la puerta Osario, y tu nombre y memoria serán mancillados, adulterados y en el mejor de los casos te recomendarán una baja psicológica, a cambio de no ser despedazado en la Plaza de San Francisco ante la enardecida multitud que disfrutará viendo tus vísceras esparcidas por la tarima preparada, para éste y otros eventos eroticofestivoreligiosos de temporada.

Han sido y serán muchas las víctimas de los dux de todos los tiempos. El sistema inquisitorial establecido en la edad media y adoptado con gran entusiasmo por reyezuelos y reyezuelas les permitió crear un clima de terror en la población en beneficio de  las instituciones (…) al tiempo que se deshacían de sus molestos contrincantes y, de paso se hacían con sus posesiones. ¿A quién se le ocurre ser judío?

La caza de brujas, aunque nos parezca cosa de película, sigue estando vigente. Basta que algún grupo de presión focalice su atención en ti y crea que lo que haces o dices no se ajusta a sus propósitos a corto plazo para que la maquinaria destructiva se ponga en acción. Tertulias televisivas, artículos de pacotilla, manifas a las puertas de los juzgados o de tu casa. Enfebrecidos defensores de la causa te insultan; menosprecian, ridiculizan, juzgan y condenan.

 

Que se lo pregunten a Jesús de Nazaret, a los dux  del Sanedrín no les acababa de convencer  tanta tolerancia y complacencia con los desheredados de la vida.

 

O a Jack de Molay , al rey de Francia no le venía bien pagar sus deudas a los Templarios. O a García Lorca, un chico de buena familia, maricón y de izquierdas. O a Juan  Negrín, científico y político que fue leal a sus convicciones socialdemócratas y fue traicionado por sus correligionarios. Todo el mundo sabe del golpe franquista pero pocos se acuerdan del golpe del coronel Segismundo Casado contra la República, que a la postre significó su trágico final. Y tantos otros nombres de  encausados y perseguidos, sólo por no comulgar con ruedas de molino y sacar los pies del plato.

 

Los que manejan los entresijos de la política social, económica, cultural, religiosa, filosófica, metafísica, analgésica, y las muchas otras facetas osicas, isicas, iticas, etc., etc. debieron cometer un error de principiantes. Un Inspector de policía, un indocumentado de tercer o cuarto nivel les puso, sin darse cuenta, en bandeja de plata a unos personajes de los que sería muy rentable deshacerse. Tenían a las potenciales  víctimas, pero necesitaban a los captores, acusadores, delatores y, sobre todo al Verdugo. Los primeros fueron fáciles de conseguir, y si alguno discrepó, fue fulminado y sustituido por beneméritos más afines a la causa. En el caso de Verdugo, la elección se presentó sola. Un personaje anodino y despreciado en todos los ámbitos se mostró con disponibilidad absoluta para llevar a cabo la escabechina sin reparar en costes, sobre todo en los costes humanos.

Pero la historia está llena de imprevistos, anomalías en el espacio tiempo que tuercen el normal desarrollo de una secuencia ampliamente estudiada y planificada. No sé que fue el detonante o quién  el demonio que susurró al oído de aquella destinada a ser el azote de los corruptos andalusíes,  la bondad de trepar por la vía del enchufe (a saber por dónde) a puestos de más alto  postín al tiempo que conservaba el hacha  alzada sobre cientos de cabezas, cuyo tabletear de canillas se escuchaba en la base Amundsen-Scott de la Antártida.

 

El caso es que la jugada, matar dos pájaros de un tiro, es decir, ajusticiar a los corruptos y deshacerse de tan molesta e impresentable ejecutora de una sola tacada, les salió mal.

 

La sustituta en la ardua labor de seguir apretando el lazo sobre el cuello de los infieles que se había aprovechado de la carencias del sistema no parecía muy dócil de primeras, ni se le veían ganas de postureo en el sálvame de Vogue, ni sacaba esa estúpida sonrisa de barby venida a menos, envuelta en modelos para los que hacía años no tenía ni el tipo ni la edad  ni aparecía anigmática trasladando un troley muy cuqui por las avenidas próximas a los juzgados.

La juez Bolaños, despreciada por su antecesora, mostró profesionalidad y, como se debe esperar de cualquier juez de instrucción, escepticismo sobre los principios fácticos que le habían colocado como ciertos. Inició la necesaria revisión de todo aquello que los hábiles asesores de su acérrima enemiga  habían elucubrado para perjudicar y enturbiar la investigación de unos hechos, presumiblemente ilícitos o irregulares o corruptos o lo que sea, pero tan enmarañados que se habían convertido en  un totum revolutum de difícil comprensión.

 

Se olvida que la ejecutora Alaya se tomó una “baja psicológica” de seis meses mientras los afanados beneméritos se ponían al día en la farsa urdida a partir de una investigación policial, pero de la que se apartaba sospechosamente.

 

En esos momentos el fiscal anticorrupción fue paciente y tolerante, aunque no tardaron en adjuntarle  a otro más guerrillero para ponerle las pilas y avanzar en la ya consolidada caza de brujas.

La magistrada Bolaños, en este caso ha prescindido, prudentemente, de la colaboración de ese aparato de poder y coerción  del que tanto  usó y abusó Alaya. Y ha prescindido, cautamente, del asesoramiento de los inquisidores nombrados ad hoc  por los Duxs.

 

Y esto la ha convertido en personaje incómodo y subversivo,  un objetivo a batir. Ya han puesto en marcha la maquinara difamatoria y, como en tantas otras ocasiones, la fiscalía asume el papel dócil y abre sus tragaderas hasta límites inverosímiles para poner al servicio de los intereses inconfesables de los políticos su poder coercitivo.

Nadie entiende la cerrazón de algunos grupos de presión en criminalizar hasta el límite extremo conductas que, si bien son despreciables, en ningún caso merecen la lapidación o la crucifixión. No nos conformamos con condenar, hemos de ejemplarizar, y para ello no dudamos en descuartizar, desmembrar, despellejar  a todos aquellos que hemos elegido como víctimas, y si no que se lo pregunten a los críos de la manada, o a Bárcenas, o Rato.

 

En la antigüedad existía un castigo social  para los indeseables de cierto estatus consistente en borrar la memoria (dannatio memoriae) al tiempo que los “reporteros· de la época tejían una historia paralela y te colocaban un curriculum vitae pleno de perversiones , depravaciones, vicios vitandos y toda una serie de maldades para justificar que, a plena luz del día, con miles de testigos sordos y mudos te roban la cartera, te detienen por ladrón, te encarcelan por pertenencia a grupo criminal, te condenan por rebelión y el Tribunal Supremo acaba aumentado tu pena por gilipollas.

 

Seguimos sordos y ciegos, absortos ante  los múltiples artificios destinados a desviar nuestra atención hacía aquello que los dux han decidió  que lo hagamos.

 

La señora Bolaños lo tiene crudo, mientras sus compañeros, jueces y fiscales, no salgan en su defensa y hagan entender que, discrepar de las consignas políticas es el deber de los órganos judiciales. No se nos debe olvidar la separación de poderes que, tan hábilmente nos escamotean, día a día los bandidos que gestionan el gobierno y todo lo demás.

Ánimo Sra. Bolaños, yo sé de lo que le hablo y solo quiero transmitirle mi apoyo y dedicarle  un pensamiento que me ha acompañado en los últimos años: Quien resiste gana.